Capítulo 61: Medusa.

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¡Hola, flor! Antes de que se me olvide, y como soy partidaria de dar las malas noticias antes que las buenas, hoy te traigo una: La semana que viene, es decir, el domingo 14 es bastante posible que no haya capítulo. La razón es que me voy de viaje de fin de semana, y me va a ser difícil compaginar el estudio de la oposición con preparar las maletas y escribir. No obstante, intentaré sacar algo, pero dado que las posibilidades de que tardemos en volver a vernos son altas (95 frente a 5, diría yo), prefiero avisarte para que te pongas en lo peor y darte una sorpresa agradable a que sea al revés, y me estés esperando y esperando para luego decepcionarte diciendo que no tengo nada y que nos vemos a la semana siguiente. De nuevo, intentaré escribir algo para no dejarte colgada hasta el día 23, pero no te prometo nada. Tengo unos horarios infernales y estoy hasta arriba de trabajo, así que prefiero ponerme con Sabrae y Alec cuando realmente tenga tiempo y capacidad cerebral para dedicarles la intensidad que se merecen.

Voy a ser un verdadero hijo de puta admitiendo esto que incluso me da asco a mí mismo, pero prefería mil veces las cosas que se me pasaron por la cabeza cuando me encontré a Sabrae llorando sola en aquel mirador bajo que la que me lanzó como una granada a punto de estallarme a la cara. Y eso que todas eran mil veces peores que lo que me preguntó y el camino que me hizo tomar pero, ¿qué puedo decir? Soy un puto egoísta de mierda.

Prefería todo lo que había pensado porque sabía que tenía mejor solución para mí. Si le habían molestado, si le habían dicho algo, incluso si la habían tocado sin su consentimiento, yo podría explotar como me apeteció en aquel momento: abriéndole la cabeza a alguien. En el breve lapso de tiempo que pasó entre que la vi y le pregunté lo que sucedía, una hilera de nombres y caras desfiló ante mi cabeza. Podría haber sido cualquiera, pero algo me decía que Dries era culpable. Él siempre me había desafiado cuando estaba con Perséfone, como si le divirtiera tratar de enfrentarnos para, así, también, conseguir liarse con ella, y que yo me quedara con Chloe, a quien el hacía una campaña que me hacía pensar que más que primos, eran amantes.

Una palabra de Sabrae serviría para que fuera a por él y me asegurara de que no lo contara, bien por quedarse sin dientes o bien porque le metería tantos golpes que, por fuerza, se le metería el miedo en el cuerpo.

Con lo que no contaba era con que Sabrae me diera un nombre contra el que yo apenas podía hacer nada.

O eso pensaba yo.

-¿Era tu novia?-me preguntó con un hilo de voz, como si cada palabra le costara un esfuerzo que no podía permitirse, como si cada letra fueran diez kilómetros buceando en la fosa más profunda del océano.

Yo ya sabía a quién se refería. Era imposible no saberlo, dada la manera en que le estaban dando la tabarra con ella. Pero quería que me dijera su nombre. Necesitaba que me dijera su nombre para saber que no estaba equivocado, que lo que iba a hacer era lo correcto, que iría a por la persona indicada.

-¿Quién?

Apenas había un par de metros de distancia entre nosotros, pero de repente fui plenamente consciente de todo lo que se estaba concentrando allí, los miles de cuatrillones de átomos que había entre los dos, la infinidad de segundos eternos que convertían aquellos centímetros en años luz. Todos los veranos que habíamos pasado separados, cada vez que mi presencia había molestado a Sabrae, cada vez que ella había puesto los ojos en blanco después de mirarme y yo me había reído al notar su irritación.

La había lanzado de cabeza a contemplar un pasado en el que ella nunca había participado esperando que se moviera en él como pez en el agua, que reconociera en la noche unas constelaciones bajo las que nunca había podido observarme. Y a un estanque de tiburones.

G u g u l e t h u (Sabrae III)Where stories live. Discover now