38. (Extra) Frederick y yo

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El auto nos había encerrado en un silencio sepulcral.

Natalia estaba conduciendo, con la vista fija en el frente. Sus manos estaban tensas alrededor del volante, los nudillos pálidos y sus uñas marcadas en el cuero. Ella solía portar un rostro serio, imposible de leer, sin embargo esta vez podía verse claramente que estaba enfurecida. Su sola presencia era imponente, pero cuando estaba molesta... Nadie sería tan estúpido para cruzarse en su camino.

—Nat... —intenté decir.

Ella alzó una mano, silenciándome. Volví mi mirada al camino.

Andrew estaba en el asiento trasero, tan o más furioso que Natalia. Su mandíbula tensa, con la mirada perdida en las gotas de lluvia resbalando por la ventana. Si algo teníamos en común los White era un fuerte temperamento y nadie en su sano juicio querría enfurecer a más de un miembro de la familia al mismo tiempo.

—Andrew... —supliqué.

Él negó con la cabeza.

—Nada de lo que digas será útil, Camila. Iremos a su casa y arreglaremos esto —gruñó.

Yo sabía que él no se refería a arreglar las cosas de manera pacífica, pero yo no deseaba crear más violencia. Estaba cansada de ella.

Natalia se estacionó frente a un jardín que daba hacia a una casa de color crema, con fachada pequeña y elegante. Yo había estado en esa misma casa apenas horas atrás, antes de que toda esta situación se me saliera de las manos. No había tenido la intención de que mi hermana y mi primo se involucraran.

La noche y la lluvia le daban una vista tétrica al jardín de la casa, lleno de gnomos y macetas sin flores, solo tierra. Un trueno sonó a la distancia.

Natalia y Andrew intercambiaron una mirada antes de desabrochar sus cinturones para salir del auto.

—Quédate aquí —me ordenó Andrew.

Negué con la cabeza. Desabroché mi cinturón y salí antes de que Andrew pudiese detenerme. La lluvia rápidamente comenzó a empapar mi cabello y ropa, pero esa era la menor de mis preocupaciones.

A paso seguro, Natalia fue a llamar a la puerta. Andrew se me adelantó y, cuando llegué a unos pasos a la espalda de mi hermana, extendió su brazo para no permitirme el paso. A su manera, yo sabía que también estaba intentando protegerme. Todo lo que Andrew siempre quiso fue protegerme.

La puerta se abrió, dejando salir la luz del hogar y contrastando con la silueta de un chico de dieciocho años. Aunque la noche no me permitía ver sus facciones, yo las sabía de memoria. Su cabello negro y piel clara, ojos oscuros y nariz aguileña, labios carnosos y mandíbula marcada. Hombros anchos, brazos fuertes, manos grandes. Torso ejercitado, piernas largas. Recordaba a la perfección mi tormento y mi salvación.

—Camila... —murmuró con sorpresa, ignorando por completo a mi familia—. Creí que... No contestabas mis llamadas, ni mis mensajes y me preocupé. Pensé que no volverías.

Desvié mi mirada al jardín, donde hacía no mucho le había concedido una segunda oportunidad. Donde, sin saberlo, había firmado mi ruina.

Derek hizo a un lado a mi hermana y salió a la lluvia para acercarse a mí, pero Andrew lo detuvo apenas a unos pasos de mí.

—Te acercas un milímetro más y te rompo la nariz —amenazó, apenas audible por la lluvia.

Entones Derek por fin pareció reparar en mi compañía: las dos personas más letales de mi familia. Andrew no temía de utilizar la fuerza bruta y Natalia no estaba a favor de utilizar sus manos para herir a alguien, no obstante, su mirada era suficiente para querer salir corriendo. Juntos podían destruir a cualquiera que se metiera con ellos. O conmigo.

Anormal | 1Where stories live. Discover now