XV

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La mujer siguió sonriendo.

— ¡No me digas que al fin Sherlock se consiguió una novia!

— Yo no diría eso, no exactamente— John comenzó, pero la mujer ya te estaba abrazando con ternura.

— Bienvenida, querida. Oh, casi lo olvido, traje esto— extendió un cofre de metal, según la etiqueta de cartón que pendía de ella, era una caja de galletas artesanales de algún pueblo de Inglaterra.

— Gracias, señora Hudson— John agradeció, notando que no estabas particularmente habladora esa tarde.

— ¿Y dónde está ese chico? — Miró alrededor y observó que el desastre usual del departamento no estaba— Hacía falta que alguien con pantalones metiera en cintura a ese muchacho, es un buen chico pero extremadamente desastroso. 

— Eh, yo... 

— ¿Por qué no abrimos estas galletas y tomamos el té mientras Sherlock vuelve?— John ofreció y la señora Hudson asintió entusiasta, mientras se dirigía a su departamento por un frasco de mermelada. 

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— Magnífico, simplemente magnífico— la señora Hudson comentaba acerca de la historia de la que no estabas al tanto: John estaba casado y su esposa embarazada, y ella visitaba a alguien en algún otro lugar de Inglaterra, una amiga lejana, la próxima semana volvería a Londres y entonces, podrías conocerla, como John te había prometido.

— Ahora háblanos de ti, querida— la señora Hudson golpeó tu mano que descansaba sobre el asiento. 

— Bueno yo...— comenzaste insegura— soy estudiante y he vivido en Londres por el último año...

Fuiste interrumpida otra vez, en esta ocasión por un Sherlock perturbado en el marco de la puerta observando su pequeña fiesta de té, y a ti, en su asiento. 

—¡Oh, Sherlock! — La señora Hudson se volteó para poder verlo— que bueno que hayas llegado, te serviremos una taza de té. 

El detective sonrió, una sonrisa forzada. 

— Señora Hudson...No, ustedes sigan, iré a descansar un rato.

— ¿Tú a descansar?— John dijo en tono de burla. 

— Sí, John, a descansar— dijo enfatizando la última palabra y lanzándote una mirada fría a ti, exclusivamente para desaparecer por el pasillo.

John no dejo pasar dicho gesto y te sonrió para reconfortarte.

— Sólo está celoso, querida.— Ingenuo de tu parte había sido el pensar que la mujer no había visto aquello. 

— ¿Celoso?— Frunciste el ceño confundida. 

— Por supuesto, su mejor amigo y su novia se hacen cómplices y lo dejan fuera. No lo dice, intenta esconderlo, pero es bastante sentimental ese muchacho. Pero en algo tiene razón, es hora de irse a descansar, no para ustedes, pero yo hice un viaje largo y no deseo más que meterme en la cama. 

— Uhm, señora Hudson yo...

— También ha sido un placer conocerte, querida, nos veremos mañana. Hay que planear algo para cuando Mary vuelva, y tú doctor Watson, no digas nada, que será una sorpresa. — Amenazó a John con un dedo antes de desaparecer por la puerta y de que John se levantara para recoger los platos, alegando que también era hora de irse. 

— Me quedo mucho más tranquilo con la señora Hudson aquí, cualquier cosa, ella estará dispuesta a ayudar— John comentó mientras reunía sus cosas. 

El defecto de la razónWhere stories live. Discover now