☽ Capítulo 36 ☾

2K 300 165
                                    

Octubre de 1914

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Octubre de 1914

Territorio sudeste de Haera, Arvandor

Ha pasado un largo tiempo desde la última vez que Haridyen lloró y, según recuerda, no fue por tristeza, ni por rabia, ni por impotencia. No, aquella última vez fue completamente diferente. Él había dejado a Rysaeran en el suelo para luego alejarse unos pasos, con mucha precaución, asegurándose de que el cachorro se mantuviese en pie y no acabara de morros en el suelo antes de extender las manos hacia él, alentándolo a caminar. "Ven, ven conmigo, Rys" le había animado. Rysaeran, con sus enormes ojos rojos lagrimosos y un puchero en sus labios, enfurruñado por haber sido momentáneamente "abandonado", también extendió sus bracitos en su dirección, moviendo sus piernas a la par instintivamente.

Sus primeros pasos.

Esmerándose por retener los gritos de júbilo, él solo continuó motivando al pequeño para que siguiera avanzando, pero Rysaeran tropezó y perdió estabilidad. Su llanto se había hecho oír por toda la mansión. Con unas palabras de consuelo había corrido a socorrerlo, pero el abatido cachorro lo miró con un resentido ceño fruncido y balbuceó entre lloriqueos: "pa... papá". Haridyen recuerda su dulce voz con una claridad apabullante. También recuerda que sus lágrimas brotaron inmediatamente. Luego, había levantado a Rysaeran en brazos mientras intercambiaba miradas conmocionadas con su Arcano, que se encontraba en ese momento revisando informes en su escritorio a escasa distancia. Ninguno supo cómo reaccionar, los había tomado desprevenidos, y debían decidir en ese instante si corregir al pequeño Rys o simplemente aceptar y acoger su nueva denominación, concretando de una vez por todas su papel de padres. Al final, él había acabado por decirle al cachorro con el corazón encogido de congoja: "No, amor, yo no soy tu papá". Pero Rysaeran había inclinado su cabecita con una expresión pensativa, ¡tan dulce!. "¡Papi!" acabó corrigiendo Rys por sus propios medios, antes de observar con alegría a Raegar, apuntarlo con su diminuto índice y chillar: "¡Papá!".

Una sonrisa se asoma en el luctuoso rostro de Haridyen al rememorar cómo se desorbitaron los ojos de su compañero, a la par que un ápice de terror y algo más primaron en su semblante.

No habían vuelto a corregir al pequeño después de aquella vez.

—¿Recuerdas cuando Rys te llamó papá por primera vez?

Raegar se sobresalta de una manera tan sutil que cualquiera lo hubiera pasado por alto, a excepción de Haridyen, por supuesto. Han pasado tantas horas sentados, echados uno sobre el otro y en silencio, que incluso la familiar y adorable voz de su Cadena lo ha sorprendido. Atrae al pelirrojo contra sí, ciñendo aún más el brazo que tiene enredado a su cintura.

—Claro que sí. Me llevé el susto de mi vida.

Haridyen ríe sin energías, buscando con la mirada al cachorro de ya tres años por el amplio y frío salón hasta que lo encuentra jugando con Hamil, su sobrino. Agradece enormemente que los pequeños se encuentren lejos del cajón. No quiere a la muerte cerca de ellos, en ningún sentido. También agradece que todavía sean lo suficientemente jóvenes como para no comprender lo que la muerte implica.

EXTINCTION【Libro I】|Disponible en físico|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora