Capítulo 34

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- Aun sabiendo que tu vida me pertenece y que vas a morir deseas retarme.
- Mi vida no está escrita en un destino. Yo lo escribo con cada paso que doy. Y si ahora estoy frente a ti es porque yo hice que así fuera.
- Muy suspicaz Karasu, pero veremos cuanto eres capaz de durar en este mundo.
Y bajo sus pies apareció un enorme espejo que irradiaba una intensa luz roja.
- He aquí el inframundo Karasu. Deberás luchar contra cien demonios. Y cuando acabes con ellos tendrás el derecho a enfrentarte a mí.
- Me parece un reto divertido.
- Espero encuentres caras conocidas. – y la comisura del labio se curvó mostrando una semi sonrisa.
- No te preocupes, en menos de lo que crees estaré aferrando mis garras a tu cuello y suplicarás como lo hiciste la última vez ¿Recuerdas?
- Ya veremos que sucede, no te adelantes a los hechos.
La luz rojiza se hizo más intensa y absorbió por completo a Karasu, quien en su último vistazo captó el rostro afligido de Sakura que gritaba…
- ¡¡¡SASUKE!!! – las lágrimas desbordaron por sus verdes ojos.
- Muy pronto lo veremos… muerto. – carcajeó burlón.
El otro lado del espejo era totalmente distinto al de afuera. Karasu dio un par de pasos por el largo pasillo de columnas que se extendía ante él. No parecía haber nadie en aquel lugar; comenzaba a pensar que todo era parte de alguna trampa, así que aguzó los sentidos para percibir hasta el último movimiento. Entonces, las paredes que parecían hechas de mármol fueron traspasadas por centenares de demonios que salían de ellas como si abrieran puertas en medio de la nada. Karasu se mantuvo alerta observando a sus enemigos que iban apareciendo conforme él avanzaba. Aquellos rostros lo miraban sedientos preparándose para asaltar a su presa. El Shinigami sonrió y se lanzó contra uno de ellos agazapándole el cuello con ambas manos, pero otro demonio se aventó contra él por la espalda para tratar de ayudar a su compañero, pero el Shinigami de Alas Negras fue más rápido y apartó al que venía con un fuerte puñetazo y este salió volando arrollando a otros demonios que venían contra él. Mientras, Karasu seguía estrangulando a su contrincante hasta clavar sus garras alrededor de su cuello y triturarlo, cuando lo tuvo muerto entre sus manos lo aventó a un lado y con un gesto de la mano invitó a los demás a acercarse. Aquella pelea le hacía recorrer la adrenalina por todo el cuerpo, recordó los viejos tiempos en que se enzarzaba en entretenidas peleas contra demonios que debía capturar y sellar; así que esto le parecía un juego  de niños. Preparó las garras nuevamente mientras un trío de demonios se acercaban a él a toda velocidad.
- ¡¡VENGAN!! – apremió. Pero algo en su memoria hizo que retrocediera, aquellos rostros no le eran nuevos.
- ¿Qué pasa? ¿Ya nos has reconocido?  - dijo uno de ellos, que llevaba el cabello largo hasta el final de la espalda y atado en un trenza.
- ¿Qué? – dijo extrañado, pero luego entendió de que se trataba. Sonrió para sí mismo. – Parece que esto es un dejavú o una vuelta al pasado ¿No?
- Más o menos Karasu. Una vez tú nos encerraste aquí en este inmundo lugar,  pero ahora seremos nosotros los que te sellaremos aquí.
- Ya veremos si eso será verdad.
El demonio de trenza se lanzó contra él haciendo aparecer entre sus manos una filosa lanza. Karasu costosamente pudo evadir el ataque y retroceder mientras su enemigo lo asediaba incansable. El shinigami desplegó sus alas para alzarse en vuelo y tomar impulso mientras disponía sus garras para atacar.
- ¡¡¡Ven Karasu!!! – gritó el demonio enseñado sus colmillos.
- ¡¡Cállate iré cuando quiera!!
El shinigami se lanzó como una flecha enardecida a una velocidad superior a la vista de su enemigo y dio una fuerte patada en medio del pecho del demonio que apenas pudo ver un fugaz movimiento que no pudo esquivar. Ya en el suelo Karasu lo tomó por el cuello y sin piedad alguna lo hizo crujir entre sus manos.

