capítulo treinta y uno.

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— No pos' normal —Susurró al mirar el teléfono de Kousuke–San y ver como se apagaba repentinamente por la falta de batería

Según yo lo había dejado cargando toda la noche y en realidad no fue así

Como sea, el problema no resulta ser tanto la falta de batería en el teléfono si no, alguien con nombre: Shirofuku–San

¡Esa mujer quiere matarme! primero me trata como si fuese su pequeña niña ayer y ahora me deja varada aquí en medio de Tokio. Modo triste.

— Oiga ¿no tiene un yen por allí que me regale?

Síp, hasta este punto llegamos, lo que es ser pobre y abandonada por tú dulce anfitriona.

El muchacho al que le pedí dinero se gira a mirarme, suelto un 'hm' curiosa al ver su rostro familiar. Entonces, cuando lo recuerdo, lo señalo con el dedo y él hace exactamente lo mismo

¡¿Tenía que ser él de entre tanta gente?!

— Son los zapatos que quería, valió la pena mi mesada.

Ambos miraramos de donde proviene esa voz y yo hago una expresión de horror ¿por qué de entre tanta gente tenía que encontrarme con el equipo de voleibal de Nohebi? ¡¿realmente el mundo es tan pequeño?!

Ambos miraramos de donde proviene esa voz y yo hago una expresión de horror ¿por qué de entre tanta gente tenía que encontrarme con el equipo de voleibal de Nohebi? ¡¿realmente el mundo es tan pequeño?!

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— Entonces tú teléfono...

— No es mí teléfono —Aclaró

— Lo que sea, el teléfono que traes se descargó y como... ¿Shirofuku? —Pregunta intentando recordar

— Un demonio —Asiento

— Te dejó aquí sola y no eres de Tokio, ¿estás perdida?

— Sí —Sonrió

— ¿Y por qué?

— Pues si supiera porqué, no estaría igual de confundida que ustedes, dah —Los ocho chicos se miran entre sí— ¿y ustedes que hacen?

— Venimos a comprar tenis —Hiroo–San levantó una bolsa.

Entonces, junto a nosotros pasa un señor que vendía nieves

— Ricas nieves de guayaba, de tamales, de cereza, de cerveza, de atole, de elote, de frijoles, de...

— ¡Ah, nieve! —Salgó corriendo hacía el señor de las nieves que hablaba tan rápido que Changbin se quedaba wey a su lado— ¡ay, soy pobre! —Exclamo al darme cuenta de que mí bolsa la deje en casa de Shirofuku–San, allí es dónde tenía todos los millones que Kousuke–San me había dado para gastar

Si es que, la cabeza no la pierdo nomás porque la tengo pegada

— Vamos, te compró uno —Volteó a ver maravillada a Daishou–San que brillaba como un sol.

Es... un ángel.

Oh por dios, primero el ángel de las bebidas –aka Sakusa–San– y ahora el ángel de las nieves ¡corran chicas, los ángeles estan en nuestro mundo, atrapen uno antes de que alguien más lo haga!

𝖥𝗅𝖾𝗎𝗋 | Haikyuu!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora