CAPÍTULO ESPECIAL #2.

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Dorian.

A Dorian le gustaba la noche. Era tranquila y silenciosa, sus pensamientos en esas horas se volvían más fáciles de digerir. No tenía que lidiar con los problemas de su día a día.

No tenía que lidiar con que su padre no lo quería.

No tenía que lidiar con que su madre lo odiaba.

No tenía que lidiar que su hermana había muerto por su culpa.

Sinceramente, entendía a su madre, porque ni siquiera ella lo odiaba tanto como se odiaba a si mismo.

Y también odiaba a todos, en general. No entendía cómo era que alguien podía decir que existían buenos seres humanos, todos eran igual de egoístas e irracionales. A medida que veía más del mundo se daba cuenta de que la raza humana estaba dañada, y que, tal vez nunca pudieran reparar ese daño. Recurrían al impulso e idiotez antes que el sentido común. Estaban programados para ser ellos mismos y preferían ser quienes no eran para ser aceptado. Eran idiotas. Idiotas hipócritas.

Él también era uno de ellos, al final seguía siendo un humano, y aunque las personas de su entorno pensaran que no tuviera sentimientos, los tenía. Que no los dijera era distinto.

La única fisura en su hipótesis de la estupidez humana era Dante.

Su hermano gemelo. El único al que verdaderamente quería.

También había jodido gran parte de su relación. Era una mierda y lo sabía, Dante solo quería ayudarlo, pero se negaba a recibir su ayuda. Porque en el fondo sabía que no merecía ser feliz. Además sabía que lo lastimaba constantemente, que lo había hecho enfurecer más de una vez, que había gastado mucho de su dinero y que lo decepcionaba aunque no lo dijera.

Sentía un vacío raro en el pecho cada vez que recordaba que podía lidiar con decepcionar a todos, menos a Dante.

Él fue quien hizo que su niñez no fuera una completa miseria. Quien, se iba a su habitación con sus lentes y un libro para acompañarlo luego de que su madre le demostrara lo poco que lo quería. Porque sí, él era un niño, pero incluso en ese entonces sabía cuando alguien lo odiaba, sabía que su mamá nunca lo quiso y después de ser el responsable de lo de Chiara, empeoró.

Nunca se lo contó a Dante y tampoco lo haría, pero sabía cuál fue el momento en que cambió algo dentro de él. No fue cuando Chiara murió, sí rompió su corazón y lo destrozó, sin embargo el cambio venía de unos meses después de la pérdida. Antes de que su mamá fuera internada. Él se encontraba en su habitación, jugando cartas en el portátil. Era lo único que podía distraerlo. Su madre había estado en el piso de abajo, la casa sin el ruido de los correteos de su hermana se sentía vacía. Se sentía triste, pensó que acompañar a su madre los ayudaría a ambos. Ella podría estar menos deprimida y él podría acompañarla.

Deseó no haberlo hecho.

Cuando fue al jardín miró a su madre en el columpio, su cabello estaba liso y usaba una bata blanca, estaba demacrada; sin vida. Un fantasma. Se puso a su lado, y le tomó la mano. Lo próximo que supo fue que ella estaba encima de él, intentando estrangularlo. Intentó luchar, rindiéndose muy pronto. Pensó que si su madre lo estaba haciendo era lo que merecía. Cerró los ojos, y aun siendo pequeño se preparó para encontrarse con su hermana.

Para su sorpresa solo se encontró a su padre. Él le hizo "creer" que todo había sido un mal sueño, que no fue real que su madre intentara matarlo. Dorian asintió, pero sabía lo que había visto, sabía que las marcas en su cuello no eran un producto de imaginación. Él no estaba loco.

Más de una década después, Dorian seguía sintiendo esas manos sobre él, torturándolo.

Necesitaba aire.

Las cartas de Dante © Where stories live. Discover now