Capítulo 31

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Recordando esto comenzó a leer…
En  el mundo humano el amanecer asomaba sus primeros rayos entre las colinas, mientras en el Reino Shinigami era encomendada una misión al más eficaz de los Shinigami de Alas Negras, Karasu. Este recibió la misión y descendió al mundo terrenal en busca de aquellos espíritus malignos fugitivos.

Sobre voló las tierras boscosas, las llanuras, los ríos y mares capturando a cada uno de ellos, solo faltaba un más. Pero ya se hacía de noche y las batallas que había librado durante el día lo habían agotado, así que decidió bajar a descansar y posponer a la última de sus presas para el día siguiente. Sus extensas alas negras se sacudieron antes de desaparecer y darle a Karasu un aspecto casi humano.

Así como los rayos de sol habían iluminado la mañana, así mismo iluminaba por última vez antes de desaparecer tras la estela rojiza que enardecía el cielo entero. Karasu permanecía tendido bajo un árbol de  cerezo que de vez en cuando desprendía uno que otro delicado pétalo, mientras, la brisa llevaba sus ligeros y largos cabellos azabache. Cerró los ojos para relajarse sintiendo la paz del lugar y llegó a pensar lo afortunados que eran los humanos de tener un paraíso como ese, variado en colores y matices, en texturas y tamaños, todo parecía una obra de arte para él,  todo de una belleza sublime y serena con brotes de delicadeza y exuberancia a la vez. Nunca se había fijado en la hermosura de aquellas tierras como en ese atardecer. La noche había tragado los últimos rayos de sol y las primeras estrellas titilaban acompañando los plateados rayos de luna que iluminaban su pálida piel. La haori semi abierta mostraba la perfección de su cuerpo mientras sus manos revelaban la fortaleza y fiereza de un cazador pues las garras lucían fuertes y afiladas como navajas. Viéndolo allí acostado bajo el cerezo cualquiera pensaría que se trataba de un muchacho común y corriente, pero bajo aquellos párpados cerrados se ocultaban un par de iris color ámbar rojizo fuera de lo común.

Cuando casi se quedaba dormido su agudo sentido del olfato percibió un aroma nuevo, un aroma que jamás había percibido y que además estaba muy cerca, entonces sus oídos escucharon el sonido de una cascada a la que antes no había prestado atención. Guiado por sus sentidos dio con el lugar de donde provenía aquel sublime aroma; observó directo al agua y vio una silueta moverse dentro de ella, permaneció oculto para no ser descubierto, pero seguía mirando con mucha atención, sus ojos no se aislaron ni por un momento de su objetivo. Entonces, la figura salió a medio cuerpo de las aguas y el reflejo de los cerezos y la luz lunar proyectaron una luz rosa y plateada sobre el delicado cuerpo de una joven que jugueteaba entre las aguas, haciéndola parecer un espíritu del bosque. Los ojos de Karasu no podían concebir como un ser podía llegar a ser tan bello siendo tan sencilla, casi tuvo el deseo de tocarla, pero sintió que la contaminaría con tan solo acercársele, así que mantuvo la distancia y continuó observándola. La joven seguía jugando en las aguas, parecía estar justo en la flor de la edad, quizás unos veinte años, pero no más, las jovialidad rebosaba en la lozanía de su piel, en el brillo de sus cabellos rosa, en las mejillas sonrosadas, en la sinuosidad de sus curvas y la luz de sus intensos ojos verdes, sin duda alguna era hermosa.

Karasu sintió un pálpito en el pecho y recordó su misión, pero le resultaba casi imposible alejarse del lugar, aun así se obligó a apartarse. Voló kilómetros y kilómetros al oeste tratando de ir cada vez más lejos, pero la imagen de ella se había quedado impresa en su mente, la veía danzar tal y como la había visto horas atrás.

