Capítulo XXXV: ¿Obtendré mi venganza?

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  • इन्हें समर्पित: gadiais
                                    

Después del ataque de la serpiente, Viggo y Ravna cabalgaban en el mismo caballo, a su lado

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Después del ataque de la serpiente, Viggo y Ravna cabalgaban en el mismo caballo, a su lado. El príncipe seguía tan taciturno como siempre, sumergido en sus pensamientos.

Luego de la conversación, no volvieron a tocar el tema; sin embargo, Lysandro continuaba pensando en ello. Le costaba trabajo ver en Jensen a un traidor.

—Alteza, hemos llegado —anunció Ravna.

El sitio del bosque en el cual se encontraban no era muy diferente de lo que habían recorrido durante la mañana y parte de la tarde. El follaje seguía siendo espeso y la mayoría de los árboles eran altos, con el tronco muy claro, casi blanco. Lysandro supuso que esos árboles serían el naregia, de donde obtenían el nareg, la sustancia que le daba la fuerza y la apariencia de un gigante a un hombre común. Lo único diferente en el paisaje era que se hallaban a los pies de una montaña.

Viggo y Ravna desmontaron. El príncipe le indicó a Lysandro que también lo hiciera, pues se adentrarían en la montaña y allí no podrían ir con los caballos, los cuales dejarían en ese sitio, amarrados, hasta que volvieran. La curiosidad del escudero despertó, si todo el bosque estaba lleno de árboles de naregia, no entendía por qué tendrían que continuar montaña adentro.

—No venimos por nareg —le aclaró Viggo cuando él preguntó.

—Y entonces, ¿qué buscáis, Alteza?

Ravna se había puesto en cuclillas y examinaba las hojas y la tierra del suelo. Tomó un puñado de esta y la echó en una pequeña vasija. El príncipe agarró su arco y el carcaj con las flechas y se lo colocó en la espalda.

—Hay una leyenda —empezó a explicarle Viggo— según la cual una criatura mágica vive en estas montañas. Esa criatura es capaz de contrarrestar la fuerza que otorga el nareg.

—¿Qué clase de criatura es? —preguntó Lysandro.

Ravna continuó mezclando la tierra con lo que fuera que había en la vasija. Luego, la pasta de color oro que obtuvo, la extendió en su mano y la observó con atención.

—¿Has visto alguna vez un lince de las montañas? —le preguntó el príncipe.

El joven asintió.

—Mi padre solía llevarme a acampar con él al bosque aledaño a nuestra finca. Tuve la oportunidad de ver en dos ocasiones linces de las montañas. ¿Esa es la criatura mágica que buscáis?

—Este es el rastro, Alteza —los interrumpió Ravna, luego de analizar la mezcla.

La bruja se puso en marcha, el príncipe y él mismo empezaron a seguirla.

—El lince es un animal común. Buscamos un gaupa —le aclaró Viggo—. Es parecido al lince pero un poco más pequeño. Es difícil de encontrar porque suele camuflarse con la vegetación, pero Ravna nos ayudará a dar con él.

Un gaupa. Nunca escuchó antes de esa criatura. Los tres continuaron adentrándose en la montaña, siguiendo el rastro que Ravna detectaba. La vegetación había vuelto a cambiar y los árboles de naregia quedaron atrás. Tanto él cómo Viggo permanecían alertas por si alguna bestia aparecía o el mismo gaupa que perseguían. Sin embargo, cerca del anochecer todavía no daban con su objetivo.

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