23. Destellos entre confesiones

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Aparecimos en la sala de estar de nuestra cabaña. El silencio nos confundió por un momento, nuestros oídos se habían acostumbrado a la música a todo volumen. Revisamos que nos encontráramos completos y que no hubiera nadie faltante. Soltamos un suspiro de alivio casi al unísono y Brandon se desplomó sobre el sillón con una risa bobalicona. Era realmente extraño ver a Brandon así.

—Bueno, eso sí que fue una fiesta —comentó Frederick.

Posé a Eagle la Lagartija sobre el piso y me alejé un paso para que tuviera espacio para transformarse.

—¿Creen que alguien haya notado algo? —preguntó Ryan con la preocupación que todos sentíamos.

Eagle regresó a ser humano y se sacudió los hombros antes de responder:

—Algunos chicos de la esquina del billar posiblemente. Pero desde el minibar podía oler la marihuana y otras sustancias, así que mañana lo olvidarán o pensarán que fue una mala pasada de su mente.

—Genial, entonces no tendremos que preocuparnos por Kira y Andrew regañándonos por haber activado nuestros poderes —dijo Frederick.

—¿Cómo pasó eso, por cierto? —cuestioné con curiosidad.

Me crucé de brazos hacia los tres chicos que de la nada habían desarrollado poderes nuevos casi simultáneamente. Michael se encogió de hombros.

—No lo sé. Yo estaba cerca del minibar buscando a alguno de ustedes, cuando empecé a teletransportarme. Nunca antes lo había hecho. —Suspiró con cansancio. Entonces pareció recordar algo. —Había algo parpadeando en la mesita de bebidas. Una esferita de metal, del tamaño de una canica, con un pequeño círculo de luz roja. Era un objeto extraño, así que no lo toqué, pero de cualquier manera comenzó a girar por sí sola. Me teletransporté y cuando regresé ya no estaba.

No tenía la menor idea de lo que aquella esfera podía significar. Debíamos preguntarle a Andrew o Kira después, aunque seguramente no nos dirían nada. Estaba comenzando a cansarme de la secrecía.

—En otras noticias, conseguí muchos números —presumió Anthony con la actitud recuperada después de irritarse por el estado de Brandon.

Me mostró los números recién añadidos en la pantalla de su celular. Yo lo miré con indignación.

—¿Cómo es que tú sí tuviste tiempo de cargar tu celular? —me quejé como niña pequeña.

Anthony soltó una risa burlona.

—Siempre ha tenido batería, Alien. Manejo la electricidad, ¿recuerdas? Lo único que hacía falta era algo de señal.

—Todo este tiempo pudiste haber cargado nuestros celulares, ¿y ni siquiera lo mencionaste? —cuestioné incrédula.

—No preguntaron. —Se encogió de hombros.

Bufé y se volvió a formar silencio en la habitación. Yo tenía tremendas ganas de utilizar el nuevo sistema de ducha para quitarme el olor a mojito, pero sentía que aún no era hora de separarnos. Algo faltaba por decir, sin embargo, no sabía qué podía ser.

Deseé haberme ido a duchar cuando Ryan rompió el silencio con la estupidez más grande que había escuchado salir de su boca:

—Me gusta Camila.

Claramente eso no era lo que faltaba por decir.

Me quedé inmóvil, sin pestañear y casi sin respirar. ¿Cómo se reaccionaba a una declaración de ese tipo?

Pensé que los chicos se echarían a reír o lo ignorarían y se irían a dormir, pero reaccionaron más que yo.

—¿En serio? ¿Alien? —Anthony me señaló con el pulgar, asqueado.

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