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Abrí los ojos, pero sentí un dolor de cabeza tan intenso que me vi obligada a cerrarlos de nuevo con fuerza. Sólo por el dolor de cabeza me entraron náuseas y ganas de vomitar, pero allí no había baño al que ir. No pude contenerme y me asomé al borde de la cama para expulsar lo poco que había comido. Al principio, me sentí mal por vomitar en el suelo, pero entonces recordé que estaba secuestrada y me dio igual que alguien lo tuviera que limpiar.

Mi dolor de cabeza seguía siendo intenso, y no quería salir. Me daba miedo. De verdad, estaba asustada; había intentado ser fuerte, pero el hecho de estar al borde de la muerte a manos de aquel monstruo, me había hecho darme cuenta de que aquello iba totalmente en serio. El vértigo inicial de verme encerrada en una casa como aquella, tan elegante y bonita, no me había alarmado tanto como pensaba. Ahora entendía la gravedad de la situación en toda su dimensión. Y estaba aterrada.

Entonces recordé que aquel monstruo me había roto la mano, me la había aplastado con su zapato haciendo crujir todos sus huesos. Pero al levantar mis dos manos para comprobar su estado, estaban intactas. Pude mover todos mis dedos, y tenían el aspecto de siempre. Ni rastro de las fracturas. Nada. No entendía cómo podían estar tan perfectas. Tal vez, me habían curado como ya lo hiciera Az con mi pierna.

De alguna manera logré sentir que alguien se acercaba por el largo pasillo que llevaba hasta aquel dormitorio. Lo sentía, porque notaba las vibraciones que provocaban sus pasos, aunque no los oía. Todavía estaba lejos, pero se acercaba. Miré en dirección al armario y agradecí profundamente que nadie hubiera limpiado los cristales del espejo que había roto la noche anterior. Me levanté rápidamente y cogí uno de los trozos más grandes. Iba a volver a la cama, y fingir estar dormida, pero entonces vi algo que me horrorizó más si cabía. Me había venido la regla. Las sábanas estaban cubiertas de sangre. Miré mi ropa; alguien me había cambiado el vestido por un camisón de seda, pero estaba también manchado de rojo intenso. No sabía qué hacer. Me llevé las manos a la cabeza y estuve a punto de cortarme con el trozo de espejo. Estaba aterrada, desconocía si los Demonios o cualquier otra especie de Nusquam tenían el periodo. Si no era así, estaba perdida.

Seguía escuchando los pasos que se acercaban, mi cabeza estaba a punto de estallar por el estrés que me provocaba encontrarme en aquella situación. El monstruo casi me mata la noche anterior, aun creyendo que podría enseñarle lo que él deseaba ver, ¿qué me haría si descubría que yo no era lo que él esperaba?

La puerta se abrió, sin darme tiempo a meterme en la cama de nuevo, que había sido mi desesperado plan. Como acto reflejo, levanté el trozo de cristal hacia la puerta, intentando parecer amenazante. Pero mi mano flaqueó, porque apareció alguien que no esperaba, y por alguna razón eso me debilitó.

Encontrarme con esos ojos azules que me habían salvado la noche anterior, hizo que dudara de si suponía una amenaza.

Está con ese otro ser terrible, claro que es una amenaza.

Hice caso a la parte racional de mi cabeza, y sujeté con más firmeza el cristal a modo de cuchillo. El chico que había entrado, levantó sus manos en señal de rendición, pero con una sonrisa divertida en el rostro, y dejó caer lo que traía en sus manos. Era un chico alto, con el pelo castaño claro, sus ojos de un azul entremezclado con gris eran excepcionalmente bellos. Aunque claro, todo en él lo era en realidad, porque parecía ser otro perfecto. Era el primer perfecto que veía que no tenía un aura ni extraña ni oscura a su alrededor.

Nos quedamos unos segundos en la misma posición, yo con el trozo de espejo en alto y él enseñando las palmas de sus manos. Hasta que se cansó, y me dio una rápida patada en la mano para que soltara lo único que tenía como arma. Intentó acercarse un paso a mí, pero retrocedí del todo hasta que choqué con la mesita de noche, junto a la cama.

El Beso de la Muerte. #1   [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora