38. Vestido blanco.

12.5K 1.1K 849
                                    

Jazmín.

El gran día de María y Francesco había llegado. Su boda.

—No puedo respirar —dijo María, agarrándose el pecho.

—Si entras en pánico podemos irnos en mi Vespa —intenté calmarla.

María se sentó en el sofá, controlando su respiración con números. Por sus mejillas comenzaron a caer lágrimas y me quedé en blanco. ¿Qué debía decirle para calmarla?

—Estoy estresada —explicó en medio de sollozos.

—No estés estresada y ya —señaló Isaac, leyendo algo en su celular.

—Ese es un increíble consejo, felicitaciones Isaac —resoplé. Agarré a mi por los hombros—. Va a ser la mejor boda, mejor que la de la princesa Diana.

—Eso no es posible, Lady Di era un icónico —aclaró ella, sorbiendo por la nariz—. ¿Ya arreglaron el asunto con los del catering?

—Sí, todo está perfecto —aseguré—. Hice todos mis mandados como dama de honor —dije, sintiéndome bien con mi eficiencia.

Excepto el mandado de preparar un discurso. La noche pasada no había dormido, intentando escribir y fracasando en el intento. ¿Qué podía decirle que no supiera ya? Era difícil, escribir no era mi fuerte. No fue hasta que Dante se levantó a las dos de la mañana y me dijo que tenía que descansar, que dejé que me llevara a la cama y me abrazara hasta que me dormí.

—Gracias —Se dispuso a dar vueltas alrededor de nosotros—. Comida, listo. Música, listo. Salón, listo. Vestido, listo. ¿Estoy pasando por alto algo? —nos preguntó.

Negué.

—Debo ir a la peluquería. Jazmín, revisa la lista de invitados e Isaac, llama a la encargada para ver si ya las mesas tienen las etiquetas con los nombres —nos encargó, agarrando su cartera y saliendo a pasos apresurados, chocándose con Javier.

—Cuidado por donde vas —susurró él, estabilizándola y evitando que se cayera.

—Hola, Javier —lo saludó, con una risita nerviosa—. ¿Vas a venir a la boda?

Él la estudió por medio de su mirada.

—Sí, iré.

—¡Eso es genial! Los veo a todos allá —gritó, saliendo por la puerta.

—Está sufriendo un brote psicótico —señaló Isaac, subiendo sus pies al sofá—. No entiendo por qué tanto alboroto, es solo una boda.

—Lo dices porque no eres tú el que se va a casar —espeté, leyendo la lista de invitados en el papel que sostenía mi mano.

—¿María siempre es así de entusiasta? —inquirió Javier, hundiendo las cejas.

—Sí, parece una niña —respondió Isaac.

Javier no agregó más nada y retomó su ida hacia la cocina. Isaac sonreía, con la nariz metida en su nariz.

—¿Con quién hablas? —lo incité a decir, moviendo las cejas con picardía.

Las cartas de Dante © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora