24. Antes que el mundo se acabe

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Lali espera apoyada en el capot del auto con los brazos cruzados y el pelo meciéndose al mismo compás de las hojas de la copa del árbol que está sobre ella. En el asiento conductor espera Justina que tiene un brazo por fuera de la ventanilla, usa anteojos de sol y fuma un cigarrillo que se armó después de estacionar en la puerta de la antigua casa de su amiga. La puerta está abierta y escucha gritos en su interior. Provienen de la voz de su madre y sabe que no debe entrar para mediar, porque además ella ya le había dejado en claro que no quería volver a verla. Un mensaje de su padre llega al celular, preguntándole si necesita que la acompañe en ese momento, pero ésta vez no le contesta. Claro que le gustaría que esté presente abrazándola por todos los abrazos que le debió durante la infancia, como también le hubiera gustado que su madre no abandone a sus hijos, pero si tenés que exigirlo es porque el otro no quiere y ella ya está sufriendo demasiado como para encima tener que mendigar la contención de la que también tuvo que auto gestionarse para poder seguir en pie.

–¿Eso es lo último que queda? –Lali le pregunta a Gabriel cuando sale de la casa cargando una caja grande. En el auto ya había guardado un bolso con ropa y materiales que habían sido de Eugenia.

–Prefiero que lo tengas vos –le dice y ella la recibe cargándola por abajo. Espía un poco por entre el espacio de las solapas abiertas y descubre que hay recuerdos materializados en fotos.

–¿Estás seguro?

–Sí. Yo me reservé los míos... éstos te pertenecen –y ella asiente entendiendo que lo que hay adentro tiene que ver con lo que ella había sido junto a su hermana– fuiste la única que hizo todo lo posible desde que se enteró –y Lali se deshace de un suspiro– no sé los demás, pero yo te voy a estar agradecido siempre.

Gabriel apoya una mano en el hombro de Lali y la atrae sobre su cuerpo para abrazarla. Solo le presiona fuerte el hombro y apoyada el mentón en su cabeza, pero para ella es suficiente. Le gustaría devolverle el gesto, pero carga con una caja que no puede dejar caer y él la está sosteniendo demasiado fuerte como para moverse. Él también estuvo solo en un montón de oportunidades y, aunque no es su padre, Lali lo sintió como tal cada vez que necesitó ayuda. Al menos, lo sintió más que su propio padre. Y a pesar de que Eugenia no tenía relación estrecha con Gabriel porque Nora se lo prohibía, Lali sabía que se llamaban a escondidas y ella se sentía bien cada vez que terminaba de hablar con su papá. Ahora piensa que quizás el desenlace hubiera sido diferente si tan solo ella hubiera tenido más presente al único pilar de su familia que sabía cuidarla. Pero también Lali recuerda que él nunca insistió en estar presente en la vida de Eugenia, dejándola sola y concentrándose en formar una segunda familia cuando de éste lado lo habían rechazado, entonces se separa lentamente del abrazo.

–¿No necesitás más nada? –le pregunta amable y guarda la caja en el asiento trasero del auto.

–Creo que no. Cualquier cosa te vuelvo a llamar...

Pero antes que Lali vuelva a saludarlo, por detrás de su cuerpo ve que Nora sale de la casa. La piel de su rostro está colorada, como si hubiera estado gritando exacerbada hace seis horas. Los ojos están saltones, como si se le estuvieran a punto de desprender de la cara, y solo la mira a ella. El mentón de Lali empieza a temblar y de lejos escucha la voz de Justina pidiéndole que entre al auto.

–¡Vos! ¡Hija de puta! ¡Deja de meterte en todo! –avanza a pasos largos y el cuerpo de Lali se inmoviliza. Gabriel actúa por inercia y, antes que Nora intente atacarla, él la ataja cruzándole un brazo por la cintura y el otro por encima del pecho– ¡Era mi hijo! ¡¿Qué le hiciste?! –y ahora se desarme en un llanto ciclotímico. Gabriel hace fuerza para arrastrarla otra vez hacia la casa y con la cabeza le indica a Lali que se vaya, que él va a hacerse cargo. Pero el cuerpo de ella no está respondiendo y le duele ser testigo del padecimiento de su madre– ¡Andate de mi casa! ¡Deja a mi hijo en paz, basura!

ECLIPSEWhere stories live. Discover now