Capítulo XLIV: Demasiados recuerdos dañinos

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Tomaron el camino principal para llegar lo antes posible a Beremberg. Lysandro se sentía incómodo, tenía la impresión de que sus compañeros los miraban con suspicacia. Giró el rostro un poco y le habló a Karel.

—Ivar sospecha.

—¿Ivar? ¿Sospecha qué cosa?

El joven escudero carraspeó, avergonzado. ¿Por qué tenía que preguntar?, ¿no podía entender simplemente a qué se refería?

—Qué tú y yo tenemos algo —masculló entre dientes. Lo escuchó reír y sintió deseos de darse la vuelta y ahorcarlo—. ¡Es en serio, Karel! Tienes que ser discreto. No es apropiado que el príncipe de Vergsvert viaje con un soldado pudiendo hacerlo solo.

Karel suspiró.

—No quiero separarme de ti. Verte viajar junto a otro me dará celos y envidia.

—¡Pues acostúmbrate! No estaré contigo siempre. No podemos exponernos. ¿Recuerdas?, deseas ser rey.

—¿También debo acostumbrarme a que te llamen "niño bonito"?

Lysandro sintió sus mejillas tornarse calientes y no supo si por vergüenza o por rabia contra Jakob o contra Karel. Tal vez era por todo.

—¿Te pondrás celoso?

Karel no contestó, sino hasta pasado un buen rato.

—Luego de que paremos a descansar y retomemos la marcha, viajaré solo. —A pesar de lo que decía, sintió el brazo del príncipe enrollarse con más fuerza alrededor de su torso y pegarlo contra su cuerpo—. Pero hasta que eso pase, déjame disfrutar de tenerte así, niño bonito.

Se estremeció al sentir su calor y el aliento en el oído. Se maldijo a sí mismo por cederle espacio a sus sentimientos, pero ya no podía dar marcha atrás, solo le quedaba aprender a manejar la situación.

Durante el trayecto intentó hablar lo menos posible con Karel, contestaba a sus preguntas con monosílabos. Quizás era paranoia, pero sentía los ojos de Ivar clavados en ellos.

A medida que avanzaban, el camino real se tornaba más transitado. Muchas personas viajaban ya sea a pie o sobre caballos y carretas. Todas con enseres y animales domésticos.

—¿Por qué hay tantos viajeros? —preguntó Lysandro.

—Buscan salir de Vesalia ahora que Vergsvert ha ganado. Es un éxodo.

—¿Y dejarán sus viviendas así como así? —Al muchacho le pareció triste aquello, que por una guerra que no les concernía tuvieran que modificar sus vidas.

—No saben qué esperar de nosotros. Seguramente muchos temerán ser esclavizados y prefieren abandonar el reino antes de que eso ocurra.

Lysandro pensó que si la amenaza de la esclavitud se cerniera de nuevo sobre él, también huiría.

Continuaron la cabalgata hasta que llegó el ocaso, entonces pararon cerca de un claro. Mientras Ivar y los otros amarraban los caballos, Lysandro miró a su alrededor y recordó la arboleda cerca del estanque y lo feliz que fue allí.

—¿Extrañas a Fuska? —le preguntó el príncipe en voz baja, observándolo como si le leyera la mente.

Lysandro asintió. El gaupa se fue en el mismo instante en el que sus compañeros aparecieron y por más que él supiera que Fuska era un animal salvaje y que no podía llevarlo consigo, le dolía la separación.

—Cuando menos lo esperes volverá —lo consoló Karel.

Ivar y los otros regresaron. De inmediato se distribuyeron las labores y se asignaron turnos de guardia para esa noche. Lysandro se ofreció a buscar maderos para encender una fogata. Karel intentó acompañarlo, pero desistió debido a la mirada amonestadora que él le dirigió.

El amante del príncipeNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