22 🐺 Al borde de la Destrucción

Comenzar desde el principio
                                    

—¿Te das cuenta del tiempo? —preguntó Amos mirando a su enemiga—, es ella —señaló a su esposa.

—Imposible —volvió a reírse.

La chica acrecentó su poder y el clima se puso peor. No solo llovía y había viento, sino que comenzó a caer granizo y Adrienna vio el cielo gris plomo, y cómo un pequeño remolino en las nubes iba bajando y se manifestaba en las montañas como un terrible tornado.

—Millennia, si no frenas, acabarás con todo —se acercó su marido para avisarle de lo que ella misma estaba produciendo.

—¡No me importa! Se merece esto —gritó enardecida mirando a Adrienna y moviendo las manos para que el tornado fuera directo hacia la mujer.

Amos detuvo el tiempo y se puso frente a ella.

—No me debilites —le respondió y la chica se dio cuenta de lo que él había hecho.

—No te interpongas, debe tener su merecido. Si continúa va a acabar con todos ustedes.

—¿Y tú qué? —Le formuló haciéndole ver la herida.

—No es profunda y estoy bien. Yo me las puedo arreglar con ella, a mí ese veneno no me hace nada, incluso lo tengo en las palmas de mis manos.

—Lo sé, Fabrizio me lo hizo ver —admitió y giró la cabeza para mirar la muñeca de la mujer—. Bajemos, Millennia, te lo suplico —la observó con atención.

—Sabes que si quiero ese tornado se la lleva y la dejo en el medio de la nada.

—Pero para eso habrá tiempo, Adrienna se merece un escarmiento, pero no así.

La joven apretó la boca y sacó de una pequeña bolsa que tenía atada a su cintura un ungüento para contrarrestar la crema con veneno que tenía en sus manos.

Los dos caminaron hacia el refugio y cuando salieron de la vista de su enemiga, todo se había calmado y el tornado había desaparecido.

Adrienna quedó desconcertada y moviéndose en su eje sin comprender del todo lo que había sucedido.

En el refugio, Amos cayó de rodillas al suelo intentando recomponerse de lo que había hecho y Millennia le dio de beber un té de rhodiola para que pudiera recuperar las fuerzas y su energía también.

—Debes revisar esa herida por más poco profunda que sea, Mille —le acarició la mejilla mirándola.

—Lo haré, no te preocupes, trata de descansar un poco.

Amos solo asintió con la cabeza y se puso de pie para ir a acostarse un rato.

Mientras tanto, la chica quedó con los demás, cuidando de Verita y viendo cómo poco a poco iba recuperándose, y de Onice, que le había preparado desde hacía días atrás un líquido natural a base de plantas y flores para contrarrestar lo que le había pasado, y poniéndole su don también para tratar de volverla a su forma humana, algo que esperaba fuera posible.


🐺🐺🐺


Durante la noche y con la transición de la luna, Onice comenzó a perder el pelaje quedándose por completo con el cuero lobuno y al amanecer recuperó su forma humana, era muy temprano cuando despertó del profundo sueño y se sorprendió de verse de aquella manera después de años de haber sido una loba. Volvía a tener piernas y brazos, sus manos fueron a su propio rostro para tocarlo, inspeccionándose al detalle incluyendo los dientes, las orejas y la nariz. Sonrió de felicidad y se puso de pie, pero tuvo que sostenerse del respaldo de los pies de la cama para no caerse, estaba poco entrenada para caminar en dos piernas otra vez. Tomó la manta que yacía a los pies del lecho para tapar su desnudez y salió con lentitud, pero con paso firme sosteniéndose de donde podía.

El Siberiano de Génova ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora