XXVIII

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No había podido protegerte, pero con un poco de suerte, aún no era demasiado tarde, después de todo, estaba convencido de que eras inocente, y algunas pruebas sembradas en ti, serían fáciles de desmentir. 

— Por favor, Lestrade, tienes a un gran cártel operando bajos tus narices en Londres, y en cambio arrestas a una pobre chica a la que le sembraron alguna sustancia ilegal en la maleta, Scotland Yard está perdido. 

— Lo siento, Sherlock, pero no pude hacer nada, en especial porque ella confesó que estaba llevando eso a su país. Y que ha transportado desde que llegó a Londres.

—¿Qué?— Sherlock lo miró como si su cabeza fuera anormal, como si se hubiese transformado en un monstruo. 

— Eso dijo

— Pero eso es mentira...—Sherlock adoptó seriedad y se puso a reflexionar sobre aquello que escuchaba— ¿por qué lo haría? Debo verla.

— No puedes verla antes del juicio, lo siento, es en contra de la ley.

— Sí, y también es en contra de la ley consultar a detectives ajenos a la fuerza policíaca de Londres para casos con información privada, y aún así lo has hecho, y con bastante frecuencia...

— Vamos, Sherlock.

Sherlock miró con seriedad al peliblanco y este rodó los ojos, dándose por vencido.

-

Era en ese momento mientras estabas sentada en esa banca fría de metal que todo volvió a tu mente, las advertencias en tu casa donde te decían que no había un mejor lugar que tu casa y que era muy arriesgado que te aventuraras por tu propia cuenta en  dicho viaje. Habías sido valiente porque querías conocer el mundo, y habías vencido a esas voces, y a la voz llena de ansiedad que te decía de igual manera que te quedaras en donde estabas porque seguramente algo malo te estaba esperando en el futuro, y en la distancia. Ahora, en retrospectiva mientras el sol entraba por la pequeña ventana de la prisión iluminando el suelo de cemente, no pudiste evitar llorar, lo habías estado conteniendo por mucho tiempo, y es que siempre todos habían tenido razón, tu ida a Londres no te había traído más que desgracias tras dolor: el cambio de idioma, el cambio de ambiente, el encontrar un compañero de departamento, el estar limitada de recursos, las largas horas en la escuela, todo el problema con tu amiga... el maldito bastardo de Sherlock...

— De verdad lo lamento— escuchaste la voz grave que te había traído tantos sueños que te daban escalofríos, tanto de la buena como de la mala manera. Te giraste y viste al espectro de Sherlock, tu imaginación recurriendo a él como mecanismo de defensa no era lo más amable que tu cerebro hacía por ti. — Yo-estaba asustado.

Definitivamente era tu cerebro intentando darte consuelo, de ser el Sherlock real jamás habría pronunciando palabras de disculpa, y mucho menos, aceptado que tenía miedo, era lo suficientemente imbécil como para aceptar que era un humano con sentimientos, lo conocías ya bastante bien.  Una sonrisa vacía se dibujó en tu rostro. Estabas pálida, tenías los labios secos y los ojos rojos porque no podías dejar de llorar. 

— Te voy a sacar de aquí, solo necesito saber por qué dijiste lo que dijiste. ¿La mafia te amenazó? 

No dijiste palabra alguna, solo observaste al fantasma de tu mente, mientras limpiabas una lágrima que se escurría por tu mejilla haciéndote sentir débil.

— De acuerdo, será fácil encontrar pistas y probarlo. En especial porque viviste conmigo y sé todo lo que hacías, tus rutinas, tus movimientos y todo, así que solo te pido paciencia, y confía en mí.

— Eso no, jamás confiaré en ti otra vez.

— Ya dije que lo siento, y entiendo que fui un completo idiota y no merezco que confíes en mi, pero esa será la única manera de sacarte de aquí. 

Te diste cuenta de que aquella figura onírica era en realidad el hombre de carne y hueso por el que sentían tantas cosas tan distintas y contrastantes entre sí, te estaba hablando, estaba intentando ayudarte, justo cuando creíste que ese día lo ibas a dejar de ver para siempre. 

— No quiero nada de ti— ahí estaba otra vez la furia, el coraje, tu orgullo saltando, no ibas a dejar que te humillara, no de nuevo.

— ¿Y entonces te quedarás en prisión?

— Me van a repatriar y me prohibirán volver a entrar a este país.— Te encogiste de hombros.— Creo que es lo mejor.

— Y te mandarán a la prisión de tu país, que aunque más fáciles de sobornar, en peores condiciones. El soborno no es seguro pues no eres...— se interrumpió a sí mismo, estaba de nuevo comenzando a ser el idiota que era, el idiota que no quería ser, al menos no contigo.

— Termina tu deducción, vamos. No soy de familia acomodada y entonces pasaré toda mi vida en prisión. Quizás. Supongo que son las consecuencias que debo pagar. Hallaré la forma, ahora, por favor vete. 

— No seas testaruda. 

— Vete.

— No.

Te giraste y le diste la espalda, de nuevo las lágrimas comenzaron a salir por tus ojos. 

— No quiero tu ayuda, Sherlock, ya has hecho demasiado. Por favor, vete.

— Me iré, pero aún así te voy a sacar de aquí.

— No eres abogado.— Reíste con amargura.

— Pero si el mejor detective de Inglaterra.

— Claro, olvidaba esa parte tan característica de tu carácter, tu modestia.  

— Bueno y tú aún estando tras las rejas sigues siendo una necia que cree que siempre tiene la razón.

Volteaste y lo miraste frunciendo el ceño.

— ¿Disculpa? Ese eres tú. 

— Creo que ambos lo somos.— Reflexionó y luego sonrió. — Escucha... está mañana luche contra los efectos de la cocaína para poder ponerme sobrio e ir a buscarte porque estaba arrepentido. Luego por desgracia esto pasó, pero... sigo arrepentido y necesito decirte que tenía miedo de que algo así pasara, ya lo había deducido, pero como estaba desconcentrado, bueno...

—... Espera, ¿dices que estás arrepentido pero estabas drogándote? Buen inicio, Holmes. 

— No podía dejar que mi cerebro siguiera hablando, me estaba matando.

— Él mío también y no por eso consumí drogas.

— No, por eso las transportaste.

— ¡Yo jamás...!— La risa de Sherlock te interrumpió. No pudiste hacer más que reír también— eres un idiota.

—Hablaremos de todo esto cuando estés fuera, por ahora, solo ten paciencia. Veré a verte muy pronto. No estas sola. 

Te guiñó un ojo y sonrió. Y se fue tan rápido como había llegado, y sin atreverte a aceptarlo, dejándote más tranquila. Odiabas esa manera en que te hacía sentir el siquiera escuchar una palabra suya, pero confiabas en él. 





Nota:

Miss me? Ya volví y creo que ya sé como darle forma a esto para que tenga un final decente. Pasen a leer "Sangre y crimen" en mi perfil que ya está terminada.



El defecto de la razónOnde as histórias ganham vida. Descobre agora