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«No te asustes, pero mi tío va hacia allá. Vigila que no se haga evidente tu sangrado, porque esta vez no podré salvarte si se dispone a matarte.»

Me desperté de un salto al escuchar la voz de Haziel en mi cabeza. Su tío venía hacia la habitación. Ya podía sentir sus pasos por el pasillo. Miré bajo las mantas. Suspiré aliviada al ver que no había sangre por ningún lado. Volví a acomodarme en la cama; quería fingirme dormida para cuando llegase. Escuché la puerta abrirse. Sentí cómo se sentaba a los pies de la cama. El colchón se hundió con su peso. No hacía ni decía nada. Yo estaba presa del pánico y seguía haciéndome la dormida. Se estaba acabando mi paciencia, quería saber qué hacía allí y que se fuera cuanto antes. No aguanté más la tensión. Me incorporé en la cama, con la manta cubriéndome hasta el pecho y totalmente pegada al cabecero. Él me dedicó una sonrisa torcida y siniestra con aquella boca tan horrible que tenía.

—Buenos días —dijo con su voz rasposa. Miré a las paredes, intentando encontrar las inexistentes ventanas.

—Sabría que es de día si hubiera ventanas.

—Aunque las hubiera, seguirías sin saberlo, verías constantemente un cielo nublado.

—¿Por qué?

—Así de especial es esta grieta, no necesita razones para ser como es.

Fruncí el ceño. Seguía sin entender nada, y aquel ser no parecía estar por la labor de hacérmelo fácil. Soltó una corta carcajada ahogada, riéndose de mi confusión. Se puso en pie. Se acercó más a mí y se volvió a sentar en la cama. Intenté pegarme aún más a la pared.

—No sabes lo que nos vamos a divertir —dijo con una espantosa sonrisa. Temblé, no sé si por dentro o por fuera, pero temblé de miedo—. Me pone un poco nervioso que no digas nada.

—Y-Yo... —No tenía ni idea de qué debía decir. Sonrió aún más ampliamente.

—¿Cómo te llamas?

Ni siquiera Galatea lo sabía, no pensaba decírselo a él.

—Brooke —susurré. Entrecerró los ojos mirando hacia mí.

—Tolero muchas cosas, pero que me mientan no es una de ellas.

Prometía acabar muy mal si volvía a mentir, por la manera en la que lo había dicho. Pero odiaba mi nombre, no podía ni pronunciarlo en voz alta, me dolía demasiado.

—N-No tengo nombre... —susurré cabizbaja—. Por eso cada día me invento uno.

—Oh, no tienes nombre... —caviló unos instantes, no me podía creer que se hubiera tragado aquella mentira—. ¿Cómo te llaman tus padres?

—Al inventarme cada día un nombre... Me llamaban por uno cada día.

—Qué interesante. Estás llena de sorpresas, Brooke. —No me gustó nada cómo pronunció «mi nombre»; aquella voz rasposa y su forma de mover la boca... No sabía si iba a ser capaz de soportar aquello mucho tiempo.

—S-Sí, claro...

—Bien. —Se puso en pie, sentí como si me hubieran quitado un enorme peso de encima—. Aunque esté disfrutando gratamente de ésta conversación contigo, Brooke, tengo cosas de las que hacerme cargo. Espero que no estés triste en mi ausencia. —Todo lo contrario, al saber que se iba sentí que podía respirar de nuevo—. Dentro de un rato soltaré a Haziel si quieres que te haga algo de compañía. —Salió por la puerta, escuché cómo cerraba con llave.

¿Soltar a Haziel? Qué significaba aquello, no estaba segura de si quería averiguarlo.

Salí de la cama y volví a rebuscar algo de ropa que pudiera llevar, en el armario. Odiaba esa ropa, y no sólo por saber quién la había elegido. Me puse unos vaqueros y una camiseta negra que encontré de milagro. Tenía el pelo algo sucio, pero tengo que confesar, que me daba miedo ducharme allí.

El Beso de la Muerte. #1   [✓]Where stories live. Discover now