66. Juicio a un demonio

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—¿Otro sitio? ¿Dónde?

—Ya verás —respondió el otro, señalándole la silla al costado de su cama—. Ponte eso.

No era un uniforme, gracias a Dios, solo una camiseta blanca y una gabardina. Las botas descansaban junto a la silla, y cuando Félix terminó de ponérselas, no pudo evitar mirar al comandante con extrañeza.

El otro hombre le devolvió la extrañada mirada.

—¿Hay algún problema?

—...Supongo que no —murmuró al enderezarse, moviéndose de lado a lado para probar los zapatos—. Es solo... No sé, ¿no le parece a usted que ésta situación es muy bizarra?

Magath suspiró y el gesto le recordó a Kenny cada vez que él e Ymir lograban arruinar y hacer algo tonto a la vez. Su capitán había sido muy paciente con los dos, extrañamente, y eso hizo sentirle ambas partes divertido y nostálgico.

...Lo extrañaba un poco, ahora que lo pensaba bien.

—Me parece innecesaria.

—Ah, sí a mi también. Honestamente solo estoy esperando a que me digan que me mandarán a la horca o lo que sea.

El comandante le miró por el rabillo del ojo cuando le cedió el paso para dejarlo salir de la habitación primero.

—¿Eso crees que harán contigo?

—Tendría sentido. Si enviaron a un par de niños a asesinar en masa a una isla donde habitan personas que ningún problema les causan, no veo por qué serían justos en esta ocasión.

El pasillo afuera estaba desierto. Félix lo inspeccionó con la mirada y con cuidado, tratando de grabarse los detalles a fondo; el piso era de baldosa blanca con la que sus botas rechinaban al caminar, recién limpiado. Los muros eran firmes, con madera oscura que causaba un acogedor contraste con el suelo y de las puertas de madera junto a las que pasaban se alcanzaban a escuchar tenues sonidos.

Durante esos pocos días que pasó dentro de su habitación no se había puesto a pensar en la posibilidad de tener vecinos, pero ahora que los escuchaba, se preguntaba si quizás alguno de ellos lo había visto llegar, y qué había pensado de ello. Dudaba mucho que les hubieran informado de quién era, de dónde venía.

El lejano murmullo de voces atrapó su atención, y con curiosidad, se reclinó ligeramente cuando alcanzaron una intersección y asomó la cabeza por el pasillo contrario, husmeando a una señorita en lo que parecía ser uniforme de enfermera caminando con una niña de la mano, guiándola hacia otra habitación.

Al término del pasillo había una sala amplia con más puertas algo anchas, asientos cómodos distribuidos alrededor de la habitación y plantas en macetas, pequeños dibujos en las paredes o en hojas de papel que colgaban de una pizarra de madera justo a un lado de una de esas anchas puertas. La soledad en aquel lugar le daba escalofríos, sobre todo por esos susurros de voces y risas que hacían eco traspasando los gruesos muros.

Magath lo guió escaleras abajo y lo hizo pasar entre dos guardias que las custodiaban, quienes le miraron por el rabillo del ojo al pasar. Félix lo siguió en silencio, mirando todo a su alrededor con un leve toque de curiosidad brillando en sus ojos.

Abajo, en el piso inferior, allí sí había más personas. Los ruidos no eran tantos, y aún se alcanzaban a escuchar algo lejanos, lo que le hizo pensar que el lugar hospital lo que fuera tenía algún patio al que no se le había permitido bajar antes. El lugar estaba dividido, con las escaleras partiendo los espacios con la derecha siendo ocupada por más puertas que se perdían en la longitud del pasillo por el que continuaban y la izquierda siendo una especie de sala común.

Friend of the Devil ━shingeki no kyojinWhere stories live. Discover now