22. Fue una promesa

943 134 63
                                    

Lali está sentada en una clínica esperando a tener los resultados de la autopsia. Lleva el torso inclinado hacia adelante, con los codos apoyados en las rodillas sosteniendo todo el peso del cuerpo, y el pelo cayéndole hacia adelante. Su celular vibra en la silla vacía del costado, pero ni siquiera se fija quien está del otro lado de la línea porque no quiere hablar. El rostro de Eugenia se contornea en las baldosas, debajo de sus pies que se mueven nerviosos, y después se difumina con la misma velocidad que la vio irse físicamente. Todavía siente los ojos hinchados y un vacío en el pecho que cree no podrá llenarlo nunca. Es que también siente culpa por no haber cumplido con su palabra de protegerla.

Gabriel, el papá de Eugenia, la encuentra en la clínica luego de que ella lo haya llamado para darle aviso. Lo ataja en un abrazo contenido y lo escucha llorar en su hombro. Prefiere ahorrarse de palabras y lo deja desahogar la pena. La muerte es ese extremo que está en la otra esquina y, aunque sabemos que todos vamos a cruzarla, cuando estamos a veinte metros de rozarla tenemos ganas de retroceder. Pero otros la esperan desde antes que naturalmente aparezca, sentados en una reposera, cebando mates para convidarle y cuestionarle por qué tardó tanto en venir si no había tráfico. Eugenia había sido una de ellas y Lali siempre lo supo. Le duele la pérdida, le afecta haberla visto, le carcome la cabeza pensar en qué falló, pero nada de lo que pueda analizar conscientemente va a compararse con lo que experimentó ella.

Lali espera a que Gabriel regrese de hablar con el médico forense y lo cuida cuando sufre un bajo de presión. Se ofrece a acompañarlo a su casa, pero él quiere avisarle a Nora. Durante el trayecto en taxi, Lali piensa cada una de las formas de comunicárselo a su madre. Le gustaría decirle al conductor que se desvíe para pensar más posibilidades, pero estaciona el auto en la puerta de su casa y las manos le empiezan a temblar cuando le alcanza el dinero. Gabriel no habló durante el viaje y recién abre la boca para preguntarle si está preparada. Indirectamente, le pide que ella sea la que se lo comunique y claro que no está preparada, como tampoco lo estuvo años atrás cuando se hizo cargo de su padre ebrio y de su madre enferma.

Nora está en la cocina cuando ellos entran. No pregunta quién es, pero les pide que no olviden dejar los zapatos a un costado. Antes de que Lali la busque, Nora sale de la cocina secándose las manos con un repasador y le sonríe al reencontrarla, pero no llega a saludarla con un beso porque por encima de su cabeza ve a Gabriel, entonces los labios se dibujan en una línea y continúa su camino hasta el comedor. Ahí está el televisor encendido y en una silla esperan dos bollos de lana y un par de agujas para seguir tejiendo.

–¿Se encontraron en el camino? –le pregunta Nora sentada en la silla y acomodando las agujas para retomar su trabajo. Lali baja el volúmen del televisor y corre una silla para sentarse frente a ella.

–Sí –de costado ve que Gabriel se deja caer en el sillón de dos cuerpos que está contra la pared. Lleva los ojos húmedos porque no puede seguir disimulando la angustia– vine porque pasó algo y tengo que contártelo...

–Okey –Nora asiente sin dejar de mover las agujas. Lali junta aire e intenta formar una oración concreta y no hiriente para comunicárselo.

–Nos avisaron que Euge tuvo una recaída –dice y le observa los movimientos– pero... ésta vez fue distinto. Tuvo una sobredosis y no... –traga saliva y baja la cabeza– falleció.

Entonces Nora deja de mover las manos y no levanta la cabeza. Es como si estuviera canalizando la información. Por sus ojos le entran imágenes y por sus orejas se cruzan los sonidos, quizás las fotos de Eugenia pequeña o el ruido de su risa finita cada vez que la retaba porque nunca la tomó en serio, ni siquiera cuando era una infante. Gabriel espera con los codos en las rodillas y las manos unidas censurando la boca. Lali mentaliza cada uno de los pasos a seguir ante un ataque, pero Nora vuelve a mover las manos y continúa tejiendo.

ECLIPSEWhere stories live. Discover now