Capítulo 8

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     Félix y yo nos escondimos detrás de un salón, cuidando la entrada y tratando de qué nadie nos viera.
     —¿Cómo saldremos? Los profesores no se quitarán de la puerta hasta que no suene el timbre— dije.
     — Necesitamos otro plan— dijo Félix mirando a otro lado.
     —¿ Y si nos vamos por la parte de atrás? Hay una parte en el muro que es más baja, y si tenemos problemas hay un árbol que puede servirnos de apoyo— dije mirando a la entrada.
     — Es una buena idea, nadie vigila esa parte de la escuela, vamos rápido antes de qué nos descubran— dijo Félix. Me tomó de la mano y corrimos hasta la parte trasera de la escuela. Al llegar, inmediatamente trepé el árbol hábilmente Félix sólo se quedó mirándome.
     — ¿Qué pasa? ¿Acaso no puedes trepar un árbol gatito? —pregunte en tono juguetón.
     — ¡Ja! Yo no necesito el árbol para trepar la pared cariño — dijo Félix, tomó impulso y se aferró a la orilla de la pared, con ayuda de sus brazos se sentó sobre esta, hacía que pareciera fácil.
     — Presumido — dije, él sonrió ampliamente.
     —Anda vámonos antes de que nos descubran — dijo bajando de un salto y aterrizando a salvo fuera de la escuela.
     —¿Sabías que los gatos siempre caen de pie? — dije.
     — Si, ¿eso que  tiene que ver?— preguntó él.
     —Los humanos no siempre caen de pie— dije.
     —Salta, yo te atrapo cielo —dijo Félix extendiendo sus brazos  hacia mí. 
     —¿Estás seguro?— pregunte.
     — Jamás dejaría que algo o alguien te hiciera daño — dijo él y yo salté a sus brazos, él me atrapó sin problema — te dije que te atraparía — dijo sonriendo, yo le regresé el gesto.
     —Gracias—dije.
     —Bien, hay que irnos antes de que alguien se de cuenta de que no estamos y vengan a buscarnos, anda— dijo Félix y ambos corrimos hasta llegar a la torre Eiffel.
     — Creo que ya no nos encontrarán— dije tratando de recuperar el aire.
     — Eso parece, ¿quieres ir al centro comercial? Escuché que abrieron una sección de videojuegos en el área recreativa — dijo Félix.
     — ¿En serio? ¡Vamos!— dije emocionada.
     — Si, no sabía que fueras aficionada a los videojuegos—
     — Me gustan, pero no soy muy buena — dije acomodandome el listón que llevaba atado en un moño en el cuello de la camisa.
     —Veremos que tan buena eres— dijo Félix mientras se quitaba el saco del uniforme. Caminamos por un rato hasta llegar al centro comercial, fuimos directo al área recreativa y después de jugar varios videojuegos diferentes decidimos tomarnos un descanso.
     — Ok no sabía que fueras tan bueno en los videojuegos, me ganaste en todos — dije.
     — Es algo que me gusta y me ayuda a no pensar en el estrés de la vida diaria— contestó.
     — Asumo que debe ser difícil  ser tú en ciertas situaciones— dije.
     — No tiene idea—
     — Bueno, quizá si pasó más tiempo contigo logre descifrar lo que es ser tú — dije.
    —¿Estás dispuesta a pasar más de 24 horas conmigo para descifrarlo? — preguntó Félix
    — Quizá, lo que sea por ti gatito — dije sonriendo, Félix me tomó de la cintura pegándome a él.
     — Intentémoslo — pidió Félix.
     — ¿Te refieres a justo ahora?— pregunté.
     — Si, empecemos justo ahora, mi padre está de viaje, Natalie se fue con él así que nadie se enterara, podrías quedarte conmigo hoy viernes, todo el fin de semana y el lunes después de clases yo mismo me encargo de regresarte a casa — sugirió Félix, yo me lo pensé por un momento, realmente no era apropiado, pero ¿cuantas veces tendría una oportunidad cómo está?