Al día siguiente se dedicó a cazar al último de los espíritus pero no lo halló a pesar de la búsqueda exhaustiva que había hecho. Y una vez más el anochecer cayó sobre el cielo. Su instinto lo llevó nuevamente hasta ella y así durante varias noches, hasta que en una de ellas la joven no estaba en la cascada, sintió como si algo dentro de él se hubiese fragmentado, pero se mantuvo firme, entonces su olfato lo guio hasta una mansión donde el aroma se hacía más intenso. Sobrevoló la mansión hasta llegar a uno de los ventanales y a través de ellos la vio vestida con un sencillo kimono de seda, estaba allí en un gran salón rodeada de lujosa platería limpiando cada una de las finas piezas. Tenía el rostro triste y opaco. Un hombre de aspecto hostil y lujurioso se acercó a ella, la tomó por los hombros y susurró alguna cosa que Karasu no llegó a comprender, pero a juzgar por la expresión de ella no se trataba de algo agradable. Luego las manos de aquel hombre bajaron hasta la cintura de la joven y esta se apartó mientras este reía de forma siseante. Karasu sintió que todo dentro de él se revolvía con una furia incontrolable  y el corazón le palpitaba con fuerza, entonces algo sucedió, se apartó de la ventana bruscamente al darse cuenta de lo que comenzaba a nacer dentro de él, se sintió aterrado y confundido, así que voló lo más lejos que pudo del lugar; no se había dado cuenta si quiera del terrible error que estaba cometiendo y que además le había hecho olvidar su principal misión.

Se residió en la cascada donde ella solía jugar; el corazón aún le palpitaba con fuerza contra el pecho mientras sus manos cubrían el rostro.

“¿Qué estoy haciendo? Ella es una humana, y yo tengo una misión que cumplir… ya han pasado demasiados días y no he dado con ese canalla, donde demonios está… ¿Por qué no logro percibirlo?

Por más que tratara de concentrarse en su misión no lo conseguía pues el recuerdo de aquel repugnante hombre lo atormentaba cada hora. Pasaron un par de días más de búsqueda inútil.

Estaba a punto de darse por vencido cuando una noche de luna nueva volaba cerca de la cascada y sintió una fuerte energía negativa, así que descendió con cautela para acercarse al lugar. Sus ojos captaron rápidamente la imagen de la joven, pero esta se veía diferente y su aroma no era el mismo; se acercó aún más; percibió que ella corría un grave peligro. Cuando estuvo a escasos metros de ella, esta se giró y lanzó una manotada junto a un terrible rugido, Karasu se apartó velozmente y se puso en guardia; aquel maldito se la había puesto difícil, poseía el cuerpo de una joven frágil para limitar sus ataques. La chica se lanzó sobre él arrojando otro manotazo, pero este lo atrapó en el aire y la obligó a retroceder, forcejearon por unos momentos y luego ella consiguió zafarse. Entonces, Karasu comenzó a recitar un conjuro mientras sus manos se movían rápidamente formando sellos para restringir la movilidad de aquel ser maligno, pero este, al contrario de otros con los que se había enfrentado, era más fuerte e impidió que el shinigami continuara con el conjuro lanzándose nuevamente contra él, pero esta vez ya no eran simples manotazos sino garras filosas que expedían una terrible energía negativa.
- ¡¡¡¡No te resistas a ir al otro mundo, ya no perteneces a este lugar!!!! – gritó burlón el shinigami.
- ¡¡¡Prefiero permanecer aquí, alimentándome de las inocentes almas de jóvenes como esta!!!
- Recibirás el doble de tu castigo si continúas haciendo mal… Aún hay tiempo de redimirse. – continuó burlándose.
- ¡¡Jamás!!! Ustedes los shinigami son muy tramposos.
- Creo que esta charla se está alargando demasiado…
- Tengo toda la eternidad mi querido señor
- Yo también, pero porque no sales de ese cuerpo y luchas frente a frente conmigo.
- Está bien, además… solo la usé para atraerte, había estado espiándote desde muy cerca
- ¿Cómo? Nunca percibí ninguna energía.
- Mi presencia se quedó en el inframundo… por eso no puedes percibirla, por eso escapé y nadie lo supo… hasta ahora. – haciendo énfasis en las últimas palabras.
- No me importa si tu energía está o no está, mi misión es devolverte al inframundo de donde nunca más saldrás. – rio.
- Eres muy creído y altanero shinigami, pero aún la tengo a ella en mi poder… así que no estaría tan confiado.
- Ella no me importa, mi deber es encerrarte  a ti no salvar a  los humanos.
- Entonces ¿Por qué te acercaste a ella?
- Su actitud no era normal, además tú mismo me llamaste, sentí tu deseo de eliminarme, eso es algo que no puedes ocultar. – hiso una pausa. – Ahora te recuerdo… te encerré la primera vez y ahora escapaste para vengarte. Me observaste durante días y creíste que haciéndole daño a ella yo correspondería a tu llamado, pues no me interesa lo que hagas con ella, véngate de mí y trata de matarme, entonces seré yo el que se vaya al infierno ¡VEN!
El demonio estaba enfurecido, despojó el cuerpo de la joven y esta cayó desmayada al agua, era solo cuestión de segundos para que ella se ahogara y muriera y Karasu debía impedirlo, pero no podía flaquear ante su oponente pues había mencionado que no le importaba la vida de los humanos. Calculó el tiempo que ella podía resistir, pero no serían más de dos minutos cuando mucho tomando en cuenta que estaba desmayada, mientras, el demonio se abalanzaba contra él. Los ojos del shinigami cuadraron la imagen de su enemigo acercándose a él con una furia que levantaba ráfagas alrededor, cuando lo tuvo a escasos metros este fue clavándose en la gran lanza que sostenía el shinigami entre sus manos.
-          ¿De… dónde… la sacaste…? – dijo con la voz entrecortada.
-          En tu furia te abalanzaste sobre mí sin ningún reparo y no pudiste predecir mis movimientos, mientras venías llamé a mi arma que permanece oculta dentro de mí, y cuando estuve a escasos metros la hice aparecer de modo que ya no pudieras escapar a mi ataque… Ahora tu alma será sellada y te enviaré de vuelta al inframundo ¡MUERE! – retorciendo el arma en el interior del demonio hasta que este quedó encerrado dentro de su propia esencia. Minutos más tarde llegaron dos Shinigami de Alas Carmesí y abrieron las puertas del Inframundo para sellarlo por siempre en aquel lugar. Luego desaparecieron tras dar un breve saludo a Karasu. - ¡¡La chica!!

