CAPÍTULO TREINTA Y OCHO.- los vulturi

5.1K 488 64
                                    

Eileen sujetó a Lizzie con más fuerza, mientras veía con horror como Aro le pedía a su guardia que se adelantara. Edward inició una rápida retirada, la empujaba a ella y a Emmett tan agresivo que tuvieron que retroceder con rapidez, sin apartar ni un segundo la mirada de la amenaza.

Jacob y Paul fueron los más lentos en retroceder, ambos tenían erizada la pelambrera de los hombros y se erguían mientras le mostraban los colmillos a Aro. Eileen bufó ante eso, y con una mano tuvo que tirar del pelaje de su pareja para que la siguiera. Su cuñado le imitó y se reunieron de nuevo con su familia justo en el momento en que las capas oscuras rodeaban a su líder.

Odiaba ver que la distancia entre ellos se había reducido hasta por la mitad, era mucho espacio el que se acortó. Entonces, Cayo comenzó a discutir con Aro, sin llegar a tocarlo de manera física. Parecían estar en desacuerdo.

Aro se veía realmente calmado, movía sus manos haciendo leves gestos a modo de resolver cualquier inquietud del segundo líder. En cambio, Cayo parecía realmente consumido por la ira, o eso fue hasta que calmó su semblante a uno frío y distante, adentrándose en sus pensamientos.

Eileen dejó a Lizzie junto a Edward y Jacob, y regresó a su antiguo puesto con Paul caminando a su lado, junto a Alec, Derek y Seth.

No le pasó desapercibida la manera en la que Alec mantenía sus manos estiradas, con las palmas hacia arriba. Él sabía mejor que nadie como era que operaban los Vulturi, se encontraba tenso y atento ante cualquier movimiento extraño de sus antiguos amos. Por el contrario, Derek mantenía toda su concentración en mantener el escudo impenetrable, que ahora se cernía sobre ellos en forma de domo, antes los dones de los enemigos.

Estuvo sólo un poco tranquila cuando vio que absolutamente todos los de su lado se encontraban cubiertos por el escudo.

Volvió a escuchar la voz de Cayo, parecía que seguía deliberando.

—Los hombres lobo —murmuró al fin.

Eileen colocó una mano posesiva en la pelambrera de Paul, al mismo tiempo que le mostraba los colmillos a Cayo, cuando observó como sus ojos se fijaban llenos de odio en su pareja. Ella sabía que Cayo le tenía un profundo desagrado, hasta podía llegar a llamarlo temor, hacia los licántropos y el hecho de que ella estuviera con uno no le había resultado nada agradable, hasta le daba una excusa para poder atacarlos.

Agradecía que el escudo de Derek también cubría por completo a los lobos. En realidad, solo bastó que este tocara a Sam para que toda la manada estuviera protegida.

—Estamos en pleno mediodía, Cayo —respondió Edward, carraspeando y señalando hacia Jacob—, resulta claro que no son Hijos de la Luna. No guardan relación alguna con tus enemigos.

—Aquí crían mutantes —le replicó Cayo en forma abrupta.

—Ni siquiera son hombres lobo —contestó Edward de nuevo, sin expresión alguna en su rostro—. Aro puede explicártelo si no me crees.

Lo que decía su hermano era verdad. Sintió la mirada de Paul en ella, preguntándole silenciosamente a que se refería Edward. Aro empezó a explicarle a Cayo lo que casi todos ahí sabían.

Resultaba que era cierto, aunque Paul y los demás se consideraban a si mismos unos licántropos, en realidad no lo eran. No poseían las características de ellos: no se transformaban con la luna llena, no podían convertir a otros a través de la mordida. Nada de eso.

La palabra exacta para encasillarlos en una especie, sería «Metamorfos», los cuales adoptaron la forma de un lobo por pura casualidad. Quizás aquella historia que le contó Paul en su fiesta de graduación podía explicar un poco porque habían tomado a ese animal.

1. EXTRAÑA IMPRIMACIÓN | paul lahote ✔ Where stories live. Discover now