Cuidado Conmigo, LaRusso- Anthony LaRusso y Tú.

~capítulo 26~

1 semana antes del torneo.

—¿A donde se supone que vamos señorito? — le hablo a Anthony después de abrir la puerta de mi casa.

Él se quedo boca abierta, me estaba mirando de arriba hacia abajo.

—Cerrá la boca que te entran moscas, pelele. — interrumpe Johnny.

—Perdón, es que estás muy linda t/n. — me halaga Anthony para después besarme.

—¿Vamos? — pregunto cuando nos separamos.

—La traes sana y salva a la casa, ¿me escuchaste mini LaRusso?

—Escuche suegrito. — lo carga.

Desde que Anthony se enteró que ahora era una Lawrence no paraba de decirle a Johnny "suegro" o "suegrito" para su mayor desesperación.

Saludo a Johnny y salimos de la casa para empezar a caminar.

—¿Ahora puedo saber que vamos a hacer?

—Espero que te guste competir.

—¿En serio me estas preguntando eso a mi? Soy la dueña de la competencia.

—¿Entonces estás preparada para perder?

—Vos tenes que estarlo.

♡♡♡

—Bienvenida al centro de juegos más lindo del mundo.

Estábamos en la puerta de un lugar gigante, cuando entramos habían un montón de juegos. Estaba el pool, el tejo, juegos de pistolas.

—Esto es genial. — empiezo a saltar y lo abrazo.

—¿Te gusta? — me pregunta.

—Me encanta.

—Juguemos entonces.

Nos adentramos más al lugar en lo que decidiamos que jugar primero.

—¿Al pool? — digo.

—Me parece perfecto.

Llegamos a una mesa que estaba libre y agarramos los tacos para empezar a jugar.

—Empezá vos. — me dice.

Abro la mesa y emboco una lisa.

—Soy las lisas. — afirmo.

—Perfecto.

Sigo con mi tiro y meto 1 bola más. Cuando quise embocar la segunda no pude y le cedo el turno a Anthony.

—Preparate para ver el mejor tiro de la vida.

Él se prepara para intentar meter la bola azul que está peligrosamente cerca de la bola negra.

—Tené cuidado de no meter la... —él golpeó la bola blanca y embocó la bola número 8— negra...

—¿Eso significa que perdí? — me pregunta él mientras se acaricia la nuca.

Yo me río a carcajadas mientras me acerco a él para depositar un corto beso en sus labios.

—¿Seguro que sabes jugar al billar? — me le río en la cara.

—Sí, sé jugar. Sólo que me desconcentraste.

—¿Ahora yo tengo la culpa? — me llevo una mano al pecho.

—Un poco sí.

—¿Y por que?

—Por ser tan linda y distraerme.

Sonrío y lo beso.

—¿Otra ronda? — pregunto.

—¿De besos?