47. La capital de la moda

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LENA

Sentí unas leves caricias en mi mejilla, unas caricias procedentes de los labios de Damiano. Comenzó a depositar unos besos delicados con sus suaves labios que me hicieron despertar.

Solté una especie de gruñido mañanero y suspiré profundamente mientras me estiraba.

— Buenos días, nena. — dijo Damiano con voz ronca mientras acariciaba con el dorso de su mano mi mejilla.

— Buenos días, Don Italia. — respondí comenzando a abrir los ojos.

— ¿Piensas seguir durmiendo toda la mañana? — preguntó con tono burlón.

En ese momento estiré la mano para coger el móvil y ver la hora que era. Estaba descansada, pero aún tenía en mi cuerpo la sensación de fiesta de la noche anterior. Había dormido bien, pero parecía que acababa de cerrar los ojos, la verdad es que habíamos dormido unas pocas horas.

Tenía unos 20 mensajes de África contándome, casi con todo lujo de detalles, el resto de su noche con Victoria y unos 50 mensajes del grupo en el que estábamos los chicos. Mensajes que no tenía pensado leer hasta tener una buena dosis de cafeína circulando por mi cuerpo.

— Vístete que te queda mucha Italia por conocer. Vamos a desayunar. — dijo Damiano cumpliendo mis deseos.

Me duché para eliminar de mi cuerpo todo el rastro de fiesta y me puse un vestido blanco y unas sandalias cómodas porque ya me imaginaba que me esperaba otro día de andar, aunque no me quejaba. A los mejores sitios se llega a pie.

— Si yo fuera tú, metería en el bolso todo lo necesario para sobrevivir un día entero. — Me aconsejo Damiano dándome a entender que íbamos a pasar el día fuera.

Ante este consejo, mi alma de turista salió a la luz y decidí coger un bolso más grande y llenarlo de "por si acasos", esas cosas que siempre llevas encima por si en un futuro te hacen falta, aunque sabes de sobra que no vas a utilizar ni la mitad.

Salimos de la casa de Damiano y fuimos dando un agradable paseo a una cafetería cercana. Hacía un ambiente cálido, pero corría una brisita muy agradable.

La cafetería era preciosa y muy acogedora. La comida tenía una pinta deliciosa y nos decantamos por un variado de cruasanes, zumos de naranja y café.

Tomamos una mesa y nos sentamos para tomarnos el desayuno con calma, estaba realmente agotada, era lo necesario para volver a sentirme yo.

Moje el cruasán en el café, pero pude notar como la mirada del italiano se quedaba fija en mi rostro.

—¿Ocurre algo? — pregunté confusa con la boca llena de aquel bollo.

—Jajaja, nada, nada...— rió el azabache con una risa arqueada ante mi pregunta.

—Venga cuéntamelo. — supliqué.

—Nada, simplemente me vienen momentos de ayer noche, nada más. — confesó.

—¿Cómo cuáles?

—Nena... tú y el alcohol, sois lo que no hay. — rió— Sigo sin creer que terminásemos haciéndolo en el baño de una discoteca.

—Bueno, siempre hay primeras veces, no todo el mundo puede decir que ha terminado haciéndolo en el baño de una discoteca. — dije orgullosa, alzando la mano para chocar los cinco con el azabache.

—En eso no te quito la razón. — confesó correspondiendo mi gesto.

—Y por no hablar en el momento en que Thomas apenas tenía aguante y fui yo quien le sostuvo. — seguí charlando a la vez que iba comiendo.

𝕀ℕ𝕋ℝ𝔼ℂℂ𝕀𝔸𝕋𝔼 •Damiano David•Where stories live. Discover now