     — Está bien— accedí desviando mi mirada a otro lado, él me tomó de la barbilla y me besó tiernamente.
    — ¿Te había dicho lo linda que te ves hoy?— susurro entre mis labios.
     — Claro que no — dije riendo por lo bajo.
     — Claro que sí, luces bellísima— dijo acariciando mi mejilla.
     — Tonto — dije
     —Sabes nunca he dejado que alguien me llame así, pero me estoy dando cuenta de que es lo que soy cuando estoy serca de ti, no se como actuar, como reaccionar y me siento aún más tonto cuando veo que tú eres tan natural, que no se te dificulta expresarte, quisiera verme tan relajado como tú— dijo, yo le sonreí.
     — No es difícil y tampoco hay una ciencia detrás, solo tienes que expresar los sentimientos tal y como tú los sientes— dije
     — Enséñame a hacerlo— pidió.
     — Con gusto— dije.
     — ¿Quieres ir a comer algo? Hay una pastelería en el segundo piso— dijo Félix — quizá tengan pastelitos de red velvet — sonrió de lado.
     —¡Vamos! — dije emocionada como niña pequeña, no me juzguen, ¿quien no ama los postres?
      — Ahora que lo pienso los pastelitos podrían ser un buen soborno algún día— dijo el de los ojos azules, yo reí y comenzamos a caminar.
     —¿Cómo sabes que los pastelitos de red velvet son mis favoritos? — pregunte.
     —Quizá le saque algo de información a Adrien— dijo él.
     — Siempre es tu cómplice ¿no?—
     —No exactamente, solíamos ser muy unidos cuando éramos pequeños, pero después de lo qué pasó con mamá nos distanciamos y el hecho de que mi padre me enviara a estudiar lejos solo empeoró las cosas— explicó.
     — He visto algunas fotos de ella, era hermosa —dije recordando el angelical rostro de Emile Agreste.
     —Te habría encantado conocerla, ella era quien le daba luz y vida a nuestra casa la hacía sentir un hogar— dijo Félix mirando al piso, parecía triste.
     —Su recuerdo debería tener el mismo efecto— dije.
     — Lo tendría si mi padre actuará como un padre normal— dijo él.
     — Cada quien vive su dolor de forma diferente, él no solo perdió a la madre de sus hijos, perdió a su esposa, su confidente, a su mejor amiga, es un dolor que no todos podemos entender — dije.
     — Nunca lo había pensado de esa manera — dijo él.
     — A veces nos sumimos tanto en nuestro propio dolor que no nos damos cuenta que no somos los únicos que sufrimos— dije.
     —Hablas como si hubieras pasado por lo mismo — me dijo Félix.
     — No tienes idea— dije.
     — ¿Qué te parece si voy por algo de comer mientras tú buscas donde sentarnos y si quieres contarme soy todo oídos? — dijo Félix, yo asentí, busqué una mesa cerca de la ventana, y cinco minutos después Felix ya había regresado, se sentó a mi lado y me entrego mi pastelito.
     — Gracias — dije.
     —Bien, cuéntame cielo — dijo Félix poniendo toda su atención en mi.
     —Bueno cuando yo tenía quince años mi madre quedó embarazada por segunda vez, yo tenía años pidiendo un hermanito o hermanita y cuando por fin me dieron la noticia estuve muy feliz, entre los tres comenzamos a decorar la habitación, yo misma escogí la cuna y le ayude a mi padre a armarla, el embarazo transcurrió a la perfección los tres primeros mese, los tres íbamos juntos a las consultas de mi mamá, recuerdo que cuando escuche los latidos de su pequeño corazón mamá estaba llorando y yo no podia estar mas feliz. Pero cuando cumplio los cuatro meses de embarazo... tuvo un aborto espontaneo — una lagrima traicionera se me escapo y la limpie rapidamente — el doctor nos explico que mi madre se suponia que no podia tener hijos, por lo mismo yo naci a los ocho meses. Cuando estaba embarazada de mi fue un embarazo de alto riesgo, así que solo asumí que todo era mi culpa– termine.
