Capítulo 33 - Desacuerdos

14.1K 833 698
                                    

N/A: Borré el capítulo 32.5 porque no encajaba del todo, haremos como que nunca ha existido. Ahora, a disfrutar del capítulo

32 | Desacuerdos

Olivia Audevard

Jueves, 9 de julio

Ansel me recibe con los brazos abiertos y con un grupo de desconocidos sentados en los sofás cuando vuelvo de La Défense. En cuanto llego al piso, él me abraza con una energía que no sé de dónde ha sacado teniendo en cuenta la forma en la que esta mañana parecía a punto de quedarse dormido mientras desayunaba.

—Yvonne ha traído a unos amigos al piso. —Aprovecha a contarme en bajo—. No es problema, ¿no?

—No, no te preocupes.

—Genial. Ven un segundo, tengo que hablar contigo.

Le doy una mirada al grupo de amigos de Yvonne para quedarme con sus rostros por costumbre. Ansel apenas me da tiempo a hacerlo antes de tirar de mi mano hacia la cocina. En cuanto me suelta, dejo el bolso sobre la encimera y él se acerca, hablando tan bajo que apenas soy capaz de escucharle.

—Tengo que decirte algo sobre Jacob.

Ahí vamos de nuevo.

Mi estómago da un vuelco porque no tengo ganas de dejarle ver lo poco que me importa su amigo. Lo poco que me importa haber mostrado interés para luego retirarlo de la mesa sin arrepentimiento alguno. Así es como me muevo, como si tirara de una cuerda hasta conseguir lo que quiero para luego dejarla ir.

Lo pongo en las palabras más suaves que puedo.

—Ansel, sobre eso, me gustaría que el tema quedara así. Te agradezco intentar ayudarnos y todo eso, pero el otro día no funcionó y ya está. ¿Vale? No quiero que le demos más vueltas.

—En realidad... Vale, sí, perfecto.

No soy curiosa, pero cuando algo no encaja me chirría en los oídos. En mi vida, entender las razones de las personas para actuar como lo hacen es una necesidad, me ayuda a cubrirme las espaldas así que, por la reacción de Ansel, no puedo evitar pararle antes de que se escabulla como intenta.

—¿Qué pasa realmente? —pregunto.

—Nada.

—¿Qué es? —insisto.

Levanta las manos a modo de rendición y el agarre que tengo sobre él cae.

—No es nada importante, de verdad.

Le cuesta mirarme y yo dejo que una vieja máscara crezca sobre mí para entenderlo. Llevo tantos años observando y analizando para saber cómo adaptarme que he aprendido a leer esos detalles que otros creen esconder con sutileza. Los sé ver porque tuve que buscarlos para saber qué copiar, para saber mezclarme con el resto de personas de mi edad.

Lo necesito porque me vaciaron de tal forma que no quedó nada para llenar el espacio de una personalidad que me permitiera relacionarme. Eso no nació de forma natural en mí, todavía me cuesta entender si me muevo por ideas que adopté o porque es como yo me comportaría de haberme permitido el margen de elegir.

—Sigo esperando, Ansel.

—Tony me dijo que la otra noche al final no salías porque te encontrabas mal —cuenta.

No fue exactamente la razón, pero lo tomo.

—¿Y? —pregunto.

Ansel se apoya contra la encimera con notoria incomodidad. Cuando me mira, sus palabras son rápidas para quitárselo cuanto antes de encima, bajas para que no nos escuchen desde el salón y tan pesadas como la mirada que me devuelve.

La promesa de AsherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora