Capítulo 19 (El despertar de Stormrage)

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Tyrande y sus centinelas llegaron al día siguiente del ataque de la legión a las afueras del sagrado claro de Luna. Despertar a los druidas era imperativo en la tarea contra los demonios.

"Con los guardianes del bosque muertos, nos toca a nosotros despertar a los druidas. Tenemos que recuperar el Cuerno del semidiós de la isla Sagrada del Claro de Luna. Solo su toque de rebato puede despertar a los druidas del sueño" Dijo Tyrande

"Pero sacerdotisa, los lycans han establecido un fuerte asentamiento en la isla. ¡Tendremos que luchar para abrirnos camino entre sus filas y llegar al Cuerno!" dijo una de sus centinelas

"Sacerdotisa Tyrande. ¡Gracias a Elune que la hemos encontrado! ¡Los muertos vivientes están avanzando hacia los túmulos druídicos! Los túmulos parecen abandonados pero los lacayos de la plaga podrían...

"En su interior duerme un druida, hermana... Furion Stormrage. ¡Es el druida más poderoso y sabio de todos! ¡Hay que avisarle de que la Legión ha regresado" Hablo Tyrande

"Entonces será mejor que nos apresuremos. Si los demonios se hacen con su guardia antes de que lo despertemos...

"¡Démonos prisa, hermanas! ¡Todas nuestras esperanzas residen en el despertar de Furion!"

Una larga sombra se cierne sobre la tierra, y con alas de oscuridad avanza hacia el oeste. La Tierra tiembla; a las tumbas de descanso de los druidas se aproxima el Destino. Los durmientes despiertan.

De pronto, oyó el susurro cristalino del agua, un sonido claro y nítido, como una piedra que cae en un sueño de sombras oscuras. La luz aumentó, las centinelas traspusieron hacia el camino, una arcada alta y ancha, y de improviso se encontró caminando a la vera de un arroyo; y más allá un camino descendía en brusca pendiente entre dos riscos verticales, como hojas de cuchillo contra el cielo lejano. Tan profundo y angosto era el abismo que el cielo estaba oscuro, y en él titilaban unas estrellas diminutas. Sin embargo, como Tyrande supo más tarde, aún faltaban dos horas para el anochecer; aunque por lo que ella podía entender en ese momento, bien podía tratarse del crepúsculo de algún año por venir, o de algún otro mundo.

"Los Muertos nos siguiendo, Veo formas de necrófagos y de demonios, pálidos como jirones de nubes, y lanzas como zarzas invernales en una noche de niebla. Los Muertos nos siguen"

"Sí, los Muertos vienen detrás de nosotros. Han sido convocados" dijo Tyrande

Tan repentinamente como si se hubiese escurrido por la grieta de un muro, la compañía salió al fin de la hondonada; ante ellos se extendían las tierras ñosas de un gran valle, y el arroyo descendía con una voz fría, en numerosas cascadas.

El Valle de la Luna era como una bahía amplia recostada contra los escarpados riscos meridionales. Las barrancas empinadas estaban tapizadas de hierbas; pero a esa hora todo era gris, pues el sol se había ocultado, y abajo, en la lejanía, parpadeaban las luces de las moradas de los Elfos. Era un valle rico y muy poblado.

De pronto, sin darse vuelta, Tyrande gritó con voz tenante, de modo que todos pudieran oírlo:

"¡Olviden su fatiga, hermanas! ¡avancen ahora, avancen! Es imperativo que lleguemos a al cuerno antes del fin del día, y el camino es todavía largo."

Y luego, sin una mirada atrás, corrieron a través de las campiñas montañosas, hasta llegar a un puente sobre el río, ahora caudaloso, y encontraron un camino que bajaba a los llanos. Al paso de la noche, las luces de las casas y de las aldeas se apagaban, se cerraban las puertas, y la gente que aún estaba en los campos daba gritos de terror y huía despavorida, como ciervos acosados. En todas partes se oía el mismo clamor en la noche creciente:

Un nuevo comienzoWhere stories live. Discover now