- ¡Eres fuerte, shinigami! – exclamó una voz femenina.
- ¡Vaya! Quién iba a pensar que volvería a verte. – dijo Karasu examinado al demonio de esbelta figura.
- El destino quizás.
Detrás de la atractiva demonio de largos cabellos negros estaban doce demonios más que la escoltaban. Ella sonrió con sus carnosos labios y de la pierna cubierta con el kimono de seda extrajo tres dagas.
- Veamos qué tan veloz puedes llegas a ser. – le retó la mujer.
- Mucho.
De pronto la mujer desapareció ante sus ojos y Karasu no pudo si no más que buscarla con la mirada pero parecía haberse esfumado, mientras los otros doce demonios luchaban contra él. Arriba, abajo, delante y atrás, en todas las direcciones era atacado sin cesar pero no dejaba de defenderse y contraatacar. Se deshizo de un par de demonios pero aun así llegaban más sobre él, todos con rostros conocidos que clamaban venganza. A penas tuvo la rapidez de formar un sello con las manos y crear un círculo de restricción para bloquear a un par que lo rodeaban. Pero mientras se quitaba a otro trío de encima de la nada apareció la hermosa demoniza que clavó las tres dagas en el hombro derecho, otra en la parte superior de la pierna izquierda y la última en el costado izquierdo. Karasu cayó al suelo adolorido, pero luego con un gran esfuerzo se puso en pie y alzó vuelo, mientras, ella ya había desaparecido. “Debo deshacerme de ella primero” pensó para sus adentros “Pero para eso debo verla, ¡Sasuke!” llamó varias veces en su interior pero Sasuke permanecía dormido como si hubiese caído en letargo “Debes despertar, necesito que me brindes tu poder, El Legendario Sharingan, cuyos ojos todo lo ven” entonces Sasuke despertó pero sin estar consciente  y los ojos del shinigami antes ámbar ahora relucían rojo carmesí. Karasu sonrió al ver que sus ojos podían captar aún más todo lo que había a su alrededor. Y se lanzó contra ellos lleno de una nueva carga de adrenalina y una extraña sed de sangre que le hervía en las venas. Arrasó con una veintena de demonios entre zarpazos y patadas, hechizos y conjuros, mientras reía a mandíbula batiente.

- Eres fuerte, Karasu. Veo que algo ha cambiado en ti.
El Shinigami de Alas Negras no respondió y se limitó a soltar una carcajada que indignó a su oponente quien ya se preparaba para contraatacar, pero extrañamente cuando ella se dispuso a “desaparecer” Karasu fue más rápido y clavó una de las dagas que ella había aventado contra él en medio del pecho de esta y luego la tomó del cuello e hizo lo mismo que con los otros, fracturó aquel frágil cuello y la dejó caer ante sus pies. Ya no le importaba cuanta sangre había perdido, no le importaba el cansancio ni tampoco cuantos demonios faltaban, solo deseaba acabar con ellos y enfrentarse con Orochimaru. Siguió luchando con una sed que parecía insaciable. Pero entonces algo extraño sucedió, de entre la treintena de demonios que restaban se develaba una figura femenina de cabellos muy largos y tez blanca como porcelana, su rostro aún permanecía entre sombras.
- ¿Por qué no sales y peleas? – vociferó el shinigami, pero ella no respondió. Mientras los otros demonios prorrumpían en risas. - ¿Qué pasa?
- Ya lo verás. – dijo uno de ellos que llevaba la mitad del cabello rapado y la otro mitad larga hasta el hombro, una profunda cicatriz en el ojo derecho y otra en medio del pecho.
- No me gustan las esperas.
Sin darse cuenta cuatro demonios lo circundaron para limitar sus movimientos.
- Parece que comienzas a perder facultades. – dijo uno de los cuatro, quien tenía un cuerpo enorme y fornido.
- Aún no. – quitándose la gruesa gota de sudor que resbalaba por su frente.
Mientras, Kakashi era guiado por el secuaz de Orochimaru, aunque la intención de este era desviarlo de su camino.

- ¡Bien! Ya me cansé de dar vueltas. – Soltó la frase con aire despreocupado. Detuvo el auto de un frenazo y bajó de él. Entonces el espíritu demonio lo contuvo pero Kakashi se deshizo del agarre y a su vez sujetó al demonio irradiando un fuerte calor que acabó por matarlo. El shinigami desplegó sus alas plateadas y alzó vuelo en la dirección de dónde provenía la mayor cantidad de energía, mientras Shugo seguía el camino por tierra.
No tardaron demasiado tiempo en llegar. Kakashi descendió en cuanto divisó el antiguo templo y allí estaba Orochimaru, esperándole.
- Parece que llego tarde. – dijo a su anfitrión.
- No tanto, aunque el espectáculo ya comenzó no está aún en la mejor parte. – sonriendo sarcásticamente.
- Entonces no me gustaría perder más de la función.
Apenas había dado un par de pasos cuando una voz masculina y ronca lo llamó.
- ¡¡¡Dr. Hatake!!! – era Naruto guiado por Shugo, al que había hallado en el camino, y seguido por Hinata.
- ¿Qué hacen aquí? – interrogó con preocupación el shinigami.
- Déjalos Kakashi… - siseó el demonio. – mientras más vengan a la función mejor.
- Ellos no tienen nada que ver en esto.
- Dr. Hatake por favor déjenos quedar, Sakura es nuestra amiga… - dijo Hinata con voz dulce sin revelar la principal razón por la que estaban allí.
- Debemos asegurarnos de que Sakura esté a salvo. – dijo el rubio.
- Bien, pero no se alejen de mí.

