40. Todo al negro

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LENA

Los reflejos de luz que entraban por la ventana chocaron con mis pesados párpados obligándome así, a abrirlos en contra de mi voluntad de seguir durmiendo.

Mi cuerpo notaba la ausencia de algo, o mejor dicho de alguien. Estiré mi mano en busca de Damiano, pero no había rastro de él en la enorme cama. Estaba sola, aún desnuda y envuelta en una delicada sábana con la que alguien tuvo que taparme, ya que yo no lo hice.

Intenté estirarme, pero me arrepentí inmediatamente de ello cuando me moví. Me dolía cada músculo de mi cuerpo por el encuentro de anoche. Tampoco tuve mucho tiempo de pensar en ello cuando Damiano apareció de nuevo en mi marco de visión.

— Buenos días principessa. — dijo Damiano en tono burlón mientras salía del cuarto de baño.

Por su aspecto estaba claro que acababa de salir de la ducha. Llevaba una toalla blanca atada en su cintura, su cabello estaba mojado y despeinado y las gotas de agua se deslizaban por todo su cuerpo acariciando cada tatuaje.

Mis ojos lo recorrieron y una sonrisa tímida se formó en mi rostro al pensar que tenía la enorme suerte de poder disfrutar de él.

Damiano se acercó a la cama, se sentó a mi lado y tiró de mi mano provocando que me incorporase y la sábana que me tapaba se deslizase dejándome de nuevo expuesta a su mirada. Sin embargo, él no apartó sus ojos de los míos y después de acunar mi rostro entre sus manos, unió nuestros labios en un beso tierno pero lleno de pasión.

— Veo que has dormido bien nena. — dijo separándose levemente de mí para sonreírme.

— ¿Qué hora es? — pregunté confundida al haber perdido la noción del tiempo.

— Casi la hora de comer. — me respondió riendo al ver que mis ojos se abrían sorprendidos. Seguro que mis amigas estaban preocupadas por mí por no dar señales de vida.

— Deberíamos irnos. — dije sonriendo antes de robarle un beso.

Ante ese gesto Damiano me tumbó de nuevo en la cama quedando encima mía y empezó a darme tiernos besos por todo mi rostro y mi cuello.

—¿Tienes prisa nena? — preguntó divertido.

—Ninguna. — conteste riendo mientras él seguía dándome besos.

Se detuvo levemente y me observó de arriba a abajo. Su mirada se detuvo en unas leves marcas que había en mi pecho como recuerdo de la noche anterior.

— ¿Te duele? — preguntó preocupado mientras acariciaba suavemente las marcas con las yemas de sus dedos.

— No me duele nada, no te preocupes Damiano. — respondí con una sonrisa. En realidad, no le estaba mintiendo del todo, sí que tenía el cuerpo cansado de todo lo que habíamos hecho. Pero las marcas no me dolían.

— Puedes ducharte aquí si quieres. — dijo amablemente.

— No te preocupes, debería de irme ya a mi habitación. — contesté agradecida, aunque prefería ducharme ya tranquilamente en mi habitación, ya que tenía allí todas mis cosas.

— Como quieras nena. — dijo él antes de darme otro beso y comenzar a vestirse.

A pesar de no ducharme allí, me tenía que vestir. Envolví la sábana en mi cuerpo y fui recogiendo por toda la habitación mi vestido y la ropa interior que habíamos dejado tirada por ahí.

Entré en el baño para cambiarme y no pude evitar asustarme al verme en el espejo. Tenía el pelo alborotado y el maquillaje levemente corrido después de haber dormido. Me quité la sábana del cuerpo y dejé al descubierto algunas marcas más en mi trasero.

𝕀ℕ𝕋ℝ𝔼ℂℂ𝕀𝔸𝕋𝔼 •Damiano David•Where stories live. Discover now