𝐭 𝐫 𝐞 𝐧 𝐭 𝐞 - 𝐧 𝐞 𝐮 𝐟

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    MADELYN SINTIÓ QUE SU CUERPO estaba siendo roto a la mitad. Gritando del dolor, ella se acomodó un poco cuando Nathaniel llevó más sangre sobre sus labios. La loba Cullen sabía que era el momento en el que su bebé iba a salir y ella estaba asustada.

    Ella era fuerte, ella lo sabía, pero Madelyn no podía evitar preocuparse. ¿Qué sucedería si ella no era lo suficientemente fuerte para traer a su hijo a la vida? Ella no quería decepcionar a su compañero. Era tan inesperado para ellos tener un hijo, ella tenía que hacer esto bien. Ellos tenían la oportunidad de vivir lo imposible y Madelyn no quería ser la causa de que fallara.

"Es el momento, mon amour. ¿Estás lista para pujar?" Nathaniel preguntó, limpiando el sudor de su frente una vez más y dándole algo de sangre humana otra vez.

    Él esperaba que el nacimiento fuera simple y que su amada no fuera a sufrir demasiado. Pero escuchando sus gritos, él sinceramente no lo pensaba.

    Madelyn maldijo bajo su aliento, fulminando con su mirada la cabeza de Nathaniel. Ella no estaba enojada con él, pero ella necesitaba concentrarse en algo más que en el dolor que estaba sintiendo. ¿Y qué mejor vista que su impronta apuesta?

"No puedo. Duele demasiado" Madelyn lloriqueó, jadeando ligeramente mientras Nathaniel acariciaba la mano que estaba tomando y su estómago, presionando un beso en este suavemente.

"Se que duele mi amor, pero un último esfuerzo y todo estará bien" El profesor le aseguro, besando los labios de su compañera amorosamente.

    Luego de pujar con toda su fuerza por largos minutos, los pequeños gritos de un bebé hicieron que los ojos de Madelyn se abrieran. Ella estaba exhausta, pero quería ver a su bebé primero. Luego de cuidar del bebé rápidamente, pero bien hecho, Nathaniel corrió hacia el lado de su compañera, acunando a su hijo en sus brazos.

"Bienvenido a casa, Aiden Cullen" Nathaniel murmuró, observando a su bebé asombrado. Él era hermoso. Madelyn sonrió cansada, observando a su impronta y su hijo. Ellos eran una vista increíble.

"Quiero sostenerlo" Madelyn susurró, ganándose una sonrisa cariñosa por parte de su esposo. Cuidadosamente, él le dio Aiden, quien abrió sus ojos para observar a su madre. Lágrimas llenaron sus ojos mientras miraba a su hijo. A su pequeño milagro. "Él es tan hermoso."

    La loba Cullen dejó un beso en la pequeña frente de Aiden antes de volver a pasárselo a Nathaniel. Luego de un par de minutos, la mujer se durmió, bajo la mirada protectora de su esposo.

    El vampiro chequeó a su esposa para asegurarse que estuviera sana y sin heridas y, una vez que estuvo satisfecho, él se recostó junto a Madelyn, el pequeño Aiden recostado en su pecho desnudo, con pesados párpados.

    Nathaniel pasó la noche así, disfrutando de la presencia de las dos personas más importantes en su vida y cuidando de su hijo durante la noche.

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