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—¿Perdón? —inquirí sin creérmelo del todo.

—Que cuando la conocí no vine a su casa, y no sabía que vivía aislada —dijo con la vista aún clavada en el agua.

—¿Sabes qué? Estoy desesperada, vamos a ir nadando. —Fui a meter un pie en el agua, pero Az vino a mí a toda velocidad y tiró de mi brazo para apartarme de la orilla del lago.

—¡Ni se te ocurra meterte ahí! —exclamó verdaderamente alarmado—. Si digo que vive aislada es por algo. Eso no es agua, sólo lo parece. Métete ahí y te quemas viva.

Me quedé con la boca abierta. A mí no me gustaba la gente, pero no me rodeaba de agua mortal para que nadie se me acercara. Me crucé de brazos y empecé a dar vueltas en círculos, intentando pensar en una forma de llegar a la torre, hogar de una Bruja.

—¿Y si la llamamos a gritos?

—No seas estúpida, Ellie.

En vez de protestar, le di una patada a una piedra. Una piedra que no se movió. Miré fijamente la piedra, intentando descifrar si no se había movido porque mi fuerza era nula o por cualquier otra mágica razón. Y mi respuesta llegó antes de lo que esperaba: el suelo tembló. Como en un terremoto, el suelo empezó a moverse, las piedrecillas de la orilla del lago a sacudirse. Un árbol cayó a tan sólo unos metros de mí, y Az corrió hasta mí, y me tiró al suelo para evitar que me aplastase. Todo ello a una velocidad que no me dio tiempo a procesarlo todo. Entonces, sin dejar de moverse el suelo, se formó un camino en mitad del lago. Se apartaron las aguas para crear un pasillo por el que pasar, con paredes formadas por agua.

Az me miró con los ojos muy abiertos y me cogió de la mano para ayudar a que me levantase. Sin soltarme la mano, empezó a correr por aquel camino en el fondo del lago. Llegamos a lo que al principio había parecido una isla, pero que era una montaña. Desde el fondo del lago, que realmente no era muy profundo, se veía la torre mucho más alta que desde lejos. Az se acercó más al pie de la montaña y comprobamos que había rocas estratégicamente colocadas para poder subir. Escalamos la montaña. Az a una velocidad que pronto lo hizo parecer una mera silueta y yo a una velocidad humana. Llegamos a lo alto de la montaña. Aparte de la torre había un pequeño bosque, que me sorprendió ver porque no estaba seco ni medio muerto. Az no le prestó atención a aquel detalle y se acercó a la puerta de la torre.

El edificio estaba bastante viejo, y no era completamente recto. Era como si se hubieran hecho tres partes por separado y luego las hubieran juntado de mala manera. Era de piedra negra o gris, con un tejado rojo algo destartalado.

Oí cómo Az llamaba a la puerta y me puse a su lado. No hubo respuesta. Az lo intentó de nuevo. Siguió sin responder nadie. Ya podía ver la impaciencia en los ojos de Az. Llamó una tercera vez más fuerte.

—¡Mary Storm, sé que estás ahí dentro! ¡Necesito tu ayuda! —exclamó Az algo enfadado.

—¡Exactamente porque eres tú quien la necesita no te voy a ayudar! —respondió una mujer desde dentro de la torre.

—¡Venga ya, eres la Gran Bruja, ¿a quién quieres que le pida ayuda si no es a ti?!

—¡¿No sabes hacer magia?! ¡Puedes ayudarte solito!

Az iba a responder, pero me adelanté yo, porque no me apetecía que dijera algo que nos alejase aún más de la oportunidad que suponía que aquella Bruja nos ayudase.

—¿Mary? Soy... Agnes. No sé por qué no te cae bien Az, que no significa que no te entienda, pero quien necesita ayuda no es él, sino yo. Me utilizó como apuesta en un juego y ha perdido; el que ganó quiere su premio y no soy lo que él cree.

El Beso de la Muerte. #1   [✓]Where stories live. Discover now