     — Pero no lo era — dijo Felix.
     — Lo se, pero en ese momento fue lo único que pude pensar, solo quería encontrar a un responsable cuando realmente nadie tenía la culpa. Caí en depresión, no salía de mi habitación, casi no comía, estuve muy mal por tres meses, solía llorar todas las noches hasta quedarme dormida y otras noches solo me quedaba en vela pensando tonterías – dije.
     —¿Tus padres no intentan ayudarte? —
     —Claro que lo intentaron, muchas veces intentaron levantarme el ánimo, sacarme a pasear, pero no llegaron a nada, una noche... el mundo termino de venirse encima y no lo soporte más, tomé una navaja y me corte la muñeca, estuve un rato en silencio, mi plan era que nadie se diera cuenta, pero perdí mucha sangre y me caí tirando un adorno, mis padres me encontraron y me llevaron al hospital. Fue un corte de diez centímetros de largo y dos centímetros de profundidad, esa noche fui muy lejos, estuve a punto de quitarme la vida, mis padres se asustaron mucho y yo me sentí tan culpable. Los siguientes meses la pase en rehabilitación, tome terapia junto con mis padres, cuatro meses después de que me dieron de alta mis padres me dieron la noticia de que habían sido aprobados para adoptar a unos gemelos y así fue como Dalia y Dallas llegaron a nuestra vida, unos pequeños bebés de seis años — suspire aliviada.
     —Así que tienes hermanos menores — dijo Félix.
     —Si, a lo que me refiero con todo esto es, no podemos saber cómo sienten el dolor otras personas, mi madre también estaba sufriendo por la muerte de nuestra pequeña Amber y no lo demostraba igual que tu padre— dije.
     —Creo que nunca lo había visto de esa forma— dijo Félix secando delicadamente mis mejillas con una servilleta.
     —Solo dale tiempo y él necesita sanar y todos debemos tomarnos nuestro tiempo para hacerlo — dije sonriendo, Félix tomó mi brazo izquierdo y desabrocho el puño de mi camisa para ver la cicatriz y delinear delicadamente con su dedo índice.
     —La curiosidad mato al gato – dije, él sonrió, volvió a abrochar el puño de mi camisa y después depositó un beso en el torso de mi mano
    — Pero el gato supo el pasado de su chica, lo especial y sensible que es, supo que se ve fuerte en el exterior, pero que en el interior es una muñequita de cristal que tiene que proteger a toda costa– dijo Félix y beso la punta de mi nariz.
     — Tontito — dije sonriendo.
     —pero tu tonto ¿no?- dijo dejando salir a su Black Chat interno.
     —No lo sé, dime tú— dije tratando de imitar su actitud coqueta.
     —Dios, tú siendo coqueta es lo mejor que he visto en mi vida hasta hoy— dijo él sonriendo y siendo aún más coqueto e insinuante.
     —¿ Cuando te volviste pervertido? — pregunté ligeramente sonrojada.
     —Sacas al gato coqueto que llevo dentro y de verdad esa parte de mi quiere hacer cosas muy inapropiadas y poco profesionales contigo — me guiño un ojo al terminar, yo me puse aun mas roja que antes y me reí un poco nerviosa.
     —Félix– dije en tono de regaño mientras me cubría el rostro.
     —¿ Qué? solo digo la verdad de lo que quiero hacer secretamente contigo — dijo y le dio un sorbo a su café.
     — Pervertido — dije.
     — Te encanta — contestó.
     — Quizá —
     — Te fascina — dijo tan serio y tranquilo como siempre.

Golpe de suerte. [Felix Agreste] Miraculous LadybugWhere stories live. Discover now