Capitulo 23

37 8 0
                                    

La luz de un relámpago iluminó la oscura habitación y segundos después estalló un trueno. Sakura seguía mirándome con ojos llenos de resentimiento. Sus palabras habían sido lo más duro y cruel que había escuchado en toda mi vida, pero no me dejé inmutar. La atmósfera estaba muy cargada.
- ¿No vas a irte? – dijo con los labios tensos.
- Me iré cuando quiera Sakura, no haré tu voluntad.
- Naruto me contó sobre el sueño que tuvo Hinata, la sacerdotisa. – dijo de repente. - ¿También lo sabes no?
- Si… me habló sobre eso. Aún tengo mis reservas sobre esos asuntos Sakura. Una cosa es tu caso y otra cosa es comenzar a creer en los sueños como vidas pasadas o premoniciones. No creo en el destino así que no intentes manipularme con toda esa romántica historia. Las cosas son muy distintas ahora Sakura. – quedamos en silencio. Le di la espalda mientras veía hacia la ventana. – Estoy seguro que el doctor Hatake podrá ayudarte mucho más de lo que yo he podido hasta ahora. A decir verdad, todo lo hice mal y no estás mejor gracias a mi negligencia. – la escuché sollozar, pero eso no me detuvo para retirarme de la habitación.
Di un leve respingo al toparme con el doctor Hatake, quien estaba recostado de la pared al lado de la puerta. Al parecer había escuchado toda mi conversación con Sakura.
- No se preocupe, no diré nada al respecto. Pero solo le diré que está siendo cobarde.
- Es su paciente ahora, la dejo en mejores manos. Buenas noches, doctor Hatake.
Me molestaba la actitud impertinente de aquel doctor ¿Qué demonios tenía que ver en todo esto? Nada, absolutamente nada. En el camino me topé con uno que otro médico de guardia, ni siquiera me molesté en saludar, a pesar de que ellos lo habían hecho. Estaba furioso.

Habían pasado ya dos días desde aquella noche, no había vuelto a verla, ni siquiera en los desayunos, ni en la biblioteca o en la sala de música. Estaba recluida en su habitación, varias veces tuve la tentación de ir a verla, pero me obligué a no hacerlo. Me preparaba para el viaje a Italia, ya que al día siguiente debía estar temprano en el aeropuerto. Todo estaba listo para mí ponencia en el congreso y Karin me había informado que su equipaje estaba listo. A la mañana siguiente, el doctor Himura me esperaba con un par de sobres en la mano. Me recomendó leerlos durante el viaje, dijo que me serían útiles en el congreso. Los tomé y guardé en el maletín. Karin subió al taxi, mientras yo me despedía de mis colegas. Me atreví a alzar la mirada hacía aquella ventana, como tantas veces había hecho desde que llegué al hospital, ella estaba allí, tenía una mirada vacía, sus manos estaban contra el cristal y sus cabellos caían por delante de sus hombros. Moduló unas palabras que no pude entender, giré la vista al taxi y me subí. Pasé todo el trayecto pensando en que me había dicho, pero no pude descifrarlo. Tenía la mente en otro lado cuando Karin me hablaba, no paraba de hacerlo, al punto de hartarme.
- ¡Cállate! – dije sin meditar. – Disculpa…- me apresuré a decir.
- No importa. – dijo, desviando la mirada a la ventanilla, aunque percibí que m actitud la había ofendido.
El aeropuerto estaba abarrotado de gente de distintos países que subían y bajan con un cúmulo de maletas. Entregué el equipaje y los boletos. Abordaríamos  en hora y media. Afuera había una ligera llovizna que empapaba los cristales. Me asomé a ellos, los aviones se movían, uno llegando y otros preparándose para despegar. Pronto estaría en otro continente, Europa, Italia, Roma. Pensaba en si estando lejos vería las cosas de un modo distinto.

Karin insistía en visitar las tiendas del deuty free, no tuve otra opción que complacerla. Paseamos entre ellas pero yo miraba sin mirar, ella compró un par de cremas y perfumes mientras me comentaba sus benéficas propiedades. Había llegado la hora para abordar y comenzaban a llamar a los pasajeros, Karin y yo nos apresuramos a ir a la taquilla para entregar los boletos y subir al avión. Acomodamos el equipaje de mano y  nos ubicamos en la primera fila a la derecha, justo a la ventana. Yo miraba a través de la ventanilla oval la llovizna suave que caía, ella me tomó la mano y yo hice el intento de una sonrisa. Otra hora pasó antes de que todo estuviese listo para despegar. Vi con poca atención a los sobrecargos y aeromozas dar las indicaciones del uso del cinturón de seguridad. Tuve una ligera puntada en la boca del estómago cuando el capitán se presentó y dijo que volaríamos en cinco minutos, aquella sensación no se debía a los nervios del viajero como dicen, pues ya había volado en avión cientos de veces, la verdad se debía a que estaba dejando Japón, tenía la sensación de que no volvería en mucho tiempo, entonces el recuerdo de Sakura vino a mi memoria, tan frágil y tan hermosa, como lo son las flores de cerezo. Di una última mirada al aeropuerto con un aire de nostalgia. Cuando el avión comenzó moverse me relajé en el asiento y cerré los ojos, Karin aún me tomaba de la mano. Así el avión despegó hacia el cielo encaminando su ruta hacia Europa, a aquel país en forma de bota.

EL Diario del Dr. UchihaМесто, где живут истории. Откройте их для себя