CAPÍTULO 19

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Después de pasar por el refugio de Keith, los Aleados fueron escoltados por un pequeño equipo que incluía al líder de cabellos anaranjados, se aseguraron de acompañarlos hasta el vagón de metro e incluso les ayudaron a cargar parte del material de asalto debido a las malas condiciones en las que Zia se encontraba.

Blue tomó con un par de bolsas, depositándolas en el vagón y montándose poco después para comprobar que la rubia estaba consciente a petición de Archie, que había intuido que podría tener alguna costilla rota, pero ella se había negado rotundamente a que el médico de Keith la examinara. La cobriza la encontró dormida y parecía tan agotada y magullada que no quiso despertarla.

Keith no tardó en colarse por un lateral para encontrarse con la cobriza, apoyándose con los antebrazos en el borde del vagón que los separaba.

—¿Cómo está? —preguntó, haciendo un leve gesto con la cabeza en dirección a la rubia—.

Blue se giró, haciendo sitio a las bolsas.

—Mal. Necesita que nuestra médico la vea cuanto antes.

—Es dura y tozuda como una mula. Saldrá de esta, siempre lo hace.

—¿De qué conoces a Zia? —la pregunta había salido de su boca de improviso—.

—Coincidimos hace tiempo. El tipo con el que estaba era cliente mío, pero acabó convirtiéndose en mi competencia. Interceptaba mis mercancías, masacraba a mis mensajeros... Ya te imaginarás. Era peligroso, cruel, un chiflado con ideas demasiado radicales; Astor trabajaba para él y, era una de las mejores de su escuadrón especial. Ella conocía el carácter de Sacher, sabía que con cada nueva petición estaba degenerando y, en algún punto, supongo que tuvo tanto miedo que decidió huir, pero sabía lo que pasaría si intentaba abandonarlo.

—No parece que estemos hablando de la misma persona.

—El miedo es un arma poderosa, Blue—sonrió— Y es todavía más peligrosa porque no sabes que esperar de las personas que lo tienen. Zia recurrió a mí. Se ofreció a hacer para mí un trabajo en contra Sacher que lo haría desaparecer del negocio. No me pidió nada a cambio, pero cuando estuvo hecho, supe que ella lo había utilizado como vía escape para desaparecer de la vida de Sacher y mantenerme con la boca cerrada. La muy cabrona mató dos pájaros de un tiro. —Keith no pudo evitar volver sonreír—Dios, me mataría mientras duermo si supiese que te estoy contando esto— se sujetó al borde del vagón, soltando un suspiro divertido—¿Qué hay de ti, Roja? ¿Cómo ha resultado la experiencia de participar en un "trabajo de campo" en primera línea?

—Bueno, estoy viva. Es más de lo que me esperaba—rio, luego entendió que se refería a la sangre de su manga—Una fuga. Nada de lo que preocuparse.

Escuchó un pequeño estruendo en la cabeza del transporte, e inconscientemente giró la cabeza hacia los demás chicos, que estaban terminando de cargar algunas cosas al vagón, pero su mirada se perdió en la figura de uno solo, el cual acababa de montarse en el transporte de un salto.

—Nunca he tenido una oportunidad ¿verdad? —comentó Keith—.

Las mejillas de la cobriza se enrojecieron y tuvo que reprimirse. ¿Acaso era tan evidente?

—Lo superarás—sonrió mordiendo la parte de interna de su labio—Hay muchos más peces en el mar.

—Pero estoy seguro de que ni el diez por ciento de ellos son tan interesantes como tú. Bueno, ¿Qué se le va a hacer? —contestó el chico tendiéndole la mano y ella cobriza no tardó en aceptarla a modo de despedida.

Después de todo, le había cogido aprecio a ese loco estrambótico.

—Ha sido todo un incordio teneos con nosotros—bromeó—.

Aleación: Las ruinas del cobre  (Corregida y Editada)Where stories live. Discover now