Capítulo 15. El castillo de Sadersonville

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Llegamos al atardecer a Sadersonville, era un lugar hermoso, habíamos visto muchas bellezas en nuestros viajes y sabía que nos faltaban muchas más, pero por alguna razón sentía que pronto la historia acabaría y nuestra aventura también y que ya no volvería a ver paisajes como los que estaba viendo y los que había visto. Toda la gente que había conocido, los amigos, los más que amigos, mis hermanos, todo estaba por llegar a su fin, esta era la recta final; al llegar con Ambar sabríamos que hacer, pero sabía que la respuesta sería siempre la misma, debíamos atacar cuanto antes.
En cuanto llegamos nos dirigimos a la posada más cercana que hubiera, la única que encontramos todavía con espacio se encontraba casi a las afueras del castillo. El lugar se veía horrible y olía peor, pero no podíamos quejarnos, después de todo habíamos perdido todo nuestro dinero...
-No les parece hermoso este lugar. Miren, incluso tiene donde bañarse...- comenté con un poco de dolor y me detuve a media oración pues lo que vimos fue aterrador.
La posera se encontraba casi desnuda lavando su ropa, una imagen enserio perturbadora. Todos querían matarme pero les recordé que le habíamos hecho un gran favor a la gente de Ricoshore. Todos se separaron y solo quedamos Ria y yo, le dije que recuperaría el dinero, ella aceptó y fue a hacer los quehaceres con todos los demás.
Debía recuperar ese dinero y además debía de conseguir todas las cosas que necesitábamos para el extenso viaje así que comencé a buscar, aunque no busqué mucho antes de encontrar algo, un pequeño torneo cuyo premio eran cuatrocientas monedas de oro. No era mucho en comparación, pero por algo se empezaba.
Todavía había Sol cuando acabó el torneo, fue bastante fácil, era todos contra todos, el ultimo de pie ganaba, solo tuve que quedarme en una esquina y esperar a que solo quedara uno para después poder noquearlo, muy sencillo.
De regreso del torneo miré a lo lejos algo que parecía ser un asalto de algún tipo, así que decidí acercarme a ver que estaba sucediendo. Eran más piratas, estaban atacando a un hombre en su tienda porque el sujeto no pudo cumplir con la cuota que le habían obligado pagar.
-¿Hay algún problema aquí?- pregunté para llamar la atención de los hombres que golpeaban al sujeto. - ¿No creen que es un poco triste golpear a un hombre ente varios?- agregué para hacerlos enojar.
En ese momento soltaron al sujeto y este se refugió de nuevo en su tienda. Él que tenía sujeto al hombre sacó su espada y me dijo que no era asunto mío y me 'pidió' que me fuera. Le contesté que no haría eso y desenvainé mi katana, alcé la mano y lo invité a atacarme, este lo hizo y lo esquivé, saqué volando su espada por los aires y es tipo cayó al suelo.
-¿Alguien más?- pregunté con entusiasmo.
Comenzaron a atacarme todos pero yo logré defenderme. Me habían acorralado en un círculo y yo me quedé tranquilo en el centro, en el grupo estaba el sujeto que habíamos dejado escapar la noche anterior; de pronto oí a uno acercárseme por atrás y salté sobre él y lo noquee, caí al lado de dos sujetos y también los golpee. Tres sujetos más me atacaron pero yo detuve las espadas de dos y al tercero lo golpee con mi brazo libre, después empuje a los dos restantes y los herí con mi katana. Finalmente me atacaron los últimos dos por la espalda, salté hacia atrás por debajo de ellos y me impulsé con los brazos para abalanzarme sobre ellos. Cuando acabé con todos por fin me acerqué al sujeto que habían estado golpeando y extendí el brazo preguntándole:
-¿Está bien señor, necesita algo?-
Este se agarró de mi brazo y lo alcé:
-No, muchas gracias jovencito, ¿Cuál es tu nombre?- me preguntó con una sonrisa en la cara el anciano.
-Togi, Togi Kouri.- le contesté con una sonrisa.
-¿Debe de haber algo que pueda hacer por ti, joven Togi?- me preguntó entusiasmado.
-Hay una cosa... necesito llegar a Droneville, ¿No sabría de alguien que nos pudiera llevar a mí y a mis amigos o alguien que nos pueda prestar un carruaje?- le pregunté con mucha pena.
Este me contestó que sí, que su sobrino era jinete y que trabajaba de chofer, me dijo que hablaría con él. Finalmente le pregunté si no sabría de alguna tienda donde pudiese comprar abrigos o algo para el frío. Él me vio con una sonrisa y dijo:
-Ciertamente, joven Togi, de joven solía coleccionar pieles y telas de todos lados, pero desde que ascendió al poder ese bruto de Godi Daro, nadie ha podido hacer lo que le gusta y debemos trabajar todos para él, así que estas pieles ya no me sirven mucho.-
-Pero es demasiado, ya bastante con que su sobrino nos ayude a cruzar...- dije apenado.
-Tonterías, de todos modos ya iba a tirarlas a la basura, mejor en tus manos que en las de ese pirata sucio...- dijo esto mientras me tomaba del brazo y me jalaba hacia la tienda.
-¡Miren todo lo que pude conseguir!- le dije a todos mientras llegaba de mi ardua tarea. -No fue fácil, pero lo he conseguido todo, solo nos hacen falta las provisiones.- agregué alegremente.
Todos se alegraron al verme con los abrigos y con todo lo que íbamos a necesitar. Finalmente ya no estaban enojados conmigo por haber perdido el dinero, aun cuando fue por una buena causa.
Aquella noche fue sorprendentemente tranquila, nadie molestó, todos dormían como bebés, hacía mucho que no veía tanta paz en el grupo. Me quedé un rato observando el techo, estaba roto y tenía un pedazo donde se podían ver las estrellas, como era mi costumbre comencé a tararear aquella melodía, Ria ya estaba dormida, así que no creí que me oyera, no obstante la tararee un rato. Miré el cielo un rato hasta que quedé profundamente dormido.
En la mañana compramos todas las provisiones y la comida con las cuatrocientas piezas de oro que había conseguido, por desgracia no era tanto y tendríamos comida solo para el viaje, no más. Nos dirigimos a la casa del viejo, donde nos esperaría el sobrino, su nombre era Daniel Maderson.
-Tú debes ser Daniel, mucho gusto.- le estreché la mano.
-Muchas gracias por toda la ayuda que nos ha dado, señor.- le dijo Ria al anciano mientras le daba un beso en el cachete.
El anciano se quedó estupefacto al recibir aquel beso y no pudo despedirse bien, solo balbuceaba, nos despedimos de él mientras nos subíamos en las dos carrozas, una la llevaba Daniel y la otra la llevaba yo.
Salimos de Sadersonville hacia un claro, había un pastizal enorme hasta donde alcanzaba la vista, el aire puro y fresco, se podían oler las flores y se veía a la gente del campo recogiendo sus plantíos y arreando al ganado, era una vista muy tranquilizadora, muy pronto todo Grandsky iba a poder vivir así de libre, o moriría en el intento.

En un Solo Segundo por Santiago BravoWhere stories live. Discover now