𝗠𝗔𝗬𝗗𝗔𝗬 ─── CHAPTER I.

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JUNE 28, 1984. Rusia.

La nieve pintaba los caminos de Rusia, la luna se asomaba con ansias por el horizonte Sudeste mientras que un pequeño destello del Sol marcaba su hora final por el día de hoy.

Lejos de la Madre Rusia, escondidos entre grandes cuerpos montañosos se encontraba la base secreta de los soviéticos. Su país era un caos, muerte y destrucción decoraban las calles de aquel precioso país, pero ¿Saben qué era aún más bello? lo que había detrás de aquella puerta metálica perfectamente reforzada y asegurada, resguardada por hombres armados hasta los dientes; si por alguna casualidad lograbas poner un pie dentro, lamento decirte amigo mío, que no vivirías para contarlo.

—¿Saben? Suelen llegar a la hora de nuestro almuerzo ¿No es así Alexei? — Comentó molesto un hombre que vestía una bata blanca, a su lado había un muchacho vestido similar con unas características gafas redondas.
—Tu maldito almuerzo puede esperar. — Respondió con muy mal genio un hombre uniformado, a su lado estaba su acompañante que era, posiblemente, el doble que él: Alto, de espalda ancha y facciones marcadas, músculos sobresalientes y uniforme que marcaba su rango en el ejército.

Ambos científicos se miraron entre sí, no fueron capaces de responder, sólo continuaron con su tarea: mostrar su avance de aquel invento.

Aquellos cuatro hombres se encontraban en una especie de palco dónde las computadoras y artefactostecnológicos quitaban el espacio para caminar; a su alrededor había más científicos y personal de la fuerza, las personas de bata blanca tecleaban con fuerza sobre sus computadores, mientras que los uniformados vigilaban cada paso de éstos. Frente a ellos se encontraba una ventana con cristal de policarbonato con vista al centro del lugar en donde se podía visualizar una gran máquina frente a una pequeña brecha hacia aquello que la ciencia propia desconocía: un camino directo hacia "El Otro Lado"

Todos estaban expectantes. Ambos científicos a cargo de aquello se pusieron frente a un tablero repleto de botones pero que a los costados de este tenía dos entradas para una especie de llave, el más joven de gafas tomó una maleta y la puso sobre la mesa a su lado, presionó ambos botones y el maletín se abrió dejando a la vistas dos llaves con la misma forma de entrada, ambos pusieron las llaves en su lugar correspondiente y...

—Un año. — Le comentó al joven de grandes gafas. —Si no puedes lograrlo para dentro de un año... — Hizo una pausa el general para ver al científico mayor siendo ahorcado por su acompañante mientras que Alexei sólo mantenía su cabeza baja.
Una vez el gigante compañero del General se deshizo de la "plaga" continuó su camino.
Un año o él terminaría igual.

﹝•••﹞

Estaba oscuro, desconocía el lugar donde se situaba, era una especie de... ¿Lugar abandonado? No lo sabía, mucho menos lo entendía.
A lo lejos pudo ver una extraña figura, cada paso que daba por el frío pavimento la asustaba cada vez más y más, aún así avanzó, no se detuvo.

—¿¡QUÉ QUIERES DE MÍ!? — Escuchó un grito ensordecedor retumbar sus oídos.
Cerró sus ojos por tal susto, cayó al suelo y rápidamente cubrió sus orejas, imágenes pasaban a cámara rápida frente a sus ojos, gritos desgarradores mutilaban sus oídos.

Mayday... — Un dulce susurro calmó toda agonía y justo cuando giró para saber de dónde provenía todo se esfumó.

Voces lejanas se oían con dificultad, su vista era borrosa pero luego de parpadear un par de veces, consiguió orbitar sus ojos.

—Bienvenida nuevamente, Seven. — Recibió cálidamente la doctora a la pequeña pelirroja.

La muchacha visualizó por un momento su alrededor y supo enseguida que no estaba en la enfermería: estaba en la sala de pruebas. Sus pies y manos estaban atadas a la camilla, un cinturón pasaba sobre su frente y un "collar" de cuero estaba clavado en su cuello.
Alguien abrió la puerta, pero no pudo ver quién era, solo podía oír los fuertes pasos.

—Tuviste tres episodios esta semana Seven y lamento informarte que todo lo que pasa en esta instalación llega a mis oídos. — Era una voz pesada y raposa.

El gran General.
Quien la había sacado de Indiana.

Seven trató de moverse, pataleaba y forcejeaba, pero todo era en vano. Cuando el General entró en su visión pudo notar que llevaba un pequeño artefacto con un botón rojo en medio, cuando lo presionó pudo sentir una terrible carga eléctrica recorrer cada parte de su cuerpo y como, de cuchillas se tratase, el collar se incrustaba en su cuello. Gritó, pero nadie la socorrió.
Una. Dos. Tres veces a máxima frecuencia.
Sentía como su lengua se adormecía y sus párpados se cerraban, pero cuando estuvo por presionar aquel botón por cuarta vez hizo un gran esfuerzo por gritar.

—SOMBRA... INDIANA... ¡PORTAL! — Gritó desesperada y de forma entrecortada.

El General sonrió por su última palabra, dejó el botón sobre la mesita auxiliar y quitó con cuidado el collar, luego desató todo su cuerpo.

—¡Muy bien hecho, Seven! — Felicitó el viejo mientras palmeaba suavemente la cabeza de la menor. —¿Ves? no es tan difícil colaborar con quién te da cobijo. — Hizo una larga pausa, suspiró pero luego colocó su mejor sonrisa sobre su rostro. —Prudence, dale otra descarga y luego llama a Yulia para que se encargue. —

Pero cuando 007 sintió el collar sobre su cuello no lo pudo contener y gritó. Su grito era tan desgarrador que cualquiera podía sentir como las cuerdas vocales de la niña se quebraban con aquello: de pronto las paredes se agrietaron, del techo caían litros de sangre que inundaban la habitación mientras que Seven solo gritaba de dolor y angustia.
Tanto la enfermera como el General estaban ciertamente asustados, pues sabían lo que venía.
Prudence comenzó a quedarse sin aire, el oxígeno no pasaba libremente como debía serlo, llevó ambas manos a su cuello pero claramente nada había ahí; por otro lado, el General comenzó a sentir como si sus ojos estuvieran a punto de explotar, pudo sentir unas "manos" posarse sobre su boca y como estiraban de ella como si quisiera separar ambas partes de sí.
Los gritos de Seven jamás cesaron.
Prudence tenía la cara azulada por la falta de oxígeno.
El gran General estaba cubierto de sangre con su mandíbula separada del rostro.

—¡MAYDAY! — Se pudo oír a lo lejos y de forma casi inaudible.
Tanto la enfermera como el uniformado estaban tirados en el suelo, convulsionando por culpa de aquellas alucinaciones creadas por Seven, quién se encontraba aún llorando sobre la camilla.

𝗦𝗘𝗩𝗘𝗡,- 𝗐𝗂𝗅𝗅 𝖻𝗒𝖾𝗋𝗌 Where stories live. Discover now