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Eran jóvenes.

Habían dado su juventud a sacar adelante a su familia, y eso era lo correcto, pero también merecían divertirse de vez en cuando.
Su hija mayor había ido a una fiesta con unas compañeras de la universidad y sus dos hijos gemelos a una pijamada.
Tenían el día libre.

– ¡Toma este café Sasuke-kun, es buenísimo! – corría de un lado a otro, había ofertas. Su mayor tentación.

Su esposo solo trataba de seguirle el paso con el carro de compras y cosas que su esposa le decía agarrar o sostener. No objetaba, de todas formas el pagaría.

No podía evitar sonreír al verla agarrar cosas sin titubear, y pensar que hace años tenían que hacer cuentas para todo y solo comprar lo indispensable.
Se juro que jamás volvería a hacer pasar por ese infierno a su magnífica esposa.

– ¿Por qué no estamos en casa? Los niños no están – menciono con las cejas alzadas, y una sonrisa burlona, con un toque de picardía en su mirada.

– ¡H-Hay cosas que hacer Sasuke-kun! ¡No podemos estar todo el día en la cama! – lo regaño con las orejas notablemente rojas, apretando ligeramente el paquete favorito de galletas de sus dos niños.

De repente el azabache se puso frente a ella, junto con el carrito.

– ¿Hmm? ¿Sasuke-k- la interrumpió una voz, afeminada, pero con edad.

– ¿S-Sakura? – Sasuke vio a su esposa tensarse por los hombros, vio sus delgadas manos temblar, y mirada flaquear. Tenso la mandíbula, y apretó su puño derecho mientras volteaba a ver a la mujer.

– Mebuki – escupió el nombre con repulsión, la mujer no era de su devoción precisamente.

– ¡¿Sigues con este mediocre?! – ahora se unió una voz masculina, quien al volver con su esposa, no dudo en caminar a la joven pareja con rabia y sus puños apretados y sus nudillos blancos eran prueba de ello.

Se ocultó tras su esposo, apretando su camisa con manos temblorosas.
Este se paró con más coraje y seguridad, jamás les permitiría hablarle o ponerle una mano encima como en ese entonces.

– Atrás Kizashi – advirtió el azabache.

– ¡¿Tu sigues siendo un bastardo sin modales?! ¡Soy el abuelo de sus hijos, tenme más respeto! ¡Créeme, no me acercaría a mi fracaso como hija si no fuera por ellos– fue su límite, conecto un golpe en su arrugada cara, y fue a parar al suelo, llamando la atención de algunas personas, estas no tardaron en llamar a la policía.

– Escúchame bien, no permitiré que el nombre de mi esposa o familia salga de tu asquerosa boca, ellos están perfectamente bien sin una mierda de abuelo como tú, no mereces mi jodido respeto – apesar de que el azabache se caracterizaba por siempre mantenerse al límite de las situaciones, no se daba el lujo de dejar que se meterían con la familia que tanto amaba.
Su voz retumbó por todo el pasillo y parte de la tienda, a pesar de que no alzó ni un poco su voz, la seriedad del asunto era suficiente para no hablar o emitir algún ruido.

Sakura dejo de temblar, y justo como hace 18 años, encontró paz y calidez en su esposo. Que ironía, el era un muro y reservado, solo con ella se abría, y eso le encantaba.

Escuchó radios y botas pesadas, no necesito voltear para saber que era la policía, malditas personas entrometidas.

– Señor, por favor, necesito que me acompañe – no objeto, de todas formas esto se resolvería en un segundo al ver las grabaciones.
Vio como un segundo policía alzaba al señor e igualmente se lo llevaban.

– ¡Sa-Sasuke-kun! – su voz se quebró, mientras su barbilla temblaba y se aferraba de nuevo a el.

– Señora por favor, si su esposo nos explica la situación esto no tendrá mayores consecuencias – le explicó el oficial, mientras el azabache asentía dispuesto a colaborar, miro a su esposa, y beso su mejilla.

La vida no es tan mierda cuando estás aquí   (SasuSaku) Where stories live. Discover now