18 🐺 No es el enemigo

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—Tenía ganas de hacer algo así para que formen parte de la finca también.

—Me encantó el detalle.

—Me alegro —respondió él y ella se acurrucó más contra su cuerpo.

—¿Viviremos aquí?

—Podemos tenerla como casa de fin de semana, o para cuando queramos estar alejados del mundo entero. He inspeccionado los alrededores, no hay nadie. La finca está sitiada por pinos y árboles. ¿Quieres ver la planta alta?

—¿Cambiaste algo? —preguntó mirándolo con atención.

—Le hice arreglos a los dormitorios, el tuyo tiene algunas cosas diferentes y el de tus padres está remodelado por completo. Creí conveniente hacer un cambio así, porque esa habitación será nuestra, la tuya la tendrás para lo que quieras.

Amos la abrazó por los hombros y se dirigieron hacia las escaleras para subirlas y entrar al cuarto de ella.

—¿Cama matrimonial? —Levantó las cejas al sorprenderse.

—¿No te gusta el detalle?

—Mucho, no lo esperaba. Creo que tampoco esperaba una cama, por cómo lo dijiste había interpretado que estaba casi vacío.

—No. ¿Y los colores? ¿Te gustan?

—Sí —admitió caminando hacia la cómoda donde había más retratos y luego se acercó a la ventana, donde se encontraba su pequeña casa de trabajo—. Le has puesto flores alrededor y canteros en las ventanas... —Manifestó asombrada—, quedó más bonita de lo que estaba.

—No todos los días iba a trabajar a la empresa —respondió con orgullo.

—¿Quiénes te ayudaron?

—Nadie, me trajeron las cosas que necesitaba y yo hice todo. Quiero verte feliz, Millennia, estos meses no han sido nada fáciles para ti y tampoco para mí, así que la finca me mantuvo ocupado y sin pensar, y quise darte esta sorpresa, para que sacaras una sonrisa.

La chica se abrazó a su cuello con alegría y se puso en puntas de pie para darle un beso en los labios.

—Te adoro —habló cuando se separó un poco de su boca—, y aunque te parezca raro o sorpresivo, te deseo también —admitió mirándolo al fin a los ojos.

—Me sorprendió, sí, pero yo también te deseo —la sujetó de las mejillas para continuar mirándose.

—Quiero que me marques.

—Me puedes pedir lo que quieras, pero no eso.

—¿Por qué no? Yo lo quiero y no puedes negármelo, no lo tienes que hacer de manera obligada, yo lo quiero.

—Lo quieres para que acabe dentro de ti y luego embarazarte, la respuesta es no. Si me deseas, me tomas, pero terminaré fuera de ti o usaré preservativo.

—¿Acaso llevas encima?

—Desde que te pasó eso que llevo por las dudas.

—¿Porque creías que en algún momento te lo iba a pedir?

—Sí, huelo cuando estás deseosa también.

—De esa manera te castigas tú. No es lo mismo.

—Haría lo que fuese por ti.

—Si hicieras lo que fuera por mí, me marcarías. Así ambos nos condenamos. Seguiremos teniendo relaciones sin los clímax juntos y sin un bebé.

—¿Me quieres solo para un bebé?

El Siberiano de Génova ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora