XIV

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— Debes ordenar que se deje de buscarla— el detective había dicho por tercera vez en cinco minutos y tú comenzabas a sentirte incómoda ante tan acalorada conversación. 

— Ya te lo expliqué, Sherlock, no puedo hacer eso. 

— Ella no robó el collar, y aparecerá tan pronto como se le deje de culpar por ello. 

— ¿Qué pruebas tienes?

Sherlock bufó desesperado.

— Greg, Sherlock cree que alguien está culpando a la chica porque sabe algo. 

— John, yo lo entiendo, pero deben de entender que en demasiados problemas me meto por dejarlos ayudar en el caso y...

— ¿Ayudar?— Sherlock recalcó con una sonrisa burlona— que manera tan sutil de decir que te metes en muchos problemas por dejarme hacer tu trabajo, el cual sin mi, serías incapaz de hacer. 

— Sherlock...— John se llevó una mano al rostro por unos segundos, se giró, encontrándote en la esquina de la oficina, intentando fundirte con la pared. 

— Todo se resolvería mucho más rápido si solo...

Sonreíste a John y dejaste de escuchar lo que Sherlock decía al salir de ese lugar y sentarte en el pasillo, era una pequeña sala de espera desolada. Ahí estuviste por exactamente dos minutos, y aunque era más tranquilo que escuchar la conversación de Sherlock con el jefe de la policía, aún así te sentías como una invasora, no debías estar ahí. Te sentiste mucho más incómoda cuando sentiste la mirada penetrante de alguien que te observaba y pensaste que si permanecías sin moverte y mirando a tu vaso vacío te pasarían de largo, hasta que la persona en cuestión se aclaró la garganta buscando atraer tu atención. 

— ¿En qué puedo ayudarte?

Al levantar por fin la mirada, te encontraste con una mujer morena de cabello alborotado (más que el tuyo) y que te observaba de arriba a abajo sin disimulo, mientras permanecía cruzada de brazos. 

— Eh... yo... espero a alguien— dijiste al fin. 

— Este no es lugar para "esperar"— dijo haciendo énfasis en la palabra.— Por favor, si no tienes razón para estar aquí, abandona el edificio. 

No sabías que hacer y comenzabas a paniquearte, decidiste que no tenías mucho más que hacer más que obedecer y ya te habías levantado cuando Sherlock salió malhumorado azotando la puerta de la oficina y John corriendo detrás de él, apenas echándote una mirada que significaba que era hora de irse, a lo que asentiste. 

— Espera — la mujer te llamó subiendo una de sus manos cruzadas a la sien— no me digas que venías con ese par. 

Tragaste saliva, ¿es qué aquello era malo?. 

— Sí— tu voz era débil y baja, el tono con el que te hablaba te confundía, así que mejor te echaste a correr para alcanzar a Sherlock y John.

— ¿Cómo es que hace este fenómeno para conseguirse tantos idiotas que lo sigan?— La mujer bufó y siguió con pasó firme hasta la oficina de Lestrade, aunque ya no pudiste ver ni oír nada de eso. 

—¡Ah, por fin!— el detective exclamó sarcástico al verte llegar apresurada, apenas echándote una breve mirada y subiendo al taxi que John y él tenían enfrente. 

John rodó los ojos ante el errático comportamiento del hombre y sostuvo la puerta que Sherlock había abierto para montarse en el vehículo, esperaste a que John subiera para hacerlo tras él, pero él te sonrió y extendió la mano señalando el interior del auto, esperando que tú lo hicieras. Nerviosa sonreíste de vuelta y te sentaste a un lado de Sherlock que había volteado su cabeza rápidamente y ahora miraba a la ventana, pensaste en que fingía no haber visto aquello porque era una clara muestra de caballería por parte de John, una lección de comportamiento.

John subió a un lado tuyo y dio la dirección al taxista que emprendió su camino a Baker Street. 

