CAPÍTULO CUARENTA Y TRES.- disconformidad

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Eileen rodó los ojos y terminó de sentarse en una rara maquina de hacer ejercicios que Paul tenía en el gimnasio. Habían cerrado hace dos horas, Theo y Brady se fueron con Jared y Sam, mientras ella se quedaba a calmar a la bestia que tenía por pareja.

Le metió una mordida a su hamburguesa mientras observaba como su novio golpeaba con fuerza el saco de boxeo frente a él y gruñía con molestia. Paul había estado de ese humor los últimos días, concretamente desde la llegada de Casey a sus vidas.

—Paul, me voy a terminar comiendo tu hamburguesa si no paras ya —amenazó.

Su novio no hizo mucho caso, en cambio, dejó de golpear el saco de boxeo, se quitó los guantes, la camisa y se quedó descalzo para empezar hacer unas volteretas raras. Si no tuviera la súper fuerza y el poder de curación de los lobos, Eileen en serio temería que pudiera lastimarse.

Terminó de comer, fue rápidamente al baño para asearse las manos y la boca, y volvió a su puesto.

—Sabes, bebé, papi me está ignorando —dijo, hablando en voz alta con su estómago—. Creo que está molesto porque Lauren y Dante le dieron el beneficio de la duda a Casey.

Paul siguió sin responder, seguía haciendo esas raras volteretas y movimientos.

—Sí, bebé, yo tampoco sé porque papi está dando vueltas raras, se va a terminar mareando.

—Es capoeira —le explicó Paul, deteniéndose—. Y no marea, soy muy bueno en ella.

—Sí, lo noté —rió—. Te ves bastante sexy practicando, eh. Si no estuviera embarazada me habría lanzado encima de ti hace unos treinta minutos.

Paul le lanzó una sonrisa y no desperdició ni un segundo en acercarse a ella y besarle los labios. Eileen rió ante ello, pero aún así aceptó el beso de su pareja.

—Que no te detenga ese hecho, preciosa.

—Quizás después —bromeó, dándole otro beso—. Ahora vamos hablar, señor gruñón, ¿estás muy molesto por Casey?

Eileen escuchó como Paul soltaba un gruñido justo cuando pronunció ese nombre. No iba a culparlo, había sido un shock enorme para él descubrir que tenía un medio hermano por parte del hombre que lo abandonó hace más de doce años, y saber que ese mismo hombre estaba vivo, era aún peor.

—No lo quiero en mi vida, tampoco cerca de ti o de alguno de mis cachorros. Quiero que se vaya por donde vino, no me importa nada de lo que tenga que decir.

Eileen miró a su novio, sosteniéndole la mano para que pudiera descargar toda su frustración.

—¿Sabes como debió sentirse mi madre al saber que su esposo la abandonó para irse a criar a otra familia? —gruñó—. Solo está trayendo malos recuerdos a nuestras vidas y no lo quiero. Mi abuelo lo aceptó porque claro, es el jodido hijo de su más cobarde hijo. ¡Ese chico ni siquiera se parece a mi! ¿Cómo sabemos que no miente?

—No lo hace.

Paul la miró, le apretó la mano y soltó un suspiro.

—Sé que no lo hace, porque si no tu lo habrías sentido, cariño, lo siento —Eileen le besó la mejilla—. Él tiene dieciocho años, yo veintiuno. Thomas estuvo jugando a ir y venir, “criando” a dos hijos hasta que decidió abandonar al que menos le importaba.

La voz de Paul estaba llena de ira, Eileen no sabía por cuanto tiempo había estado guardando ese resentimiento contra su padre, pero entendía que ahora era que podía sacarlo a la luz por la llegada de Casey. Así que se mantuvo en silencio escuchando a su novio.

—Cuando tenía nueve años escuché a una de las amigas de mi madre hablar con ella. Le decía que tenía que criarme bien porque yo tenía los genes de Thomas, si me descuidaba iba a terminar siendo como él.

1. EXTRAÑA IMPRIMACIÓN | paul lahote ✔ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora