33. Equipo incompleto

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Los días comenzaron a transcurrir lentamente.

El primer día no me sentí tan afectada. Claro, extrañaba los chicos y me sentía mal por no haberme despedido, pero también había extrañado hablar por teléfono con Lucy y pasar tiempo con mis hermanas, así que no había estado tan mal. Me encontraba bien.

El segundo día ignoré a Andrew por completo, sintiendo ganas de golpearlo cada vez que lo veía rondar por nuestro hogar. Mi sangre hervía solo de pensar en todas las mentiras que aún mantenía, por todos los secretos que se negaba a decirme. Pero me encontraba bien.

El tercer día me sentía extraña, con necesidad de actividad. No podía entrenar, no quería desarrollar mis poderes. Así que salí al supermercado a comprar tanta comida que el hombre que me atendió me preguntó si lanzaría una fiesta. Al llegar a casa comencé a cocinar todas las recetas vegetarianas que había aprendido de Eagle y todas las recetas no vegetarianas que había aprendido de Michael. Natalia me miró extraño y trajo el termómetro para asegurarse de que no tuviera fiebre, ya que nunca me había visto siquiera encender la estufa. No encontró nada mal en mí, porque yo me encontraba bien.

Para el cuarto día tenía kilos de comida y nada que hacer. Mis dedos picaban por llamarle a Frederick, pero Andrew había eliminado su número celular de mi teléfono y yo no me lo sabía de memoria. Hasta ese momento pensé en lo estúpidos que habíamos sido como equipo al no haber intercambiado números. Habíamos creído que tendríamos otros diez años para hacerlo y no había sido una de nuestras prioridades. Sentada en la sala de estar de mi hogar, sola con mis pensamientos, me convencí de que eso era lo mejor. Me convencí de que los chicos estaban mejor sin mí y yo estaba mejor sin ellos. No me habían querido desde el principio y yo me había sentido fuera de lugar desde el principio. Era mejor así. Me encontraba bien.

La noche del cuarto día olvidé por un momento que no me encontraba en la cabaña. Me desperté en la madrugada y, justo en ese segundo donde el cerebro aún está actualizándose, sentí que me encontraba sobre el colchón en la habitación que compartía con Frederick. Medio segundo después recordé que me encontraba sola en mi propia habitación, con sábanas de seda y un elegante candelabro sobre mi cabeza. Y otro medio segundo después, recordé por qué me había despertado a mitad de la noche: había tenido una pesadilla. Al contrario de las últimas veces que la había soñado, esta vez sí la recordé. Recordé el sentimiento de terror y traición que ahogó mi corazón cuando Anthony me encerró en aquel contenedor de metal, aprovechándose de mi peor fobia.

La mañana del quinto día me sorprendió despertar sin sentirme molesta con Anthony. Lo reflexioné por largos minutos sobre mi cama. ¿Por qué ya no estaba molesta con él? ¿Por qué el sentimiento había desaparecido, literalmente, de la noche a la mañana? Llegué a la conclusión de que en realidad esta yo no le guardaba rencor a este Anthony, sino que la parte de mí que había deseado su muerte en realidad había sido la otra yo, dirigida hacia el otro Anthony, el Anthony de la otra realidad. Porque yo sabía que este Anthony no me traicionaría. Me había salvado la vida y yo había salvado la suya, múltiples veces. Habíamos formado una amistad, habíamos sido francos, habíamos hecho una tregua. Al contrario de la otra realidad, donde Anthony solo había escuchado mi historia y yo no la suya, eso había sido unilateral. Pero en la versión que nosotros habíamos vivido, el vínculo que creamos había sido real. Lo que sucedió en la otra versión de nuestras vidas, lo recordaba como un mal sueño, una pesadilla que ilustraba el peor caso, que nunca existió. Así que me encontraba bien.

Por primera vez en los cinco días, sí me encontraba bien. Al menos, comenzaba a hacerlo.

El sexto día sentí ganas de llorar, cosa que no había hecho antes. Así que lo hice. Lloré por horas hasta que mis lagrimales quedaron tan secos como una pasa. Cristina intentó consolarme silenciosamente, abrazándome y ofreciéndome de sus dulces favoritos. Ella no sabía lo que le sucedía a su hermana mayor, pero intentaba hacer lo posible por que dejara de estar triste. Tuve que explicarle que mi viaje a Haití me había desestabilizado emocionalmente, pero que estaría bien. La única consolación que tenía en ese momento, además de mis hermanas y Lucy, era que aún podría ver a Ryan en la preparatoria. Él podría hablarme de todo lo que sucedía con el equipo y las misiones y yo podría decirle cuánto lamentaba haber renunciado. Me encontraría bien eventualmente.

Anormal | 1Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα