Capítulo 58.2 - Las verdades que escondemos: Catherine Wilson

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Si hay un capítulo para darle amor a nuestra narradora, es este

Leed con calma y recordad; todo tiene un sentido y es necesario

Ahora, vamos a ello...

58.2 | Las verdades que escondemos: Catherine Wilson

Olivia Audevard

Sábado, 7 de agosto

—¿Se lo has dicho? —pregunto asombrada mientras desayuno con Ramírez en la cafetería del hotel. Presiono el vaso de zumo con el corazón en un puño—. Me prometiste que no lo harías.

Mis manos tiemblan y las junto para intentar contenerlo.

Él se lo ha contado a mi madre.

Ella sabe dónde estoy.

—No estás bien, Olivia —justifica.

—Esa no es excusa.

—Han pasado dos días, ¿esperas que no me preocupe?

—¿Y la llamas a ella?

Ya no por cómo están mis pensamientos y emociones hacia ella, sino porque quisiera que fuera él quien midiera las cosas, no que recurriera a mi madre como si me gritara a la cara "ella es tu familia, no yo".

Ramírez aparta el vaso de mi costado antes de que lo golpee por accidente y suaviza su expresión como si encontrara tranquilizador que siga llevando su cazadora puesta. Me hace sentir protegida, me ayuda a esconderme en mi mente como si ese pudiera ser un lugar seguro. Me separa de la realidad y él lo sabe.

—Sé que habéis tenido vuestras riñas, pero es tu madre —intenta más suave.

Es mi madre y no puedo quitarme de la cabeza la idea de que ella estuvo allí aquella noche.

Presiono mi frente hasta querer clavar las uñas en mi piel y llevarme los pensamientos con ello. Estoy temblando sin importar lo cálida que sea esta mañana de agosto. El hielo recorre mis venas con bruscos empujones que me paralizan.

—Me prometiste no hacerlo —insisto.

Me dijo que estaría él para mí, que lo entendía.

O eso fue lo que quise creer.

La sensación de decepción me hace levantarme. Dejo todo en la mesa y salgo del hotel. No soy tonta, sé que mi madre ya estará de camino. Así es como es ella. Sobre todo porque, si el más mínimo detalle en mis recuerdos es cierto, ella no va a querer que lo sepa. Llegará y, con su numerito de madre protectora, me sacará de aquí, como haga falta.

Fuera del hotel, apoyo las manos contra una baja valla cerca de la puerta y me inclino hacia delante ahogando las ganas de vomitar. Quisiera tanto que Ramírez no hubiera recurrido a ella. ¿No me dijo que se pidió la baja para no dejarme sola si hacía falta? ¿Para quedarse cerca si decidía separarme del programa? Pero, de nuevo, recurre a ella como si no hubiera espacio para él en mi vida.

Le quiero casi como a un padre.

Por eso duele.

Cierro los ojos y le veo de nuevo, a él, a ese hombre que pinta mis pesadillas de pie detrás de mis párpados. Justo como le he visto durante cada una de las dos noches que he pasado en este hotel. Sé que no está ahí, pero le veo. Veo su figura a los pies de mi cama hasta que presiono las manos contra mis ojos para hacerla desaparecer. La que veo en cada esquina, atenta, en silencio. Persiguiéndome por el rabillo del ojo.

La promesa de AsherWhere stories live. Discover now