Capítulo XLII: "Gracias"

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Cuando Karel por fin logró dormirse, las pesadillas enturbiaron el descanso

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Cuando Karel por fin logró dormirse, las pesadillas enturbiaron el descanso. Despertó varias veces con el temor cerrándole la garganta, en ocasiones por haber soñado que Lysandro era otra vez un esclavo a disposición de todos en el Dragón de fuego y otras porque lo perdía definitivamente en alguna sangrienta batalla. Tragó sintiendo la garganta seca, se apartó del rostro los cabellos húmedos por el sudor y giró la cabeza para verlo a su lado, dormido, pero a salvo.

Avanzada la noche fue Lysandro quien despertó en medio de gritos y agitación. Karel abrió los ojos, desorientado, con el corazón latiéndole en la boca por la zozobra del violento despertar. Tardó poco en darse cuenta de lo que sucedía.

El suave resplandor del domo le permitió ver los ojos desenfocados del joven y las lágrimas que corrían por su cara. Con cuidado, lo abrazó para calmarlo.

—Es una pesadilla, no pasa nada.

La respiración agitada se estrelló contra su cuello.

—¿Dónde estoy? ¿Es el Dragón de fuego? —La voz atormentada de Lysandro rasgó la noche como un cúmulo de cristales rotos.

—Fue una pesadilla. No estamos en el Dragón de fuego.

—Karel, ¿eres tú? —le susurró al oído, aferrándose a su espalda—. Abrázame, no me sueltes, por favor.

—No te voy a soltar. Nunca.

Permanecieron uno en brazos del otro hasta que, poco a poco, Lysandro fue relajándose. El príncipe volvió a acostarlo y ninguno de los dos habló otra vez. De soslayo podía ver como su rostro permanecía inexpresivo, con los ojos negros abiertos y algunas lágrimas silenciosas brotando de ellos.

Lo estrechó contra su costado. Acariciándole el cabello, no se dio cuenta en qué momento se quedaron dormidos.

La mañana llegó con su claridad radiante. El primero en despertar fue Karel. Había sido una noche difícil, llena de despertares angustiosos e insomnio, no quiso moverse para no despertar a Lysandro, quien continuaba dormido, acomodado sobre su pecho.

No tenía idea de cómo debía comportarse o de qué podría decirle en caso de que su compañero continuara agobiado por la tristeza. Cerró los ojos y suspiró apesadumbrado al recordar cómo le había suplicado con tanta necesidad que lo abrazara, que no lo soltara.

Se movió un poco y fue suficiente para que Lysandro abriera los ojos. Karel permaneció en silencio, aguardando cuál sería su reacción. Después de lo que tarda en consumirse una brizna de paja al fuego, el escudero se apartó de él.

—Lo siento —se excusó todavía adormilado—, seguramente, no te dejé dormir.

—No te preocupes, dormí estupendamente —le mintió el príncipe—. ¿Y tú?

Karel observó la expresión taciturna, los ojos hinchados y enrojecidos debido al mal dormir y al llanto del día anterior.

—Estoy bien. —Asintió el joven con voz neutra. Luego, pidió en un susurro—: Me gustaría nadar un rato.

El amante del príncipeWhere stories live. Discover now