15: Te necesito.

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Dante.

Dentro de mí se instaló una pesadez conocida, una que conllevaba tragar duro para poder respirar y pestañear, asegurándome de que era real. Que no se trataba de una situación ajena a mi, lejana a mis intereses.

Lamentablemente no fue así, mi corazón añoraba el llamado de atención directo hacia la negación de los hechos.

Estúpido.

A veces podía denominar así a mi corazón, porque no existía algún órgano que se quisiera engañar más que él.

—Disculpe, ¿está escuchando lo que le estoy diciendo? —inquirió el hombre frente a mi.

Levanté la mirada, que antes había estado fija sobre las manos puestas en mi regazo.

—No, estaba distraído, lo lamento —me disculpé.

Mis pensamientos estaban revueltos, impidiéndome si quiera separar dos de ellos y así entenderlos.

Sentía todo y nada a la vez.

—Ella quiere verlo —repitió, paciente.
Costó mi completo autocontrol no salir corriendo de ahí, huir lejos, volver a donde la seguridad estaba asegurada.

Aquí el suelo tenía esa inestabilidad de lo desconocido, o de aquello que conocías y solo querías olvidar.

—¿Dijo eso? —dije tras un silencio incógnito.

El doctor de barba espesa asintió, haciéndome un gesto hacia el pasillo ocupado por habitaciones separadas por gruesas paredes.

—Sí, no quiere que nadie más la vea, salvo usted.

En un acto de coraje me puse de pie, estirando las piernas y sintiendo el cosquilleo en la punta de mis dedos.

El vértigo se adhería como si se tratase de una segunda piel, fundiéndose hasta mis huesos.

Imágenes desagradables acribillaron mi memoria, trayendo a la superficie lo que intentaba hundir tan fervientemente.

Me había obligado a enterrar lo relacionado a ello, mandándolo a un cofre lleno de candados sin respectivas llaves.

Era partidario de la idea de ser sincero contigo mismo, más que con los demás, pero ese era unos de los tantos temas que rompían el esquema que venía asesorándome de cumplir.

Se me escapaba de las manos.

Atravesé el pasillo, deteniéndome frente a la habitación que sabía que ella ocupaba.

Después de salir del departamento de Jazmín con mil dudas en la cabeza, conduje de vuelta a mi casa. Cené junto a Alessia y Dorian. Supuse que sería una noche tranquila, ocupada tan solo por el sonido inaudible de mi confusión interna debido a lo que me había encontrado al decidir confesarle mis sentimientos a Jazmín.

Entonces mi teléfono sonó.

Mandando al caño cualquier idea de noche tranquila.

En cuanto contesté y me dijeron que llamaban desde el hospital supe que algo andaba mal, muy mal. Confirmé lo mismo al escuchar el por qué.

Las cartas de Dante © Where stories live. Discover now