Naruto y Hinata no hicieron pregunta alguna sobre aquel ser que los recibía, pero la sacerdotisa sabía de quien se trataba y se encargó de hacérselo saber a Naruto en cuanto pudo. Ambos jóvenes subían la empinada escalinata escoltados por Kakashi y Shugo que iba tras ellos.
- ¿Cómo llegaron hasta aquí? – susurró el Shinigami de Alas Plateadas.
- Tuve un sueño muy extraño… - dijo Hinata, pero Naruto la interrumpió  a mitad de la frase.
- Hinata entró en una especie de estado de trance y dijo que debíamos venir.
- Ya veo, tienes fuertes poderes espirituales.
- Siento que algo muy malo va a pasar… - decía mientras su rostro delicado miraba hacía el templo.
- No te preocupes, me encargaré de que todo resulte bien.
- ¿Qué es lo que está pasando allí dentro? – interrogó Naruto impaciente.
- Ni yo mismo lo sé. – respondió Kakashi.
- Ya lo verán con sus propios ojos. – siseo Orochimaru, quién sonreía de excitación.
Una vez arriba se dieron prisa al entrar al templo en ruinas y hallaron a Sakura sentada al borde del enorme espejo que estaba en el suelo.
- ¡¡Sakura!! – gritó su amigo.
- ¡¡¡Naruto, Hinata, doctor Hatake!!! – el aspecto de la chica era deplorable.
Dentro del espejo, Karasu permanecía inmovilizado por aquellos malignos espíritus mientras lentamente la figura femenina se develaba ante él. La mujer demonio tapaba su rostro con un abanico dejando ver solo sus verdes ojos y el cabello recogido en una elaborada peineta, caía por sus hombros reluciendo ese exótico color rosa. Las pupilas del shinigami se contrajeron al ver de quien se trataba, sintió que su cuerpo se paralizaba y que se quedaba mudo; los hombres que lo rodeaban echaron a reír.
- ¿La reconoces verdad? – dijo uno de ellos.
- ¿No es la mujer por la que fuiste condenado? – vociferó otro.
- ¿Cómo alguien que alardea tanto poder vino a morir así por una humana?
Se sentía aturdido, mareado y de pronto muy cansado, aquel cuerpo humano era demasiado pesado y débil para él. El cuerpo de Sasuke ya no podía soportar más el agotador ritmo de una pelea, era demasiado para un humano. Cayó de rodillas y con la mirada fija hacia la mujer del abanico, quien se acercó a él hasta dejar su rostro tan cercano que solo unos pocos centímetros y el abanico los separaba.
- Karasu… - lo llamó por su nombre. – Cuanto tiempo ha pasado. – acariciando su rostro con aquella suave mano.
- Yosei… - fue lo único que pudo decir.
Afuera los demás observaban la pelea.
- ¡¡¡Karasu ella no es Yosei!!! – gritaba Sakura mientras daba golpes al espejo, pero este no podía escucharla.
- ¡¡Calma Sakura él no puede escucharte!! – dijo Kakashi que la sostenía por los hombros.
- No puedo dejar que Karasu muera, no puedo. – zafándose del agarre.
- Deja que yo me encargue es posible que yo pueda ayudarle.
- Muy conmovedor Kakashi, pero aquí no puedes hacer nada de eso. Quien dicta las reglas soy yo y ustedes solo están como observadores.
- ¡¡Miserable!! – masculló Naruto.
- Calma Naruto. –
Pero había algo que Orochimaru ignoraba por completo.

-          “¡Karasu! ¿Puede oírme?” – dijo el Shinigami de Alas Plateadas en su mente.

Karasu aún permanecía de rodillas pero entre las voces que lo rodeaban pudo escuchar claramente la de Kakashi dentro de su mente.

-          “Si puedo” –  respondió con esfuerzo

-          “Escúchame atentamente. Ella no es Yosei… Se trata de una ilusión, deja que tus ojos te guíen y verás la verdad”

El Shinigami de Alas Negras pestañeó un par de veces para salir de aquella ilusión y sus ojos carmesí le mostraron la verdadera apariencia de aquel demonio.

-          “¡No es ella!”

-          “Ahora, debes invocar tu arma… llámala. Te será difícil hacerlo porque estás en un cuerpo humano, pero trata de recordar el nombre de tu arma”

Karasu no respondió. Se levantó decididamente apartándose la mano de la mujer. Sorprendida retrocedió varios pasos.

-          Sé que no eres Yosei. Muéstrate ante mí farsante. Una vez me jugaste las misma broma…

-          Vaya, vaya. – la voz femenina se fue tornando grave. - ¿Cómo me reconociste?

-          Simplemente tu aroma no es el mismo de ella.

-          Creo que no puedo engañarte y menos con esos ojos. Pero eso ya no importa, estás débil Karasu, ese cuerpo te es muy pesado y además estás herido. No aguantarás más de unos minutos.

-          No necesitaré mucho tiempo para eliminarte. – rió.



El demonio sintiéndose burlado se lanzó sobre él con toda la ira que cargaba acumulada. Sentía que su sed de venganza lo movía hacía el shinigami.

-          ¡¡¡Muéstrame a ese repulsivo ser que eres y no te escondas tras las delicadas vestiduras de una dama!!!

Karasu aún tenía aliento y fuerza para esquivar, pero aún no era capaz de invocar su arma; mientras, trataba de atacar con sellos y zarpazos, ya que era lo único que su débil cuerpo le permitía, antes de que Sasuke corriera peligro de perder su vida.

“Este cuerpo es una completa carga” Pensó para sí  “Pero debo ser capaz de resistir un poco más. Vamos Sasuke aguanta, por Sakura”. El demonio volvió a atacar, esta vez dando un puño certero en medio del abdomen del shinigami quien se desplomó pesadamente hacia el suelo; su enemigo aprovechó esos escasos segundos de flaqueza para volverlo a atacar, esta ves dando un fuerte pisotón el pecho de Karasu quién escupió un brote de sangre.

-          Morirás aquí Karasu, justo en el lugar que mereces, como todos los sanguinarios que estamos aquí. Eres igual a todos nosotros, no creas que por ser una criatura que juzga tienes derecho a no sufrir pena. Si yo debo pagar por mis pecados paga tú por los tuyos también, aquí en este inmundo y solitario lugar.

Era cierto pensó Karasu, pero, él había nacido con la misión de juzgar, ese era su deber y era lo que había hecho hasta ese fatal día en que pasó por encima de las reglas y actuó según sus conveniencias, pero él ya había pagado un alto precio por su falta y ahora era momento de continuar en su nueva vida. Y un nuevo aliento lo colmó de fuerzas para seguir luchando, una enorme fuerza de voluntad que venía desde dentro, desde ese humano que se hallaba dormido en su interior.

De los ojos de Karasu brotaron lágrimas de sangre, pero estas no eran de tristeza.

-          ¿Qué le pasa a sus ojos? – dijo el demonio para sí mismo y para sus compañeros, quienes de improvisto comenzaron a prenderse en llamas.

Ni siquiera el propio Karasu sabía de qué se trataba. “Es Amaterasu, el Dios Sol” habló una voz desde dentro “Así se llama…” La voz pertenecía a Sasuke. Con mucho esfuerzo el shinigami se levantó y observaba como todo cuanto miraba se incineraba al momento. Cerró los ojos y dirigió el rostro hacía su último enemigo que aún quedaba en pié.

-          Aquí morirás. Otra vez.

Lo último que vio fueron aquellos ojos rojos mirándolo mientras su propio cuerpo se encendía en llamas. “Gracias Sasuke” habló en su interior, pero Sasuke había vuelto a caer en su letargo.

Una intensa luz roja volvió a brillar trayendo de vuelta a Karasu. Sakura corrió hacía él pero Kakashi la detuvo.

-          Es muy peligroso que te acerques, Orochimaru puede intentar cualquier cosa. – le susurró al oído.

-          No me importa. – dijo entre dientes.

-          Sakura chan, todos estamos aquí para protegerte, por favor no te rebeldes contra nosotros. – dijo Naruto mirándola a los ojos.

-          Todo saldrá bien Sakura. – dijo dulcemente Hinata.

-          Perdónenme…



Una vez fuera Karasu se giró hacía Sakura.

-          Sasuke está bien… No dejaré que algo le suceda.

-          No prometas imposibles Karasu, recuerda que ahora ganaste el derecho a pelear contra mí… nada será fácil a partir de ahora. – alardeó Orochimaru con aquel tono de voz sigiloso como el sonido de las serpientes.

El Shinigami de Alas Negras miraba desafiante a su enemigo, sin temer ni por un instante por su vida. Estaba seguro que pronto daría fin a esta batalla que mucho tiempo atrás dio comienzo. Por otro lado Orochimaru permanecía expectante y ansioso de cobrar venganza contra aquel ser que había robado su mayor obsesión, mientras, Sakura temía por la vida de Sasuke.

EL Diario del Dr. UchihaWhere stories live. Discover now