☽ Capítulo 32 ☾

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Los dos omegas entran a la habitación seguidos de Haridyen

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Los dos omegas entran a la habitación seguidos de Haridyen. Raegar contempla desde su sitio en el sofá al primero en pasar, de estatura estándar y andar orgulloso. Gin Lannvriel. El joven Arcano medita sobre la actitud firme del omega y decide que, si no hubiera estado loca y eternamente enamorado de su Cadena, Gin hubiese sido un buen partido. Las personalidades altivas, rebeldes y veleidosas son absolutamente de su tipo. Inevitablemente sus ojos zumban a Haridyen y su sangre sube algunos grados.

—Ugh, ya veo de qué va esta sorpresiva citación —dice Gin.

Raegar cae en la cuenta de que está sonriendo como idiota, embobado mientras se come al pelirrojo con la mirada. Allana su boca como si hubiese sido atrapado con las manos en la masa, aunque no tiene mucho sentido ocultar su amor cuando es precisamente lo que está a punto de revelar.

A regañadientes sus orbes dan un brinco a la omega que entra al cuarto junto a Gin. Es increíblemente hermosa y está impecablemente arreglada con un fino vestido de tonos azules. La ha visto en algunos eventos. Si mal no recuerda, es la primogénita de la familia Canzenatty. Tanto ella como Gin toman asiento en el sofá doble, uno junto al otro. Raegar advierte que, bajo esa fachada confianzuda, ambos están jodidamente nerviosos, tal vez por hallarse a solas con dos alfas poderosos. No. Haridyen puede generar respeto, admiración y deseo, pero no temor. El que asusta a los omegas es él.

Se levanta para saludar a los recién llegados, que se presentan con sus respectivos nombres y apellidos, y retorna inmediatamente a su sitio. Ansía acabar con el trámite lo antes posible.

—Iré directo al grano. Haridyen y yo somos pareja —suelta sin pelos en la lengua. Por el rabillo del ojo nota que Haridyen se tensa. Aún se halla de pie, pero ha avanzado hasta ubicarse a su lado—. Debido a imperativos familiares y legales, debemos mantener nuestra relación temporalmente en secreto. Buscamos su ayuda a fin de evitar sospechas y acabar con la presión que recae día a día sobre nosotros. ¿Qué es lo que deben hacer? Fingir. Si están dispuestos a colaborar con nosotros, deberán convertirse en nuestras parejas durante un lapso de seis meses, solo ante la mirada social y específicamente hasta el día de mi ascensión a líder de manada.

Raegar hace una pausa mientras mide las reacciones de los omegas. Ambos lucen imperturbables, como quien escucha la misma historia por décima vez y ya no es capaz de siquiera esbozar una emoción. Raegar deduce que, ciertamente, ya sabían de qué se trataría aquella reunión imprevista. Un punto a favor. El librarse de tener que lidiar con shocks y desconciertos le ahorra voz y varios pasos. Ahora la cuestión es sencilla. Si los omegas aceptan, su plan comienza; si los omegas se niegan, les borra de la memoria todo lo referido a su relación con Haridyen y luego siguen buscando cómplices.

—Has sido muy claro. Sin embargo, no nos has dicho por qué deberíamos aceptar ser parte de semejante... insurrección —menciona cuidadosamente Gin—. Su reputación quedará destrozada, lo saben, ¿verdad? Y esa sería la consecuencia más amable... Si nosotros nos convertimos en sus celestinos correremos el mismo riesgo. Nuestras acciones no solo llevan nuestro nombre, llevan nuestro apellido, por lo que el honor de nuestras familias también se verá afectado por la decisión que tomemos. Perderemos prestigio y toda posibilidad de formar parte de alguna de las familias sagradas, cualquiera sea, para lo cual hemos sido moldeados y pulidos desde nuestro nacimiento al igual que todos nuestros antepasados. Entonces dime, Raegar Wealdath, ¿por qué esta locura valdría la pena?

EXTINCTION【Libro I】|Disponible en físico|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora