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Volvimos a casa. O, mejor dicho, al piso de Az. No había conseguido abrir la boca desde que me había encontrado tirada en el callejón. Él estaba preocupado. Se le notaba en la cara cada vez que me miraba. Pero yo sólo era capaz de darle vueltas a lo que me había dicho aquella Mortífera. ¿Por qué? No estaba segura.

Tal vez porque la crees.

Tal vez. Deseaba con todas mis fuerzas ignorarlo, pero temía que hubiera algo de verdad en sus palabras. No sabía si iba a poder soportar que algo de aquello fuera verdad. La sola idea, me atormentaba.

Subimos al piso. En cuanto entramos, Az se tiró en el sofá y evitó mirarme. Estaba frustrado. No sabía si era porque no me entendía, porque no podía ayudarme o...

Sí que puede ayudarte.

—Tenemos que hablar —dije, sentándome, en el otro sofá. Vi cómo el hecho de sentarme alejada de él crispó aún más su rostro.

—¿Qué pasa? —preguntó confundido, irguiéndose en el sofá.

—¿Quién eres? ¿Qué has hecho? —repetir las palabras de la otra criatura, hizo que me supieran a veneno.

Esperaba que se riera. Esperaba que me respondiera rápidamente que yo lo conocía, que no había hecho nada, que no sabía de qué le hablaba. Recé porque no dudara al responder. Pero no hizo nada de aquello.

Se me quedó mirando fijamente. Su expresión no había cambiado, pero sabía perfectamente que estaba pensando a toda velocidad. No quería ni imaginar que le costaba responder, porque me había mentido. Sentí que el mundo se detenía.

—¿Qué te ha dicho? —preguntó tras unos minutos en silencio.

Estaba completamente tenso. Su expresión era fría, pero sus ojos expresaban el miedo que sentía por dentro. Probablemente gemelo al mío, porque yo también tenía miedo. Miedo a otra mentira. Miedo a su respuesta. Miedo a que fuese tan dura que, en verdad, deseara matarlo como había dicho la Mortífera.

—Az —susurré con voz ahogada.

Se me había formado un nudo en la garganta, apenas podía hablar. Mi corazón latía desbocado. Sentía que en cualquier momento iba a desvanecerme.

—Az —repetí.

Se puso en pie de un salto. Empezó a dar vueltas por la habitación, con una mano atusándose el pelo y desordenándolo aún más. Estaba susurrando algo, pero no lograba entender qué. Me puse en pie también. Iba a acercarme a él, pero se giró bruscamente y me miró con los ojos empañados

—Si te enseñara mis peores demonios... dejarías de quererme.

—¿Q-Qué dices?

—¡Que soy un monstruo, joder! ¡Nací en un mundo en el que estaba obligado y condenado a serlo! ¡Pero igualmente lo soy! ¡Es horrible, Ellie! —Volvió a darse la vuelta, dándome la espalda.

—No entiendo nada —logré susurrar, al borde del llanto también.

—¡Joder, Ellie, ¿qué no entiendes?!

—¡Nada, porque no me lo explicas! ¡Para mí no eres ningún monstruo! ¡Dime de una vez, que es eso que desconozco de tí! —empecé a gritar también.

—¡Te he mentido, ¿contenta?! ¡Llevo mintiéndote desde que te conozco! —Los puños que había apretado por la tensión, se relajaron, y lo miré, sin entender nada, pero con una tristeza inmensa inundando todo mi ser.

—¿Q-Qué quiere... decir eso? —pregunté. Me sentía muy vulnerable de repente, como si pudiese romperme en mil pedazos.

Entonces pareció que se daba cuenta de lo que había dicho. Sus manos también cayeron a sus costados, me miró con una mezcla de confusión, tristeza y miedo.

—Ellie...

—¿Qué quiere decir eso? —repetí, con una voz más firme.

—Yo...

