Capítulo VI:"el príncipe Karel: quince jabalíes, ocho liebres, dos ardillas"

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Doceava lunación del año 104 de la era de Lys

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Doceava lunación del año 104 de la era de Lys. Eldverg, reino de Vergsvert.

El rey Daven había convocado una cacería para celebrar el regreso de Karel, su hijo menor, al reino de Vergsvert. A dicho evento fueron invitados no solo los hombres pertenecientes a la familia real, sino toda la élite del gobierno: ministros, cancilleres, concejales y generales.

La actividad cinegética se llevaría a cabo en las laderas próximas a Ausvenia, en un extenso coto exclusivo de la nobleza, donde el rey, que era muy afín al deporte, solía cazar al menos una vez cada dos lunaciones si la guerra se lo permitía. Esta última, creía el príncipe Karel, era en realidad su afición predilecta.

El joven se hallaba mirando al frente, montaba su potra Luna, un hermoso ejemplar de pelaje rojizo que había traído desde Augsvert y el cual se hallaba adornado con gualdrapas rojas y doradas. Karel vestía a la usanza de Vergsvert: con capa y ropa no tan ajustada de lino, fresca y cómoda para hacer frente al calor del verano, el tipo de vestimenta le permitía aprovechar al máximo los movimientos de su cuerpo. A la espalda llevaba el carcaj cargado con flechas. Las saetas de cada participante se distinguían entre sí por colores y diseños exclusivos según su dueño, esto permitía poder discernir las presas de cada contendiente y al final del día escoger al ganador.

Era la primera vez que Karel participaba de un evento como ese en Vergsvert, si bien no era un neófito usando arco y flecha mientras cabalgaba. En Augsvert uno de los objetivos de su adiestramiento como hechicero era precisamente ese. Sin embargo, en el reino vecino las cosas se hacían de manera diferente. Augsvert era una nación regida en su totalidad por sorceres y estos eran respetuosos de cada ser vivo. No era que no cazasen, lo hacían, pero no por deporte o diversión, sino por necesidades alimenticias. Los eventos a caballo que implicaban la práctica de la arquería, se realizaban usando blancos encantados que se desplazaban por el área, cambiaban de locación y en ocasiones era mucho más difícil acertarles que a una presa viva.

La potra corcoveó inquieta y Karel giró hacia la derecha, donde se encontraba su tercer hermano y segundo príncipe: Axel. Al lado de este y en el centro de la primera línea montaba su padre, el rey Daven. Luego, a su diestra, seguían el primer príncipe Viggo y en el extremo Arlan. Detrás de ellos se hallaban los sirvientes que se encargarían de asistirlos. Por detrás de estos se encontraban los funcionarios del rey y sus sirvientes y por último las mujeres.

Su madre debía estar entre ellas. Cuán difícil debía ser para una lara augsveriana adaptarse a las tradiciones discriminativas de Vergsvert, donde las mujeres, por más nobles que fueran, jamás podrían igualar a los hombres. De hecho, en su reino, ninguna de sus hermanas tenía opción a gobernar. Volteó y vio a su madre al fondo del grupo, a pesar de todo ella sonreía, él le sonrió de vuelta. Lara Bricinia podía parecer ambiciosa, pero lo cierto es que era alguien muy persistente de quien a menudo se sentía orgulloso.

Cuando le preguntó si iría a la cacería, ella le respondió, con una sonrisa, que por nada del mundo se la perdería. Después de derramar sangre y lágrimas, logró, desde hacía pocos años, convencer al rey de que aceptara la presencia de las mujeres de la familia en el evento. Y aunque solo ella y lara Arawen, la segunda esposa de su padre, se encontraban allí, Karel estaba seguro de que para ellas esa era una gran victoria, un terreno ganado que su madre se esforzaría en mantener. A sus hermanas, por otro lado, parecía darles igual seguir ocupando el lugar opacado que hasta ahora tenían en el reino.

El amante del príncipeWo Geschichten leben. Entdecke jetzt