16 🐺 Una visita inesperada

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A principios del mes de enero, Giovanna invitó a su nuera a una tarde de té.

—Tu madre me invitó mañana a tomar el té.

—Me parece bien, yo aprovecharé para trabajar un poco.

—¿Qué estás haciendo ahora? ¿Un nuevo proyecto o algún otro que dejaste a medias?

—Un poco de cada cosa.

—¿Qué piensas hacer con la finca? —preguntó intrigada—. Sé que es un tema repetitivo, pero me gustaría saberlo.

—Como te dije antes, no haré nada, excepto remodelarla para ti.

—Pero, la compraste, ¿o no?

—Sí, le di el dinero a tu padre, dinero que está guardado en una cuenta a tu nombre. Así que, la finca y el dinero siguen siendo tuyos.

—La finca es tuya. —Admitió sorprendida cuando le respondió aquello.

—Estamos casados, Mille —él le tomó la mano acariciándosela.

—Lo sé, pero corresponde que te quedes con la finca y yo con el dinero, o que tú te quedes con las dos cosas.

—No, yo ya tengo instrucciones de tu padre sobre eso. Me lo dijo en la carta, la finca y el valor de lo que sale son tuyos.

—No me parece justo.

—¿Para qué debería tener tanto dinero? Lo he estado amasando desde que me acuerdo, desde muy joven durante siglos —le explicó—. Que te entregue a ti algo que te corresponde y en un buen valor, no me afecta en nada, al contrario, lo quiero. Aunque tu padre no me lo haya escrito en la carta, hubiera puesto el dinero en tu poder y la finca también —le acarició la mejilla y le dio un beso en el cuello.

—Eres muy bueno y paciente conmigo, Amos —expresó con honestidad al mirarlo.

—Dejemos la vajilla acá y vayamos a la cama.

—¿De nuevo?

—A la mañana no quisiste saber nada, esta noche no te escapas, me la debes —sonrió.

—Yo no le debo nada, señor Valentini. Usted está equivocado —se levantó de la silla poniendo los brazos en jarras.

Amos la sujetó de la cintura y la acercó a él para sentarla en su regazo.

—No va a seducirme, señor —respondió abrazándolo por el cuello.

—Entonces no me abraces.

Ella le dio un beso en los labios.

—Y tampoco me beses.

—Quiero hacerlo, digo besarte —rio contra su boca.

—No puedes mentirme.

El hombre pasó su brazo por debajo de las rodillas de Millennia y se puso de pie para caminar hacia el cuarto principal. Las flores del jardín y las que estaban dentro de la casa, comenzaban a desprender sus propios perfumes a medida que la excitación de la chica iba en aumento, para cuando terminaron, el dormitorio quedó invadido por el aroma de todas las flores y durmieron abrazados.


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Departamento de los Valentini

Millennia había llegado casi puntual para la hora del té con su suegra y sus cuñadas. La primera la recibió con un abrazo y dos besos en las mejillas, las gemelas hicieron lo mismo y la llevaron al comedor donde se encontraban tres invitadas más.

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