Abatida por las decisiones de su madre y las consecuencias que dejó el divorcio de sus padres, Arley Bunne vuelve a su ciudad natal sin expectativas de nada.
Había abandonado esa ciudad hace dos años y no esperaba volver tan pronto. Su objetivo era...
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Esto es imposible. Ni Isaac Newton podría ayudarme.
Sabía que debía prestar atención a la clase, pero no. Los mensajes de Jaffner ese día distrajeron mi atención por completo y no di cabida a que ningún tipo de información nueva o relevante entrara por mi cavidad auditiva. Ahora mi cabeza es un ocho y no sé como demonios hacer la tarea.
Mi teléfono vibra por enésima vez. Edde ha intentado solucionar mis problemas proyectuales, pero a cada palabra nueva se acoplan en mi mente una horda de dudas me asalta.
Mientras mis dedos se encargan de terminar de escribir un perfecto mensaje de desesperación, una llamada salta a la vista. Al ver su nombre en la pantalla no dudo ni un segundo en contestar y sonrío, aunque esté estresada, sonrío.
— ¿Cómo estás? —Dice en tono animado a través de la línea.
—Agotada —navego las líneas en la hoja de dibujo como si imaginariamente las trazara.
—Suena mal ¿y a qué se debe?
—Tarea, el mismo castigo de siempre, pero nada que no pueda solucionar, ¿tú qué me cuentas? —Ambas rodillas se pegan a mi mentón y enrosco una de las hebras de mi cabello entre mis dedos. Sé que hablar con Jaffner no cambiará el rumbo de mis problemas académicos, pero si fracaso, lo haré siendo feliz.
—Estudio de la misma forma que tú. He repasado leyes todo el domingo, ya mi cabeza da vueltas —me río al final y me doy por vencida soltando el lápiz en el escritorio.
—Qué vida aburrida —doy vueltas en la silla y miro hacia el techo blanco de mi habitación.
—Algunas veces así puede parecerlo cuando haces tareas o soportas una clase de dos horas, pero te sorprenderías de lo emocionante que puede ser otras veces. Como cuando estoy contigo —observo como una pequeña mancha gris se expande en una esquina de la habitación.
¡Jodida humedad!
—Vale, tienes razón —no logro apartar la mirada del techo.
¿Cuándo fue la última vez que limpiaron aquí?
Salto de la silla en un intento por llegar al techo.
— ¿Lo pasaste bien?
— ¿Qué? —Abro cada mueble y observo cada estante en el baño. No puede ser que no tenga un bendito producto de limpieza.
—Con tu salida con Edde —desvío cualquier atención que tenga con los productos de limpieza centrándome en la pregunta.
—Oh, sobre eso —dudo en que decir realmente. No he logrado ordenar las imágenes aún de la noche anterior.
— ¿Sucedió algo? —Jaffner nota el cambio en mi voz y tal vez mi repentino despabilamiento.
—No, claro que no —no estoy segura de estar diciendo la verdad, ni de tampoco si estoy mintiendo—. Fue normal —evado el tema de que bebí tan deprisa y en tanta cantidad que mi cabeza voló al instante.