Se lanzó al agua velozmente pero no la halló, al salir ella estaba acostada boca abajo en la orilla.
- ¡¡¿Shugo, que rayos haces aquí?!! – un Gran Danés. Este ladró un par de veces y luego desapareció en una luz enceguecedora.

- ¿Estás bien? – ayudándola a sentarse. La chica apenas estaba consciente.
- Si… - temblaba de cabeza a pies.
- No te preocupes… Te llevaré a casa…
- No… aún no… ¿Quién eres? ¿Qué fue lo que me pasó?
- Fuiste poseída por un espíritu maligno, pero ya me deshice de él… Soy un Shinigami
- ¿Vas a llevarte mi alma? – dijo aterrada.
- No, ese no es mi deber… además aún no es tu hora. Te llevaré a tu casa.
- De acuerdo. – aún temblorosa y confundida.
- ¡Shugo vuelve a casa! – ordenó al can, y este desapareció entre un haz de luz.
El shinigami la cargó en sus brazos, desplegó sus oscuras alas y se alzó en vuelo.
- ¿Cómo te llamas? – dijo la joven en un susurro.
- Karasu…
- ¿Karasu? Que nombre tan tétrico. – rio débilmente.
- ¿Y tú?
- Yosei…
- Mmm… Un nombre muy bonito.
- ¿Por qué me salvaste?
- Yo no te salvé. – mirando al frente.
- Si lo hiciste…
- Quien te salvó fue Shugo…
- ¿Te refieres al perro?
- Así es, yo solo eliminé a aquel espíritu, esa era mi misión.
- ¿Y porque te preocupas en llevarme a casa?
- Si lo deseas puedo dejarte aquí. – burlesco.
- ¿Cómo sabes dónde vivo?
- Yo lo sé todo…

