XXIV

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—¡Por el amor de dios, Sherlock!— John se llevó una mano a la frente y entrecerró los ojos mientras movía la cabeza en una evidente explosión de confusión, a causa de todo el estrés que había acumulado durante esa mañana, estaba acostumbrado a lidiar con el mal comportamiento de su mejor amigo, pero había olvidado que tan problemático podía llegar a ser en ese tipo de circunstancias.— Mary y Alison no deben tardar.

Sherlock lo miró con desasosiego, el cual era sincero, después de interrumpir su espacio de serenidad en el cual intentaba descubrir algo que sabía era importante, pero ahora no podría recordar gracias a la interrupción de John, molesto fue a hacer lo que John le había indicado hacer mientras él seguía poniendo todo "en orden". 

John estaba terminando de colocar un letrero sobre la chimenea con la ayuda de la silla de Sherlock y la señora Hudson estaba parada frente a ella, indicándole a John si la inclinación del mismo era la correcta. Sherlock observó aquello y se pasó de largo, tomó su violín y se puso a tocar.

— Oh, no. No ahora. — John dio un salto del asiento y se dirigió a Sherlock.— No es momento para que te hagas el taciturno enigmático. 

— Déjalo, John, debe estar triste, es comprensible. 

— ¿Triste?— John sonrió con incredulidad y su tono sonó a burla. Iba a decir algo más, pero la puerta de abajo se escuchó abrirse y John reconoció la voz de su esposa. — Solo compórtate, ¿quieres?

Tus ojos se abrieron como platos, y no pudiste evitar sonreír, y a la vez querer llorar cuando escuchaste un "¡Sorpresa!" por parte de la señora Hudson, John y Mary, y te diste cuenta de que la visita al centro comercial solo había sido para distraerte un rato. Sherlock simplemente te había mirado por un instante y después había mirado hacia otro lugar. Comenzaste a abrazar a todos, a excepción del detective, quien tampoco se inmutó, o no lo habría hecho si John no le hubiera dirigido esa mirada de reprimenda, por lo que el detective al fin se acercó a ti, y se quedó dudando como por una eternidad sin quitarte los ojos de encima y con su acostumbrada seriedad, aquello estaba provocando que tus rodillas se tambalearan y tus mejillas se ruborizaran por las miradas que el resto les dirigían, y la pequeña sonrisa de la señora Hudson que indicaba que era una especie de fan de esa pareja, y lo que Sherlock hizo a continuación, no ayudó en nada, ya que se inclinó y besó tu mejilla, solo la mejilla, a pesar de que sus labios se habían cruzado sin que nadie lo supiera en otras ocasiones. John casi hacía que sus ojos se desorbitaran al ver aquel gesto y Mary levantó las cejas mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro. 

Una vez que todos tuvieron en sus manos una copa de vino que John había sido tan amable de repartir, las levantaron para celebrar por haber concluido tus estudios superiores y sentiste sonrojar. 

— Es una lástima que te vayas de Londres tan pronto— Mary apuntó y la señora Hudson apoyó.— ¿Qué te gustaría hacer antes de marcharte? 

— Bueno, había pensado en pasear por la ciudad, un día completo. 

— John y yo podemos acompañarte y mostrarte algunos lugares poco conocidos, ¿qué dices? 

— Eso sería encantador, gracias Mary— los tres acordaron dar dicho paseo un día después de la reunión. 

Todos te dedicaron sus buenos deseos, excepto Sherlock, quien parecía estar congelado en su asiento, y aunque advertiste que escuchaba su conversación, no levantó jamás la mirada, o no lo habría hecho si John no le hubiese dirigido la palabra. 

— Sherlock, ¿tú no tienes algunas palabras para Alison? 

— Quizás se las quiera decir en privado, John— la señora Hudson sonrió como una niña traviesa y desviaste la mirada, sin poder evitarlo enrojeciste.  

— ¿Por qué querría decírselas en privado? — John frunció el ceño confundido. 

— Bueno, ¿no es obvio? 

— Buen viaje — Sherlock interrumpió con tono seco y una mirada fría, por primera vez esos emparejamientos "imaginarios" de la señora Hudson le molestaban aunque no estaba bien seguro de por qué. 

— ¿Por qué te vas, querida? ¿Acaso no te gusta el departamento?— Cuestionó la señora Hudson antes de que pudieras pensar en algo razonable para contestar a las frías palabras del detective una vez que el silencio se había formado a causa de las miradas que Sherlock y tú intercambiaban.  

— Nada de eso.  El departamento es encantador. Agradezco dejarme pasar estos meses aquí. 

— Nada que agradecer, eres una huésped admirable, ¿entonces por qué te vas? Los secuestradores están tras las rejas y la chica a salvo, ¿no es así? 

— Emmeline está a salvo con su madre en Canterbury. — Asentiste recordando como gracias a ese tatuaje que la chica se había hecho a escondidas y el que te lo hubiera confiado, habían sido la prueba suficiente para comprobar que el cadáver que yacía en la morgue, era el de algún otro humano desafortunado. 

Recordaste el momento, después de que Molly Hooper saliera de la sala y encontrara a Sherlock y a ti abrazándose y tú llorando sobre su pecho. Su cara había sido de consternación quizás porque jamás había visto a Sherlock dar una muestra de afecto como aquella. Sherlock te había animado a entrar nuevamente a la habitación, ya que sabía que la encargada de aquel gélido lugar se podría meter en muchos problemas, y tras recordarte que había mucho por ganar, te atreviste a ser una intrusa en la privacidad de los muertos, y aunque no habías podido dormir durante los días siguientes a causa de dicha impresión, la recompensa fue gratificante. Tu amiga estaba viva, y sus persecutores en prisión gracias a Sherlock, y en parte, aunque pequeña, a ti. Después de salir de la morgue y de realizar un segundo análisis de ADN, Sherlock y tú habían corrido hasta Scotland Yard, Sherlock había dado un par de direcciones que coincidían con las sustancias que había encontrado en la nota, algunas fábricas abandonadas. Y con mucha deshidratación e inconsciente, pero con vida, habían encontrado a la chica. Y habían arrestado a su hermanastro, quien era ladrón de oficio, y al parecer había sido descubierto por su hermanastra, fin del caso. 

Sherlock te había mirado y sonreído, pero desde entonces apenas te había dirigido la palabra. Su indecisión te hacía querer golpearlo. Siempre se jactaba de ser el más inteligente en todo, y entonces, ¿por qué se comportaba de esa manera?

— ¿Fue entonces el comportamiento de Sherlock? ¿Te hizo algo? — Ella no pensaba rendirse, te diste cuenta, y te sacó de tus recuerdos, justo en el momento en que comenzaban a convertirse en reproches, aunque quizás su comentario debía impulsar tu cólera. 

— Nada de eso, pero debo volver a casa, tiene poco más de un año que no veo a mis padres... a mi familia. 

La señora Hudson asintió, y por un momento te dio la impresión de que dejaría el tema por la paz hasta que  volvió a hablar: 

— Supongo que regresarás entonces. 

— No sé cuánto tiempo pase para que eso suceda. Pero usted, Mary, John, bueno... todos — dijiste mirando a Sherlock— son bienvenidos. Amarán el clima. 

Todos te dieron la razón, a excepción de Sherlock. El resto de la tarde se enfocó en consumir la comida que la señora Hudson había preparado, el clima de Londres en esos días y la pormesa de verse al día siguiente.  





Nota:

Ahora si actualicé. Pregunta, ¿les gustaría que compartiera la playlist que me inspira a escribir esto para que la escuchen al leer?



El defecto de la razónWhere stories live. Discover now