—Az, no quiero más excusas ni mentiras, dilo de una vez. —Intenté parecer fuerte ante él, pero por dentro estaba muerta de miedo. Sintiendo la tristeza arroyarme, pensé que iba a derrumbarme en cualquier momento...

—Soy un Mortífero.

En vez de derrumbarme yo, fue todo mi mundo el que se cayó a pedazos tras aquellas palabras. Sólo quedamos él y yo, frente a frente; ambos rotos. Me había mentido. Era un... Mortífero. Porque sus palabras habían sido sinceras, reales, honestas. Lo era de verdad. Por primera vez, lo que me decía no era mentira, cuando más deseaba que lo fuera.

Me alejé un paso, aunque todo a mi alrededor hubiera desaparecido y por un momento pensara que iba a caer al vacío. Entonces, sí que había sido su sonrisa, sí me había atacado él, aunque lo hubiera negado el día anterior. Pero, lo había apuñalado... ¿cómo seguía vivo y frente a mí? Me alejé otro paso. Sentía que no podía estar cerca de él, de repente le tenía miedo. De golpe, por encima de todo lo que sentía por él, estaba el miedo. Pero el miedo dio paso rápidamente a la furia.

—¿Por qué yo? —Pareció confundido por mi pregunta—. ¿Por qué me elegiste a mí? ¡¿Tenías que destrozarme la vida aún más?!

—Eres mi Estímulo —respondió él, en voz baja.

—¡¿Qué coño significa eso?!

—Tú eres quien hace que pueda sentir. Yo no te elegí, yo no quería destrozarte la vida, estamos conectados... —Me quedé en silencio unos segundos, procesando aquello e intentando evitar gritar más.

—Sois enviados de la Muerte... —afirmé. Él se sentó de nuevo en el sofá, con los codos sobre las rodillas y la cara sujetada por las manos—. ¿Tuviste algo que ver con... con lo de mi padre?

Levantó la cabeza al instante. La mirada que me dirigió fue mucho más elocuente que cualquier otra cosa que pudiera decir.

—¡¿Lo... lo mataste tú?! —Asintió muy lentamente, con varias lágrimas resbalando por sus mejillas.

Y pude verlo. Ya estaba. Desapareció aquel oscuro secreto que escondían sus ojos.

Me temblaban la piernas, estuve a punto de caer al suelo, me senté en el otro sofá.

—¿Por qué?

—Tú... —Me impacienté al ver que no continuaba.

—¿Yo qué, Az?

—Acababa de descubrir que eras mi Estímulo —empezó a decir sin levantar la cabeza—, y tú estabas en mi lista.

—¿Qué lista?

—En la que figuran los que van a morir ese día. No podía dejar que murieras... perdería mis emociones.

—¿Osea que es eso? —pregunté dolida.

—Después de salvarte la primera vez, me gustó tu presencia junto a mí... y luego me enamoré. Ellie, no soy responsable de dónde he nacido, sólo de quién elijo ser por tí. Deseo renunciar a mi propio origen por tí, para poder amarte... te quiero como nunca lo haya hecho jamás —terminó diciendo, como si yo no hubiera hablado.

—Tú no me quieres —volvió a levantar la cabeza, para mirarme—, tú me utilizas, porque tus emociones dependen de que yo esté viva.

—Ellie, no, por favor...

No quería escucharlo, no era capaz de soportarlo más. Me puse en pie. Lo miré una última vez, expresándole todo el dolor que sentía, todo el dolor que me había provocado; y salí a toda prisa por la puerta. Ignoré que llevaba el vestido, no me importó ir con las botas. Sólo quería salir de allí.

Corrí. Corrí sin parar, sin rumbo. Corrí por las calles, esquivando a toda la gente que caminaba por allí. Corrí hasta un bloque de pisos cualquiera. Corrí por las escaleras hasta llegar a la azotea. Y me senté en el borde del edificio.

El Beso de la Muerte. #1   [✓]Where stories live. Discover now