- Si lo supieras todo no habrías preguntado mi nombre… - dijo suspicaz.
- Simple formalidad de humanos.
- Ya veo… - dudosa.
- ¿Quién es ese hombre con el que vives?
- ¿Cómo…? – hizo una pausa mientras bajaba la mirada. – Orochimaru sama… él es mi jefe… por llamarlo de alguna manera.
Ya estaban en los jardines de la gran casa y Karasu comenzaba a descender. Yosei aún estaba débil.
- Bien… hasta aquí puedo dejarte… no puedo entrar a ningún hogar humano a menos que se me encomiende una misión.
- Siempre pensé que los shinigami no existían… Y cuando llegué a pensar que existían, nunca me los había imaginado como tú.
- Bueno, no todo los shinigami son como yo. – riendo.
- Eres un poco engreído.
- Solo un poco.
Yosei saludó al shinigami con un gesto de la cabeza y entró a la mansión que permanecía a oscuras. Mientras Karasu comenzaba a emprender el vuelo de regreso a su reino. De camino pasó nuevamente por la cascada.
- Un par de días aquí no hará que me extrañen… - se dijo a sí mismo.
Dicho esto descendió a un árbol y allí pasó la noche recordando lo hermosa que era aquella humana. Sintió un poco de angustia al darse cuenta de lo que estaba sucediéndole, estaba… enamorándose y aquello le resultaba inconcebible, ¿Él? Que siempre se había caracterizado por ser desprendido de los sentimientos. Se mordió el labio en un gesto nervioso.
Pasaron un par de días y Karasu aún seguía rondando la zona, pero no se atrevía a volver a la cascada, tenía miedo de enfrentarse consigo mismo en cuanto la viera; pero esa noche no pudo resistir más y fue verla, como lo esperaba ella estaba allí jugueteando en las aguas. Karasu se acercó hasta quedar a escasos metros de ella, esta al escuchar el chapoteo del agua se giró bruscamente y con gesto automático se sumergió en el agua dejando fuera solo la cabeza. Las pupilas dentro de sus ojos verdes estaban dilatadas por el susto mientras él permanecía callado y con la mirada fija escrutándola, o mejor dicho admirándola.
- ¿Qué hace aquí?
- Quería verte. – las palabras brotaron de sus labios sin querer.
- ¿Qué?
- Nada… es… - estaba tan nervioso que las palabras se le tornaban trabalenguas.
- ¡¡¡VÁYASE!!!
- ¿Por qué lo humanos tienen tanto miedo a hallarse desnudos?
- Porque… nos da vergüenza…
- ¿Por qué debes cubrir algo que es hermoso? Te imaginas que las flores se cubrieran por vergüenza de su belleza. – la chica estaba totalmente sonrojada después de escuchar aquellas palabras.
- Quizá tenga razón, pero eso no me quitará la vergüenza. Al menos dese la vuelta y deje que me vista. – se quejó.
- Está bien… Yosei.
- ¿Cómo puede llamarme por mi nombre?
- Tú puedes llamarme por el mío. – dándose la vuelta.
- No lo haré. – vistiéndose rápidamente.

Cuando ya estuvo lista Karasu se giró para verla de frente; en su rostro se reflejaba el enfado y sus cabellos mojados le daban un toque infantil a su rostro. Él se acercó para estrechar la distancia y esta retrocedió dos pasos, entonces él volvió a avanzar mientras esta quedó acorralada con un árbol que estaba detrás, sintió que el corazón le latía fuertemente y estaba asustada, aquel shinigami no le inspiraba ninguna confianza y además él estaba a escasos centímetros de su rostro, sintió que un ligero temblor le recorría la espalda entera y sus piernas no se movían. Entonces, Karasu desvaneció la distancia posando sus labios sobre los de ella, la chica sintió una puntada en medio del abdomen pero no pudo sino corresponder a aquel beso, era la primera vez que la besaban. Continuó besándolos mientras ella concedía  sus peticiones sintiéndose el uno al otro, casi les faltaba el aliento pero aun así no se detuvieron hasta que ella rompió con el momento, lo apartó con una mano, tenía la respiración muy queda por la emoción.
- ¿Te encuentras bien?
- Si… - respondió dudosa.
Los ojos de la chica iban y venían en varias direcciones, había besado a un extraño y además un ser que no era humano. Se apartó de él y caminó varios pasos hacia la cascada mientras este la seguía.
- No debí hacerlo. – susurró mientras de sus ojos escapaban lágrimas de confusión.
- ¿Por qué estás tan llena de prejuicios? Ustedes los humanos acaban con su propia vida, dime que hiciste de malo…
- Besar a alguien a quien no conozco…
- ¿Y eso es realmente malo? ¿Es un pecado? ¿A caso no era tu corazón el que lo deseaba?
- Si… lo deseaba…
- ¿Y está mal que escuches a tu corazón?
- Debo volver o tendré problemas.
Corrió a toda prisa hacia el bosque, Karasu no la siguió. Corría sin parar, estaba asustada. Llegó a casa, por suerte su jefe dormía así que no se percató de lo tarde que había llegado esa noche. Siguió de puntillas hasta su cuarto, se encerró y echó a llorar. Tenía miedo de enamorarse de aquel ser, de un shinigami.
Pasaron varias noches y a pesar de que estaba llena de confusión volvía a la cascada para verlo, pero aquel sentimiento se hacía cada vez más grande y aunque no se dieran cuenta su lazo se fortalecía cada vez más. Ambos se amaban con una fuerza inquebrantable. Un solo beso bastó para confesar la relación que existía entre ambos, un beso voraz lleno de pasión. Sus brazos buscaban abrazarse el uno al otro y sus cuerpos estrechaban hasta la mínima distancia; pero entre ellos nunca existió un deseo carnal, todo amor era puramente espiritual, como si tan solo verse bastara para rebosar toda aquella alegría; y aunque supieran que el camino que recorrían era peligroso no tenían miedo de enfrentar aquello que se interpusiera. Sus almas eran una sola, una sola con todo lo que les rodeaba, con aquel lugar mítico.
Y mientras el cielo destellaba por las constelaciones y la luna brillaba en un fino arco alguien más estaba allí observándolos, pero no duró mucho tiempo en huir. Casi era media noche y Yosei volvía a casa, como de costumbre a esa hora estaba a oscuras; entró sigilosamente pero de entre las sombras se oyó una voz ronca y siseante.
- ¿Dónde has estado Yosei?
- ¿Orochimaru sama? – dio un respingo.
- ¿Te asuste? ¿Nos esperabas hallarme despierto, cierto? ¡¡Responde!! – exigió la voz que provenía de las sombras.
- Vengo de la cascada…
- ¿Estabas sola? – preguntó inquisitivo.
- Si señor… - con la voz temblorosa.
- ¿Estás segura?
- Estaba sola señor…
- ¡No mientas! – con un tono más severo.
- No estoy mintiendo. – con los ojos cristalinos.
La figura masculina salió de la oscuridad dejándose ver al completo; su rostro no mostraba ninguna compasión. Se acercó lentamente a la chica mientras esta retrocedía aterrorizada, la tomó fuertemente de un brazo y la acercó a su rostro.
- ¡¡Confiesa!! – con aquella voz siseante.
- ¡¡Estaba sola!! – gimiendo de dolor.
- ¡¡Mentirosa!! – haciéndole aún más daño en el brazo. -  Estabas acompañada de un hombre ¿Quién era?
- Un amigo…
- ¿Desde cuando tienes amigos? Yosei, es mejor que digas la verdad. – acercando sus labios a la mejilla de esta.
- ¡¡Déjeme!! – llorando. - ¡¡Déjeme ir!! – suplicante.
- ¿Por qué habría de hacerlo? Me perteneces… - apartando uno de los rosáceos cabellos de Yosei. – Eres mía querida Yosei, mía… Ahora dime quien es él.
- Es un joven que conocí hace varios días…
- ¿Lo amas?
- ¡¡Si, lo amo!! – gritó, mientras las lágrimas caían por sus mejillas sin parar.
- ¡¡Pagarás por esto!! – tirándola al suelo.
Afuera comenzaba a llover fuertemente y los truenos aplacaban los sollozos y gritos de auxilio de Yosei, mientras Orochimaru no daba freno a su desquiciada mente. No importaba cuanto luchara, él era más fuerte y nadie escuchaba sus súplicas. Las lágrimas empapaban su rostro y nada calmaba la tortura que padecía, solo le restaba soportar y llorar. Pero entonces algo enmudeció su sufrimiento, una punzada en medio del pecho y su último aliento. La sangre manó formando un lago a su alrededor.
Un pálpito lo hizo despertar de su siesta y luego una voz le habló “Creíste que lo sabías todo, pero si todo supieras, ella, no habría muerto”  Sus alas se alzaron en vuelo mientras en su rostro estaba plasmada la ira. Cuando llegó a la gran mansión halló a Yosei en el suelo pálida y sin vida, parecía solo dormir, pero la sangre que manaba de la herida en su pecho mostraba que estaba muerta. Unas gruesas lágrimas escarlata corrieron por su mejilla y la furia fluyó por sus venas.
- ¿Así que tú eras su enamorado? – infirió el hombre. Pero enseguida aquella expresión de triunfo se desvaneció de su rostro al ver que el hombre que estaba enfrente no era humano.
- Pagarás por tus pecados. – pronunció el shinigami mostrando sus orbes rojas carmesí.



