Cap. 1

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┌→❝ visiones ❞」


Una brisa fría recorría la habitación de número 002. Aún y caída en un sueño profundo podía sentir el aire helado recorriendo su cuerpo dejándole la piel de gallina. Algo le decía que tenía que despertarse, aún y cuando su conciencia lo quería hacer, su cuerpo no se lo permitía. Sus ojos recorrieron su habitación, pero sus extremidades no respondían. Otra vez no. Pensó la chica.

Una figura oscura estaba posada en la esquina de su cuarto, se podía ver la silueta de un hombre, pero no se distinguía su rostro, el cuerpo cada vez caminaba más cerca hacia ella, la rubia inmóvil sin poder defenderse trataba de gritar por ayuda, pero le era imposible. Justo cuando el hombre estaba apunto de posarse a lado de ella, 002 despertó de golpe con la respiración agitada y sudor rondando por su cuello. Sintió un nudo en la garganta, no era la primera vez que esto pasaba. Y aún y cuando iba a terapia con los enfermeros para tratar de descubrir de dónde venían estas pesadillas, no tenía ninguna pista de porque soñaba esto.

La rubia miró a el reloj colgado en la pared de su solitaria habitación. Se había levantado tarde, otra vez. Le sorprendió que ningún enfermero vino a despertarla. Se levanto de su cama, pisando descalza, sintiendo escalofríos por el piso helado. Al momento de abrir la puerta de su habitación, su pecho chocó contra el de un joven alto, rubio y de ojos claros. El cual se apartó rápidamente.

—Buenos días. Duermes bastante profundo, dos.—Sonrío el chico mirando a el reloj al final del pasillo. La chica asintió con su respiración agitada, cortando la conversación con el muchacho, camino rápidamente hacia la sala donde los demás jóvenes estaban entrenando. El chico miro desconcertado a la rubia, y la siguió hacia la sala.

Al entrar, se podían observar más de diez niños, cada uno enfocado en diferentes ejercicios, pero todos igual de concentrados.

Dos tomó un lugar en el piso, en frente de un pequeño tablero con números del uno al seis en la parte de abajo. Tenía que tirar una pelota dentro de el tablero y moverla sin tocarla para que cayera en el número que ella deseaba. Miro fijamente su el número elegido, y boto la pelota. Cerró sus ojos imaginando que la pelota caía en su lugar y se movía en la forma que ella quería. Al abrir sus ojos vio que estaba en el número cuatro. No el que ella había elegido.

—Estas distraída.— Una voz familiar detrás de ella comentó mirándola fijamente.
—Claramente, once.— La castaña se sentó a lado de dos, sin quitar su mirada de la chica.

—concéntrate en la pelota, no pienses en nada más.—trato de ayudar la chica de ojos marrones. Dos suspiró gravemente. Volvió a insertar la pelota, vio cómo bajaba lentamente por todo el tablero. Nuevamente, cayó en el número cuatro.


Desde la puerta de el salón observaba detalladamente a dos. Sentí un tipo de pena por ella. Sus pesadillas solo parecían empeorar, por más que ella lo negara. Yo no estaba especializado para hablar con ella sobre el tema, pero tampoco me parecía que los que si lo estaban, estaba haciendo un buen trabajo. Decidí acercarme a ella. Indique con mi cabeza hacia once que fuera con los demás para poder hablar con Dos. Me senté a un lado de ella, mientras ella me observaba con curiosidad, supongo que preguntándose qué quería.

—¿lograste el número que querías?—Pregunté iniciando una conversación.

—no. Todavía no.—Dos jugaba con sus dedos, tronándolos o arrancando pequeños pedazos de piel de su cutícula.

—¿como dormiste, dos?—pregunte con una pequeña sonrisa, indicando indirectamente que ya sabía sobre la vuelta de sus pesadillas. La rubia me volteo a ver como si no supiera a que me refería. Huh, es lista.

—bien. ¿Porque la pregunta?—suspire pesadamente, era difícil hacerla hablar.

—mira, entiendo que no quieras hablar con los demás enfermeros de esto. Pero es importante. Si esto te está molestando, o te puede afectar de alguna manera, necesitamos saberlo. Necesito saberlo.—explique, con un tono de preocupación en mi voz.—háblalo conmigo. No dire nada.—y era cierto, no todo lo que escucho lo hablo con mis compañeros.

Dos apartó un mechón de cabello detrás de su oreja, me miró entrecerrando sus ojos, decidiendo si debería decirme o no.—no podía moverme. Mi mente funcionaba, y mis ojos también, pero mi cuerpo no. Trataba de gritar y no podía.—Parálisis del sueño. Una de las peores experiencias en pesadillas, la única vez que lo viví fue horrible. No me imagino vivirlo diario.

—¿porque tratabas de gritar por ayuda?—Dos dejó de respirar por un momento, indicando lo nerviosa, o aterrada que estaba.

—había alguien dentro de mi habitación.—instantáneamente hice contacto visual con ella. ¿Quien estaría en el cuarto de dos en la mañana? Esto era preocupante.—no se si era parte del sueño. Supongo que si. Pero no podía distinguir quien era. Solo era una figura negra.

—y esa figura.... ¿Trataba de lastimarte?— la rubia negó con la cabeza.—¿no lo sabes?

—no. Pero estoy segura que estaba dentro de mi cabeza. Al despertar ya no estaba. Pero antes de hacerlo se acercaba cada vez más. Siempre pasa lo mismo. Despierto antes de que me alcance.

—¿No tienes alguna idea de quien puede ser? ¿Alguien de tu pasado, Dos?

—no recuerdo nada de mi pasado Peter.—hice una pequeña sonrisa al ver que me había llamado por mi nombre, casi nadie de los jóvenes en la institución lo hacían. Fue reconfortante, me sentí.... Más humano.

—recuerda mencionarme cada qué pasa algo así Dos. Es importante. No puedes guardártelo todo.—Dos asintió con una expresión de pena. Sonreí y me levante para seguir asistiendo a los demás en la sala.


—no puedes guardártelo todo—asentí a el enunciado de Peter, uno de los enfermeros. Era reconfortante saber que se acercaba a mi edad, solo tres jóvenes más eran máximo un año menor que ella, nada arriba de 17. tenía demasiadas cosas en la cabeza con que lidiar. No podía concentrarme con la simple tarea de meter la pelota en el número que elegí. Sentí una presencia detrás mío, mirándome fijamente por la espalda. Voltee a mirar quien era. Hay dios.

—solo concéntrate.—cuatro, un muchacho alto de complexión delgada, con tez morena y el segundo mayor de todos, después mi. No lo voy a negar, a veces alegraba mis días, pero no quitaba el hecho de que su ego era más grande que su cabeza.

—gracias cuatro. No lo había pensado.—conteste sarcásticamente.—¿porque no lo haces si eres tan bueno?

Cuatro levantó sus hombros indicando que no le importaba, y se sentó a un lado mío, insertando la pelota en el tablero.—seis.—exclamó el número en voz alta para dar a conocer el que había elegido. Cerros sus ojos, moviéndolos de un lado a otro, al abrirlos, la pelota había caído, efectivamente, en el número seis.—¿ves? Fácil.

Suspire con profundidad, con estos pensamientos rondando por mi cabeza. Ningún ejercicio era fácil. Ni lo serían por mucho tiempo.

V.

APOCALYPSE - Peter BallardWhere stories live. Discover now