39. Oportunidades.

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No solo era porque tenía que tomar una decisión importante respecto a la propuesta de trabajo, sino a ver de nuevo a Maze. Las últimas semanas había estado evitando toparme con ella, esquivando los pasillos por donde sabía que ella estaría y llegando más temprano de lo habitual para que ella estuviera ocupada y yo no tuviera que verla, incluso había estado trabajando algunos días desde casa -Con el permiso de mi jefe-. Como había dicho antes, tal vez ella no era culpable de lo que sucedía, pero lo representaba.

Consideraba que el primer paso para superar algo que te sucedió, era alejándote de todo lo relacionado con ello. No en el sentido de aislarte, más bien de darte el tiempo que necesitas. Como por ejemplo: Si alguien te lastima y ves constantemente a esa persona, entonces superarlo sería más difícil, porque cada vez que la vieras tu mente se trasladaría al momento exacto en donde te lastimaron.

O al menos así lo veía yo.

Yo visualizaba a Maze y me mente se transportaba a esa noche.

Por eso detestaba verla. No por lo que era, sino lo que representaba para mi subconsciente.

Caminé hacia el departamento que compartía  -ya no tanto- con María e Isaac. Aunque tenía las llaves y podía entrar sin avisar, preferí tocar la puerta. Sabía que Isaac estaba aquí, pues hacía poco había obtenido un día libre cada semana en su trabajo, y hoy era uno de ellos.

Él me abrió la puerta.

—Hola, duende —me saludó, dejando un espacio para que pasara.

El departamento se encontraba limpio y ordenado, salvo por las bolsas vacías de papas en la mesita de la sala.

—¿Estás ocupado? —Ni siquiera tuvo chance de responder  cuando Dorian salió del baño.

La O que formó mi boca fue incapaz de ser reprimida. Dorian me dio un corto saludo y así como así se despidió, yéndose.

—¿Tú y Dorian están...? —quise saber.

Isaac sacudió la cabeza.

—No —espetó—. Él vino a visitar a Alessia, pero ella salió, Dorian necesitaba ir al baño así que entró y el resto lo sabes.

—¿Entonces él no es el que te gusta?

—No dije eso. Solo dije que no hay nada entre él y yo. Es hombre comprometido, y yo ya estuve o suficientemente jodido cuando me metí con mi profesor —respondió, encogiéndose de hombros.

Sospechaba que Isaac sentía algo por Dorian, o bueno María fue la que me lo dijo, pero que él mismo lo confirmara me lo hacía creer por completo.

—¿Y tú qué haces aquí?

—Gracias por tan hermoso recibimiento, Isaac —dije sarcástica.

—¿Puedes decirlo sin llorar? —bromeó, dándome un pellizco en mi brazo derecho—. Pero, en serio, ¿tienes algo? No luces muy bien, sin ofender.

—Me ofrecieron un trabajo en Alemania —susurré.

Isaac giró la cabeza hacia mi con violencia, alzando las cejas y llevando sus manos hacia la cabeza.

—Maldición, mierda, joder, ¿en serio? ¡Felicitaciones! —exclamó, rebosando emoción. Su sonrisa enorme fue decayendo al mirarme—. ¿Preparamos un chocolate?

Isaac fue a la cocina y volvió con dos tazas en mano. María nos las había dado de regalo antes de irse a su luna de miel, y estaban decoradas con una foto de ella sonriendo. Era graciosa.

Nos dirigimos hacia el balcón, apoyándonos sobre el barandal en donde estaban mis plantas. Cada dos días venía en la mañana, a regarlas  y a mantenerlas vivas.

Las cartas de Dante © Where stories live. Discover now