Capítulo 11

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Los fuegos artificiales se desplegaban por doquier iluminando el cielo con sus diversas formas coloridas. Sus ojos se mostraban luminosos con la visión. Me quedé largo rato contemplándola, y no dejaba de repetirme a mí mismo lo mucho que la admiraba, por toda su fortaleza, a pesar de haber sufrido aquella fuerte decepción no desistió de seguir adelante, cuando yo temía que su frágil alma se desmoronara. Aquella sonrisa, aquella expresión de alegría me llenaba de esperanza y miedo a la vez. Ella se giró hacia mí, mostrando su semblante alegre y luego volvió a alzar la mirada al cielo y yo la acompañé.

No supe en qué momento se hizo la media noche, y los turistas comenzaban a marcharse hacia las posadas. Nosotros hicimos lo mismo. Nuestra habitación había sido limpiada y arreglada. Al lado de la cama yacían dos jarrones de lilas en un perfecto arreglo, Sakura corrió hacia ellas para aspirar el suave aroma de las flores y luego se dejó caer sobre las blancas sábanas de satén. Su cuerpo esbelto yacía tendido en una casual postura dándole la gracia de un ser mítico. Su piel blanca era iluminada por el pálido resplandor de la noche, mientras sus jades brillaban intensos, sus finas hebras de cabello rosáceo esparcidos a su alrededor y por último aquellos labios rojizos e inocentemente sensuales. Su mirada anhelante me llamaba en silencio, me acerqué a ella lentamente y acerqué mi rostro al de ella hasta sentir su tranquilo respirar, ella dejó caer sus parpados y la besé suavemente. Sus brazos me rodearon y yo la tomé entre los míos. Nuestro beso fue intensificándose a medida que el deseo nos llenaba. Sus manos buscaban deshacerse de mi ropa y dejé que lo hiciera, mientras yo me deleitaba con el sabor de su cuello y acariciaba sus definidos y níveos muslos. Ella dejó caer mi camisa mientras sus labios me recorrían por doquier, dejando sus trazas en mi cuello y pecho. Mientras mis manos se deslizaban por los pequeños botones de su camisa para apartarla rápidamente y encontrar ese manjar que eran sus perfectos senos, los besé y probé sintiendo su delirante sabor, mientras me arrullaba con sus ligeros gemidos. Seguí acariciando aquellas perfectas formas al mismo tiempo que ella zafaba mi cinturón que cayó al suelo haciendo un seco tintineo. Le sonreí y ella me correspondió pícaramente. Sus labios recorrieron mis mejillas hasta llegar a mis labios, haciéndome sentir su voraz lengua invitándome a profundizar aquella pasión. Deliré cuando sus dientes mordieron ligeramente mi labio inferior; entonces me aferré más a ella mientras recorría la curva de su cintura y luego su plano y suave abdomen. Cuando besé su vientre se arqueó ligeramente y sus esbeltas piernas se tensaron, seguí admirando aquella zona mientras sus dedos se enredaban en mis cabellos, luego subí de nuevo para toparme con aquella ardiente mirada que me fulminaba, con una de sus manos me  dejó caer a un lado de la cama para posicionarse sobre mí haciéndome sentir las mejores de las sensaciones. Sus delicadas manos recorrían cada parte de mi cuerpo siguiendo la forma de mi musculatura. Y sus labios hambrientos me probaron al completo. Y en un gesto travieso una escurridiza mano se deshizo del botón y el cierre que mantenían mi pantalón para luego acariciar tentadoramente aquella zona que comenzaba a despertar. Solo ella era capaz de despertar esas múltiples sensaciones en todo mi cuerpo haciéndome sentir los placeres más exquisitos que antes había probado. La inocencia y picardía de sus movimientos me hacía enloquecer al punto de no poder esperar y hacerla mía.

Luego sus manos me dieron un tregua para abrazarse a mi cuello y unirnos en un largo intercambio de mordidas y besos. Nuestra respiración agitada y entrecortada hacia chocar nuestros alientos en cada beso. Y mientras ella estaba distraída en sus caricias dejé caer una de mis manos hacia su entrepierna que ocultaba el néctar de su intimidad. ¡Ah, cuanto deseaba volver a tomar su sabor y hacerla delirar de placer! Recuperé mi posición dejándola acostada sobre las sábanas, sus párpados caídos hasta la mitad, sus mejillas rojizas y sus carnosos labios me daban una clara invitación a poseerla. Apartó sus brazos dejándolos reposar a ambos lados de su rostro con las manos entre abiertas mientras yo me liberaba de nuestras últimas prendas, para dejar nuestras ardientes pieles al expuesto. Separé lentamente sus piernas abriéndome paso hacia su intimidad; me deleité con su sabor que ahora parecía ser aún más delirante. Gemí cada vez que la probaba mientras ella tensaba sus torneadas piernas y ahogaba cualquier expresión entre sus labios y sus manos se aferraban fuertemente a las sábanas. Subí poco a poco alentando el momento, pero pude sentir la desesperación en cada terminación nerviosa de mi compañera que esperaba deseosa de sentirme en ella, tomó mi rostro con firmeza para besarme apasionadamente, entonces ambos estábamos listos para ascender a aquel nivel de locura y lujuria. Su columna se arqueaba mientras su tibia estrechez me reclamaba y no esperé más abriéndome paso para saciar nuestro deseo. Sentirme dentro de ella mientras sus labios se entregaban al completo me hacía sentir un estado de euforia incontrolable. Me moví dentro de ella mientras sus manos se aferraban fuertemente a mi espalda haciéndome sentir un placentero dolor, y de su boca escapaban aquellos agudos gemidos en respuesta a cada vibrante estímulo de mi parte.
-          Te deseo…- dijo con la voz entrecortada.- deseo todo de ti… Sasuke…- sus palabras me alentaban a mostrarle más de mí.
-          Tendrás todo lo que desees de mí, Sakura.
Haciendo cada estocada más profunda que la llevaba a elevar su reacción mientras tanto yo era incapaz de ahogar mis gemidos, ya que su cuerpo no dejaba de deleitarme con su aroma, su nívea piel y su afrodisíaco sabor. Solo podía escucharla pedir más y yo correspondía a su deseo hasta más no poder. Quedó en silencio y luego un gemido escapó entre sus labios en una exhalación cuando mi esencia se vertió en ella. Permanecimos abrazados por un par de minutos y lentamente me dejé caer a su lado extasiado mientras ella respiraba quedo. Se abrazó a mí dejándome sentir sus perfectos senos contra mi pecho, mientras una cortina de escalofrío recorrió su espalda, le brindé de mi calor y luego ella nos cubrió con la sábana.
Me mostró una dulce sonrisa, y dejó reposar su cabeza en mi pecho mientras yo acariciaba sus húmedos cabellos.
-          Nada va a separarnos…- dijo en voz baja, casi para ella misma.
-          Nada. – confirmé.
Dormitamos quizás por una o dos horas. Desperté con una melodiosa voz que cantaba una canción que enseguida reconocí, era una de las canciones que había cantado la coral que habíamos visto presentarse en horas de la tarde. Me sorprendí de la dulzura de la voz de Sakura, no imaginaba que tuviese talento para el canto, y aunque su voz no sonaba lírica tenía un tono nítido casi infantil. Cerré los ojos para escucharla cantar mientras sus dedos se enredaban en mis cabellos de ébano. Aquella canción había sido la más hermosa de todas, se titulaba Weep no More, que significaba No llores más. La última nota se fue apagando dejando el silencio en la habitación y volví a abrir los ojos, ella me miraba con aquellos ojos que tanto amaba, con sus miles de destellos verdosos.
-          ¿Es una canción hermosa, verdad?
-          Si… lo es…- respondí.- No sabía que tuvieses esa hermosa dote de cantar.
-          De pequeña estaba en la coral del colegio. Era mezzosoprano, solíamos cantar esta canción, por eso me conmoví tanto cuando los escuché cantarla, me hizo recordar muchas cosas. Recordé a mi mejor y… único amigo…
-          ¿Por qué único amigo?- pregunté extrañado.
-          Al principio tenía muchos amigos, luego poco a poco ellos comenzaron a sentir miedo de mí… Cada vez que llegaba a un lugar alguien se hacía daño o pasaba algo malo. Pero hubo alguien que nunca me dejó, que siempre estuvo allí para hacerme sonreír cuando nada podía animarme… Naruto. Solo él era capaz de hacerme reír y de brindarme su incondicional amistad. Pero desde que ingresé al hospital no pude saber más sobre él, y de seguro mis… padres no le dijeron dónde estoy. Él era el único que creía todo lo que me estaba pasando mientras los demás solo me veían como una demente.
-          Quisiera conocerlo…- sonreí.
-          Es un chico único y muy extrovertido, siempre alegre. Es rubio y tiene los ojos azules más hermosos que he visto y tres curiosas marcas en ambas mejillas. No existe alguien igual a él. Muchas veces deseé volver a verlo, pero no sé si sigue viviendo en el mismo lugar.
-          Lo buscaré por ti.- dije con firmeza.
-          Arigatou Sasuke.- se apretó los labios para contener las lágrimas que se asomaban a la comisura de sus ojos. La abracé.
-          Sé que no es el mejor momento… pero quiero saber algo.
-          ¿Qué? – secándose las lágrimas.
-          Como comenzó todo… aquella vez que me lo contaste tu explicación fue muy superficial, y además yo aún era escéptico al tema y no recuerdo bien toda la historia.
-     Como ya te había dicho, todo comenzó el día que iba a la escuela, la casa estaba sola pues mis padres se irían de viaje por dos días. Cuando iba de camino a la escuela una ambulancia pasó a toda velocidad sonando su estridente sirena. Recuerdo que me tapé los oídos. Entonces de pronto sentí un enorme peso sobre mí, creí que era por el bolso, pero no fue así. Cuando llegué a casa el dolor se intensificaba cada vez más sobre mis hombros hasta casi no dejarme mover. Sentía que me comprimían por dentro y la visión se me tornó borrosa. Sentía ganas de vomitar, pero a la vez tenía la sensación de que no tenía estómago, como si mi cuerpo estuviese vacío, o mejor dicho en lugar de mis órganos estuviese algo que me presionaba. Quería llorar por el intenso dolor pero no tenía fuerzas de hacerlo porque me faltaba el aire. Era una sensación horrible y no había alguien que me ayudara. Estaba allí tendida en el suelo retorciéndome de dolor incapaz de moverme con libertad. No se cuánto duró aquel íncubo, quizás un par de horas, hasta que mi cuerpo se “liberó”, me sentía débil como si estuviese hecha de algún material elástico, como si mis huesos ya no estuviesen en su lugar. Con mucha dificultad pude llegar a la cocina y tomar un vaso de agua ya que tenía la garganta extremadamente seca. Recuerdo que dejé caer el vaso y este se rompió en un centenar de fragmentos. Traté de respirar hondo y recuperarme. Subí a mi habitación y me acosté en la cama. Aún era temprano, eran cerca de las seis de la tarde. Recuerdo que llamé a Naruto y le conté que me sentía mal. El vino a verme enseguida junto a su hermano mayor Deidara.

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