Entre sus manos apareció su afilada lanza y descargó toda su ira y desolación para vengarse. Aquel hombre que solo era un simple mortal no pudo sino gritar de horror al sentirse atravesado por aquella arma que no pertenecía a ese mundo. En los ojos ámbar de Karasu brillaba un odio que nadie jamás conoció, un odio que quemaba a través de él. El Shinigami de Alas Negras retorció la lanza en el interior de Orochimaru una y otra vez hasta que varias manos lo alejaron del cadáver que llevaba escasos minutos muerto. El shinigami aún forcejeaba contra los brazos que lo detenían y gritaba de furia. Aquella ráfaga de sentimientos se movía dentro de él, nublando su mente por completo.
- ¡¡¡Mataste a lo único que había llegado a amar!!! – y las lágrimas escarlata seguían tiñendo su rostro.
- ¡¡Detente!! – gritó uno de los shinigami.
- Serás enjuiciado como se debe. – habló severa una voz gruesa y masculina.
El cuerpo de Orochimaru yacía tendido en el suelo, bañado en sangre. Y allí permaneció por quien sabe cuánto tiempo. Karasu fue llevado al Shinigami no Rerumu (Reino Shinigami) en presencia del Saiko no Shinigami (Jefe Shinigami).
- Has quebrantado todas nuestras leyes Karasu, Shinigami de Alas Negras. – habló el Saiko no Shinigami.
- No hice más que defenderla. – dijo entre dientes, conteniendo la rabia.
- Ella ya había muerto y tu deber no es defender a los humanos, tú asesinaste a un humano al que no le correspondía morir ¡¡¡Lo hiciste en beneficio propio y los juicios de muerte los dictamino Yo!!! Mataste por venganza y no por orden, además de enamorarte de una humana y no solo eso, desobedeciste la orden de regresar de inmediato luego de cumplir con tu misión. Pero te olvidaste de lo que eras. – Karasu permanecía callado mientras las acusaciones en su contra no paraban de llover. A su alrededor los shinigami de distintas divisiones no hacían más que apuntarlo y declararlo culpable. – Serás castigado como es debido. – El Saiko no Shinigami lanzó una mirada condenadora; mostraba un aspecto severo muy marcado en sus facciones ancianas. – Dejarás de ser shinigami para convertirte en un humano, y cada día que pases de vida un recuerdo de tu memoria se borrará hasta que pierdas toda noción de tu propia existencia y mueras de desesperación. Una vez muerto, te convertirás en espíritu y cuando sea debido encarnarás nuevamente como humano sin recordar absolutamente nada. Esta es tu condena. Y sepan todos que las medidas son iguales y severas para quienes infrinjan los mandamientos.
Karasu dejó caer el rostro hacia el suelo, resignado a padecer la suerte que el destino le había escrito. Sabía que era culpable y por eso debía pagar cada uno de sus errores. De pronto terribles punzadas comenzaron a atacar su cuerpo, estaba transformándose en humano. Sus alas desaparecieron, las garras se tornaron uñas y su resistencia fue desapareciendo hasta sentir su cuerpo pesado y débil. Entonces dos Shinigami de Alas Carmesí abrieron las puertas del Shinigami no Rerumu y Karasu cayó a la tierra. Pasó sus días padeciendo su condena hasta que ya no supo absolutamente nada sobre sí mismo y falleció de inanición.
Kakashi dio una larga exhalación luego de leer todo aquello. Así que ese era el terrible pasado del shinigami. Se quedó inmóvil por un largo rato y luego releyó los últimos párrafos. Dejó caer el documento sobre la mesa y se llevó las manos a las sienes meditando cual sería el siguiente paso.

EL Diario del Dr. UchihaWhere stories live. Discover now