—Deténgase aquí— Sherlock ordenó súbitamente y el taxista un poco asustado por la manera en que el detective había hablado detuvo el vehículo haciendo que ustedes rebotaran ligeramente, Sherlock saltó del auto. —Será un segundo. 

Te tocaste la cabeza por la inercia resultado del frenado tan inesperado del coche, observaste a tu alrededor y observaste que John sufría del mismo mal, Sherlock parecía haber sido el único inmune debido a la manera en que había salido del vehículo, intercambiaste miradas con John quien comenzó a reír, probablemente leyendo todo lo que pasaba por tu cabeza, señal de que ya había pasado por todas esas experiencias, y ahora había alguien que lo entendía.  

— ¿Estás bien?— John dejó de reír cuando vio que empalidecías un poco, llevó la mano a tu frente. 

— Sólo un pequeño mareo, estaré bien— ambos volvieron a reír, aunque fueron interrumpidos por la mirada nada amistosa de Sherlock y su carraspeo de garganta.

Ambos recuperaron la seriedad una vez que el taxi reanudó su camino, pero John y tú seguían teniendo una sonrisa cómplice que Sherlock miraba de mala gana. Al llegar a Baker Street John y tú seguían de buen humor, pero Sherlock no parecía tener la misma ola de felicidad que a ustedes parecía embriagar. John te había ayudado a bajar del taxi y Sherlock se había dado la vuelta, echándose a caminar por la acera, pasando de largo su puerta de entrada. 

Miraste a John quien se encogió de hombros, ambos hicieron el intento de seguir los pasos del detective, pero este los detuvo. 

— No necesito que vengan conmigo. Puedo hacerlo solo. 

Diste un paso hacia adelante confundida e intentaste tomar el hombro del detective, ya que en su pequeño diálogo, no los había visto a la cara. 

— Dije que no, Alison, no te necesito... Ni a John, sigan divirtiéndose. 

Y el hombre siguió su rumbo dejandote extrañada. 

— Vamos, Alison — Ahora John te tomaba por los hombros, haciendo que entraran al 221 B de Baker Street.

— ¿Qué tal un poco de té?— John exclamó de la cocina, mientras tú mirabas donde sentarte, John estaba ahí, así que seguro usaría su asiento, tendrías que sentarte en el de Sherlock, pero la mirada del imaginario detective que estaba frente a ti, era desaprobatoria. — ¿Alison?

La voz confundida de John a un lado tuyo te sacó del trance e hizo que el Sherlock de tu mente se esfumara. 

— Eh, yo... ¿cuál era la pregunta?

John rió y miraste a verlo confundida. 

— Que no te afecte lo que Sherlock diga— mencionó despreocupado— es como un niño berrinchudo. Cuando vuelva estará como si nada. 

El hombre se volvió  a la cocina a seguir en lo que estaba. 

— Y sí, puedes sentarte en la silla de Sherlock, no va a pasar nada. 

Suspiraste y sonreíste, Sherlock se sentía superior a todo el mundo respecto a inteligencia, pero John era tan listo como lo era él, y tenía la ventaja de entender a las personas. Ya te habías acomodado en su silla cuando escuchaste ruidos en la puerta principal, otros más en la parte de abajo y luego pasos en una escalera, estabas a punto de decirle a John quien estaba vaciando agua caliente en un par de tazas, cuando viste que la puerta se abrió de golpe y cerraste los ojos esperando a escuchar el regaño de Sherlock por adueñarte de su asiento. Los abriste al no escuchar nada y en cambio ver a una mujer inspeccionandote con una sonrisa amplia. 

— Buenas tardes— la mujer de edad algo avanzada saludó— ¿y quién es esta bella chica? 

Al fin se había decidido a entrar y se había cercado hasta ti para sacudir tu mano, estabas un poco en shock, y no articulabas palabras, te limitaste a apretar su mano.

— ¡Señora Hudson!— John se acercó y ambos se abrazaron como si fueran familia.— Que gusto me da verla. Ella es Alison, es su nueva inquilina. 






El defecto de la razónWhere stories live. Discover now