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Me desperté y lo primero que sentí fue algo helado rodeando mi cintura, pegado a mi espalda. Era Az. Me removí un poco para intentar que me soltara, pero hizo todo lo contrario y me pegó más a él. Me quedé quieta unos segundos. En realidad la postura no era lo incómodo, sino la situación. Cuando vi que no me iba a soltar me rendí, e iba a dormirme otra vez, pero entró Mary en la habitación haciendo que la puerta chocara con la pared. Az se sobresaltó y levantó de golpe, con el cuchillo de cuarzo en la mano. Mary abrió los ojos desmesuradamente al verlo y se apartó un poco.

—Sólo venía a despertaros —dijo ella algo asustada. Az bajó el cuchillo.

—Pues no entres así. —Se giró hacia mí y sonrió de lado—. Buenos días, Ellie.

—Buenos días —respondí.

Salí de la cama y miré a Mary, que se había quedado bajo el marco de la puerta.

—¿Tienes ducha, verdad?

—¿Por quién me tomas, Agnes?

—Hoy es Hazel. —Ella elevó las cejas, sin entenderme.

—Cada día se llama de una manera, Mary —añadió Az a mi espalda.

—Ah, qué interesante —dijo perpleja.

—¿Me podrías dejar algo de ropa?

—Sí, claro, querida.

Después de ducharme y cambiarme de ropa fui a la cocina, donde estaban Az y Mary. Antes de entrar los oí discutir. Aunque no era propio de mí, pegué la oreja a la puerta para escuchar qué decían.

—Si no se lo dices lo haré yo —decía Mary enfadada.

—¡No! ¡No puedes hacer eso! —exclamó Az. Su tono de voz me desconcertó, sonaba enfadado, triste, asustado.

—Puedo, y lo haré.

—No, por favor, lo haré yo, pero aún no. Deja que lo haga yo —suplicó Az, con voz dolida.

—¿Por qué? —cuestionó Mary con voz fría.

—Porque es ella.

—Me acabas de dar más razones para decírselo.

—¡Que no! ¡Deja que se lo diga yo, joder!

De repente la puerta se abrió, haciendo que yo casi cayera hacia delante. Me estrellé contra el pecho de Az. Me miró desconcertado al principio, pero luego volvió a fruncir el ceño y me cogió por la muñeca. Avanzó por el pasillo tirando de mí y salió por la puerta. Hizo un movimiento con su mano y apareció ante nosotros la moto. Me puso el casco bruscamente y se colocó el suyo. Nos montamos en la moto cuando el suelo empezó a temblar y se abrió de nuevo el lago. Abracé a Az por la cintura y él aceleró para bajar por la montaña. Fuimos dando tumbos, por un terreno peligrosamente empinado, hasta el fondo del lago. Aceleró aún más al llegar al fondo llano y me agarré aún más fuerte a él. Continuó igual de rápido por el bosque. Cuando nos acercamos a la ciudad por la que habíamos ido el día anterior, giró para rodearla. Aceleró aún más, y entonces me asusté de verdad.

—¡Az, o frenas un poco o me tiro de la moto en marcha!

Aquello hizo que frenara en seco. Estuvimos a punto de salir despedidos hacia delante. Cuando nos hubimos equilibrado se bajó de la moto quitándose el casco. Se pasó las manos por el pelo mientras se alejaba un poco del vehículo. Se giró para mirarme. También yo había bajado y me había quitado el casco. Se quedó parado mirándome fijamente a los ojos. Entonces empezó a acercarse a mí de nuevo, y me abrazó. Me apretó contra su pecho estrechándome entre sus brazos y enterró la cara en mi pelo.

El Beso de la Muerte. #1   [✓]Where stories live. Discover now